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Carta al 10 de febrero


Malhadado 10 de febrero:



En la larga lista de las derrotas nacionales que incluyen proezas como el empalamiento de Caupolicán, el Desastre de Rancagua, el Asesinato y Desaparecimiento de Manuel Rodríguez, el Hundimiento del Angamos, la Batalla Naval de Iquique, la Tragedia de Alpatacal, la Constitución del 80, la llegada de las AFP, los Héroes de Antuco, la eliminación de la Roja en el Mundial del 2006 y Ricardo Solari comiendo hamburguesas para restaurar la confianza en los McDonalds, no hacías falta.



Y no menciono derrotas recientes de las que no podemos sentirnos colectivamente responsables ya que tienen que ver con que los ingleses no son lo que fueron.



Durante años resistieron con estoicismo los despiadados ataques de los Heinkel, Junkers y Dornier de la aviación nazi, los bombardeos con los Vergeltungswaffe más conocidos como cohetes V1, la destrucción de cientos de barcos de carga, de guerra y de transporte a manos de los U-boot, para no mencionar los fish & chips, el cocido de cordero a la menta y la cerveza tibia que aún agreden los estómagos de los súbditos de su graciosa majestad.



Sin embargo, liberaron a Pinochet de su prisión de Londres por obra y gracia de un único «Panzer«, modelo nacional, que sacó de quicio a los rossbifs llorando el canazo de «su general» como plañidera de campo.



En fin, malhadado 10 de febrero, que no hacías falta para avergonzarnos visto que razones no faltan.



Para mí hubiese sido mejor ponerte en un lugar como el que ocupa, -desde el nacimiento del calendario gregoriano-, el 30 del mismo mes, o por lo menos el 29, que en caso de ser portador de desgracias nos hubiese ahorrado el tener que soportarlas con frecuencia anual.



No obstante, te empeñaste en venir y en acunar el nacimiento de la derrota de las derrotas, el escaparate de la incuria chilensis, el bendito Transantiago.



Desconfiados como somos, hay quien afirma que ni todo el genio del dream team designado por R&L hubiese bastado para alcanzar los resultados conocidos sin alguna ayuda externa o sin algún estímulo artificial.



De ahí que se haya hipotizado el consumo de un alijo de hachish marroquí o, -según otros tratadistas-, el uso de Talidomida, de los efluvios de Tchernobyl o la ingesta desmedida de marisco crudo para concebir el «subnormalito«.



Y digo «subnormalito» porque, malhadado 10 de febrero, el Transantiago solo tiene un añito, edad tierna en que los peques aún son mononos, apenas comienzan a caminar y no dan el coñazo que la obra cumbre de R&L nos dio desde el primer día de su existencia.



Como suele ocurrir en la inmensa mayoría de estos casos, el «subnormalito» nació huérfano. El día del parto los obstetras y las matronas estaban de vacaciones. Al ver el resultado el genitor putativo miró para el otro lado y rehusó reconocer su paternidad.



De modo que el «subnormalito» nació solo, si exceptuamos un Espejo de guardia al que no se atrevió a preguntarle, el pobre, si él era el más bello.



En estos días estivales en que los chilenos o están de vacaciones o están saliendo, puedes apostar lo que quieras a que nadie celebrará tu cumpleaños, malhadado 10 de febrero, porque a pesar de haberle confiado el Transantiago a eminentes émulos del Dr. Vidal, -«cirujía de cuerpo y alma«-, sigue tan mamarracho como el primer día.



Así pues, la tan anunciada «revolución» se verificó en los hechos: al precio de tres mil millones de dólares hemos descrito una vuelta completa para volver al punto de partida.



Date por enterado, malhadado 10 de febrero: para tu primer aniversario no habrá torta, ni challas, ni gorritos, ni cornetines, aun menos algazara, ni percusiones, ni flautas, ni pitos ni chirimías.



Lo que no deja de sorprender en un país habituado desde sus albores a celebrar y a conmemorar derrotas.



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Luis Casado es ingeniero del Centre d’Etudes Supérieures Industrielles (CESI, Paris, Francia), profesor del Institut National de Télécommunications (INT) y miembro del Comité Central del Partido Socialista de Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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