Publicidad

Mr. Obama goes to Washington


Como en aquel clásico del cine americano «Mr. Smith goes to Washington» (Caballero sin espada), protagonizada por James Stewart en 1939, un joven senador se propone luchar contra el turbio «establishment» político de su país. No es el primero ni será el último. La figura locuaz de Barack Obama nos trae a la memoria aquella imagen carismática y trágica de John F. Kennedy.



Tal como se ha escrito, Estados Unidos constituye, al mismo tiempo, una democracia y un imperio. Este ha sido el país donde cristalizó la «modernidad» nacida en Europa: el modelo antropológico, cultural, tecnoeconómico y social que hoy se replica en buena parte del orbe. En cuanto democracia, esta nación se ha visto muchas veces convulsionada por demandas populares, como el movimiento pacifista de los sesenta o la lucha por los derechos civiles de las minorías; en cuanto imperio, ha protagonizado los momentos más bochornosos de la humanidad en su propia tierra como en Dallas y alrededor del mundo como en Vietnam o Chile.



Cada cierto tiempo, pareciera que los pueblos se hastían del frío «cinismo» que caracteriza a los agentes de la «política preformativa». El candidato afroamericano Barack Obama, en este sentido, irrumpe en la política norteamericana con un mensaje cálido y, en apariencia, ingenuo, sin embargo, imprescindible: el mensaje de la «esperanza» y del «sentido». El mismo que en su momento trasmitieron a su pueblo hombres como Abraham Lincoln, Franklin D. Roosevelt y John F. Kennedy.



Aunque sobran las razones para mirar con escepticismo este «cambio» en la sociedad estadounidense, no se puede negar la tremenda valentía del candidato. No podemos olvidar que en la capital del imperio se juegan, finalmente intereses económicos monstruosos de alcance mundial cuya expresión última es el poderío militar encarnado no sólo en las elites castrenses sino en las oscuras, y a ratos siniestras, redes de la «seguridad nacional».



En contraste con el perfil basto y agresivo del actual mandatario, el candidato señor Obama ofrece el ideario político y el sentido que fundó su nación, un gobierno que se ocupe del bienestar del pueblo y que conviva en forma pacífica y civilizada con el resto de las naciones. Si el señor Obama logra llegar a la Casa Blanca, se inaugura la posibilidad incierta de que «algo» cambie en la política norteamericana y eso no es poca cosa.



Álvaro Cuadra es investigador y consultor en comunicaciones /IDEES

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias