Publicidad

Una receta indigerible


El candidato presidencial norteamericano Barack Obama, mientras volaba en el avión en que se halla realizando su gira de campaña, dijo a los miembros de su equipo: «Si le podemos decir al pueblo que tenemos un presidente en la Casa Blanca que tiene a una abuela todavía viviendo en una choza en las orillas del lago Victoria y tiene una hermana que es medio indonesia, casada con un chino canadiense, entonces tendrá un mejor sentido de lo que le sucede en sus vidas y en su país».



Los datos, naturalmente ciertos, reflejan con extrema precisión la lucidez del precandidato demócrata respecto al clima real que hoy vive Estados Unidos y el mundo. Un planeta en extremo mixturado, múltiple, culturalmente diverso hasta lo indecible. De lo
que no estamos seguros es de que sea eso eso, precisamente, lo que
quieran escuchar los electores.



Un sentimiento de caos étnico, de raro guisado, no resulta para nada apetitoso a nuestro parecer para una sociedad que busca discursos simplificadores, mensajes que afiancen el más preciado y escaso de los valores actuales: la certidumbre. La certeza de que al despertar el mundo seguirá en su sitio. Que el trabajo que se desarrolla nos seguirá esperando. Que la vorágine todavía está, relativamente, bajo un cierto control.



Obama es de un modo raro la constatación de todo lo contrario. Un símbolo de algo que se ha salido de cauce, y que la Norteamérica profunda tendrá serias dificultades a la hora de digerir. No está desencaminado Vargas Llosa cuando augura un atentado contra el candidato negro. Otros ya lo han profetizado. Y no hay que estar dotado del don de la clarividencia para imaginar a Obama acribillado a tiros por alguna mano como siempre escurridiza, cosa que ha ocurrido ya en incontables oportunidades en el ex paraíso de la democracia mundial.



Los enclaves de ultraderechismo son extraordinariamente activos en Estados Unidos. Y cuentan con medios y «soldados» que gustosos librarían a América de este peligro negro y musulmán. Una abuela africana viviendo a orillas del lago Victoria no es garantía de nada bueno para los que esperan un repunte del país blanco y próspero que hoy comienza a trastabillar. Ni un cuñado chino canadiense tampoco suena como un buen augurio para una nación que vive horas de angustia frente a la creciente amenaza de China a su economía.



Imaginamos que el bushismo republicano ya se estará inventándose un nuevo frente de guerra. Un nuevo atentado a la integridad nacional, una nueva historieta para llevar al gran país del norte a la hipnótica sensación de que son como un sólo hombre contra el mundo. No ese raro plato creole que representa Barack Obama y su abuela de floreado vestido mirando en el porche de su casa las ondulantes aguas de donde nace el Nilo.





__________________



* Antonio Gil es escritor y periodista.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias