Publicidad

Transantiago, daños colaterales


El proyecto de transporte urbano Transantiago no sólo ha sido un doloroso y funesto episodio técnico, financiero y político, sino que, además, es la causa directa de una serie de «daños colaterales». Transantiago ha atentado contra la calidad de vida y la dignidad de los ciudadanos, de manera directa e indirecta. No se requiere ser ingeniero en tránsito para entender que el transporte en las grandes urbes es un sistema, un conjunto de medios interconectados entre sí. Por ello, la empresa Metro ha debido absorber gran parte del coste de este fracaso.



Es de lamentar que una empresa modelo como Metro se haya visto obligada a asumir los costos del fracaso de Transantiago. El excelente servicio al que nos tenía acostumbrado se ha visto gravemente deteriorado en detrimento de todos los capitalinos.



Entrar a la red Metro en cualquier hora del día se ha convertido en un verdadero suplicio: una atmósfera asfixiante de altas temperaturas y escasa oxigenación que ponen en riesgo a ancianos, niños y embarazadas. A falta de aire acondicionada se ha optado por unos ventiladores que expelen humedad con dos consecuencias: primero no resuelven el problema y segundo, ofrecen un pobre espectáculo de mal gusto. A esto se agrega una suerte de estrecho laberinto por las cuales se lleva al multitudinario público.



Si bien se ha aumentado el número de vagones, la velocidad entre estaciones y la extensión de los trenes, el servicio ha ido de más a menos. Entrar en los carros de Metro, convertidos en nombre del marketing en verdaderos avisos ambulantes, es una experiencia muy desagradable.



Los resignados pasajeros entienden que se trata de un daño causado por el fiasco de Transantiago. No obstante, debieran tomarse algunas medidas básicas que garanticen la dignidad misma del público usuario. Entre ellas, una inversión en aire acondicionado en las principales estaciones; evitar rutas provisorias y revisar la señaletica en cada caso, y por último, estandarizar la información de los conductores a los pasajeros mediante mensajes grabados por locutores profesionales que aseguren su comprensión, no sólo en español sino en inglés y francés asumiendo que Santiago es, querámoslo o no, una ciudad cosmopolita visitada por turistas y extranjeros.



Entendemos que los esfuerzos de Metro han sido enormes. Entendemos que sólo una normalización de Transantiago podrá llevar a esta empresa al lugar que le corresponde. No obstante, esta crisis bien pudiera servir para mejorar algunos aspectos del invaluable servicio que ha prestado por años.



Alvaro Cuadra, Investigador y consultor en comunicaciones/ IDEES

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias