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Obama se recupera: minorías decisivas y política exterior


Obama obtuvo una arrolladora victoria en las primarias de Carolina del Sur, 55%, versus 27% de Clinton y 18% de Edwards. A lo que se añade una extraordinaria, pero cambiante, participación ciudadana.



En las últimas décadas, Carolina de Sur ha sido un estado colorado, es decir, con mayorías republicanas, y ahora en las primarias fue demócrata, en una proporción de 5 a 4, a pesar de que en la republicana podían votar también los independientes, y en la demócrata no.



Obama logró el 78% del voto afroamericano (55% de la votación total) y el 24% del blanco (43% del total) y una votación porcentual idéntica, 54%, tanto en mujeres como en hombres. En la primaria demócrata, en contraste con la republicana, votaron más mujeres que hombres, 61% y 39%, respectivamente. Y entre los blancos, Edwards se impuso a Clinton, 40% a 36%, en especial, entre los varones.



Al respecto hay que tener presente que, desde la elección de Nixon en 1968, los republicanos han tenido la mayoría del voto de los blancos, en especial, el de los varones WASP (blancos, anglosajones y protestantes).



Hoy día, las minorías son un tercio de la población de Estados Unidos, algo más de 44 millones de hispanos, algo menos de 37 millones de afroamericanos y cerca de 13 millones de asiáticos orientales. Con todo, los afroamericanos votan por lo general menos que sus conciudadanos blancos, y entre hispanos y asiáticos hay un número importante que no son ciudadanos.



Por ello, de las últimas 10 elecciones presidenciales, los republicanos han ganado siete. Y las tres victorias demócratas se explican porque lograron disminuir la mayoría republicana entre los blancos, en especial con el voto femenino, y movilizar a las urnas, en una proporción mayor a la habitual, a las minorías. En otras palabras, mientras más se acerca la abstención al 50% del electorado potencial, que se ha hecho habitual, mayores son las posibilidades republicanas y viceversa.



Por consiguiente, de la participación y resultados de las primarias y asambleas electorales realizadas hasta el momento, se puede también concluir que los demócratas ganarán las elecciones generales de noviembre próximo, siempre que las mañas propagandísticas de los Clinton y sus subrogantes, una práctica que ahora copian de quienes los atacaron en el pasado reciente, no enajenen a los afroamericanos ni azucen las tensiones entre éstos y los hispanos, que Obama logró superar en Illinois, pero que reaparecieron en Nevada.



El apoyo a Obama de la dinastía Kennedy amortigua el conflicto entre los demócratas. Y la mantención de la candidatura de Edwards ayuda a evitar una polarización entre WASPs y afroamericanos. Además, incrementa la influencia política de este tercer candidato, en especial si ninguno llega a la convención demócrata con una mayoría clara de delegados, como consecuencia de que son elegidos en su mayor parte por complejos procedimientos de representación proporcional, que contrasta con el sistema mayoritario de los republicanos.



En el súper martes, el 5 de febrero, hay primarias y asambleas demócratas en 22 estados. En tres de ellos, Alabama, Georgia y Tennessee, los afroamericanos son un bloque de votantes importantísimo; en otros cinco y muy poblados, California, Illinois, Massachusetts, New Jersey y New York, lo son en menor proporción y junto con los hispanos, y en otros tres, Arizona, Colorado y Nuevo México, la minoría importante es la latina. Es decir, ambas comunidades minoritarias, la afroamericana y la hispana, podrían ser decisivas.



Esa posibilidad, más la de Obama a la presidencia misma, confirma la tesis de quienes sostienen que Occidente, corporizado en sus dos últimos sucesivos imperios, el británico y el norteamericano, perdió el monopolio de la historia. Esa posición todavía no es parte clara del discurso político, pero de la academia comienza a asomarse en la prensa que forma opinión (véase, p.ej., Parag Khanna, Waving Goodby to Hegemony, en http://www.nytimes.com/2008/01/27/magazine/27world-t.html?ref=magazine&pagewanted=print).



Todos los candidatos demócratas insisten en el poder llamado suave, a saber, la diplomacia, la influencia, el multilateralismo y la cooperación. Lo curioso, sin embargo, es que América Latina, parece no estar en sus radares, con excepción de Brasil y, aunque centrado en la inmigración, México (véase, http://www.foreignaffairs.org/special/campaign2008).



La razón pareciera ser que el mundo marcha hacia un equilibrio entre las tres grandes potencias de comienzos del siglo XXI, a saber, Estados Unidos, la Unión Europea y China. Tras ese primer mundo habría un segundo, formados por países e instituciones tales como Brasil, Rusia, India, la Asociación de Países del Sureste Asiático, la Organización de Países Exportadores de Petróleo, etc.



Y en esa nueva estructura no tendrían mayor importancia las tercermundistas y pequeñas soberanías decimonónicas, como lo son la gran mayoría de los países latinoamericanos.



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Iván Auger es consultor internacional

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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