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Editorial: Preparando marzo


Terminado el ajuste ministerial la política nacional ha entrado en el sopor del verano, con escaramuzas en torno a la unidad y la disciplina al interior de los partidos, pero sólo como un apronte de la verdadera batalla, que empezará en el mes de marzo, cuando cobre forma la agenda de un año electoral.



Entonces, deberá resolverse la campaña municipal y la elección de los candidatos, tanto a la Cámara de Diputados como al Senado. La derecha deberá despejar la incógnita sobre si empieza a concretar el desalojo de la Concertación haciendo pacto con los emigrados de la coalición oficialista o si, por el contrario, decide aplicar el criterio de las mayorías responsables.



La cohesión interna también es un problema para la derecha, sobre todo porque Chile Primero, junto con tratar de mermar al PPD, irá al sur a concretar acuerdos con caudillos locales, independientes o del Partido del Sur, hasta ahora siempre ordenados con los partidos de la Alianza por Chile.



A ello se deben agregar hechos como el que protagoniza Francisco de la Maza, alcalde de Las Condes, emblemática plaza de la UDI, quien posiblemente competirá por fuera del partido en las próximas elecciones. El gremialismo ha abierto de manera pública un proceso para encontrar un reemplazante.



La urticaria disciplinaria no es menor en Renovación Nacional, donde las desafiliaciones cunden, incluso entre miembros del Consejo General.



En la Concertación el asunto es un tema en sí mismo. Luego de la expulsión de Adolfo Zaldívar de la DC y la renuncia de cinco de sus diputados, ahora se vive la tensión en torno al grupo de alcaldes, concejales y consejeros regionales que seguirían igual camino. Es efectivo que la actual directiva DC, luego de la expulsión de Zaldívar y el cambio de gabinete, quedó prácticamente sin contrapeso para la contienda electoral interna de abril. Pero al igual que en el PS, existe la posibilidad de que se articule una disidencia interna fuerte, con Eduardo Frei a la cabeza.



El Partido Socialista, a su vez, enfrenta una enconada polémica entre Camilo Escalona, Ricardo Núñez y la tendencia Colectivo Socialista, de los alcaldes Julio Palestro y Sadi Melo, que conforman la actual mayoría, y el sector opositor, liderado por Isabel Allende, Gonzalo Martner y Jaime Gazmuri. Tal disputa debiera despejarse en marzo con la realización del 28° Congreso General Ordinario y la elección de una nueva directiva en abril. Pero sus efectos perniciosos ya empiezan a afectar las pretensiones presidenciales de José Miguel Insulza y tienen completamente enrarecido el ambiente interno.



Es al Gobierno y a las directivas políticas de los partidos a quienes más debiera importarles el cuadro político actual. Porque la tendencia es a que se multiplique el desorden y los desafíos de caudillos y si dejan que ello ocurra durante el vacío estival, puede que cuando quieran retomar el control, sea mucho más difícil o imposible. En un año de elecciones como éste, todos ponen sus fichas territoriales que luego se transforman en posiciones de poder para la lucha parlamentaria y la presidencial.



De ahí que el Ejecutivo no deba salir de vacaciones. Entre lo pendiente y la preparación de un año político de ocho meses, lo más conveniente es que se dedique con ahínco a preparar su agenda de gobierno.



Ha estado bien en política exterior al construir una plataforma nacional, con todos los partidos, que sostenga las presentaciones de Chile en el Tribunal de La Haya ante el diferendo planteado por Perú. El problema implicará un camino de años que requiere un sentido unitario y una política de Estado para tener éxito.
Con todo, existe un detalle que es importante señalar. El gobierno ha hecho un llamado a cuidar las relaciones con el Perú, pero sin decir que ellas se basan casi exclusivamente en acciones de Estado o intercambios comerciales. A la hora del recuento, los intercambios académicos, culturales y políticos son muy pocos, por lo que requerirían de fomento estatal. En especial para desarrollar una dimensión de opinión pública comprensiva y amistosa a ambos lados de la frontera, capaz de amortiguar el peso de lo que se decida en La Haya. Por ahora ello no existe o está entregado enteramente a la discrecionalidad de los medios de información de ambas naciones.

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