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Estadistas

En Chile no existe esa práctica de contar con la palabra sabia, experta y desprovista de intereses, en una comisión de planificación de funcionamiento permanente, que asesore desde una perspectiva de Estado. Quizás el último en hacerlo fue Salvador Allende, que sí respondía a la cultura del estadista.


Por Juan Francisco Coloane*



Quiénes se pueden llamar hoy estadistas, o a quiénes la sociedad les puede asignar ese rol, constituye uno de los problemas fundamentales del sistema político que conduce y da vida al Estado, entendido éste en su dimensión mayor. El otro problema es el de la calidad de la filosofía política que se propaga, independiente de sus líneas de pensamiento, que al final es donde se refleja la actitud y la actividad de la población.



De alguna manera, los estadistas en los últimos 20 años, especialmente a partir de la crisis financiera de los años 70, que provoca el ajuste estructural a las economías de los años 80, comienzan a ser menos relevantes y a ser reemplazados por los monetaristas. El monetarismo es el eje del argumento político filosófico que sostiene al sistema actual. De alguna manera, como tramposo que es, este sistema se auto concibe como un Estado reducido y reduccionista a la vez. También es la contracción en el análisis, una ruta abierta para la opción equivocada.



A partir del desaparecimiento de estadistas como Nerhu, Churchill, Roosevelt y De Gaulle, por recurrir a los de mayor impacto y divulgación, desde el ápice de la materia gris del gran capital, aparece con frecuencia la pregunta acerca de ¿dónde están los grandes líderes? Y, deliberadamente o no, la alusión evita el tema de más peso: ¿donde están los estadistas? La Academia de la Lengua define como estadista a una «persona que describe la población, riqueza y civilización de un pueblo, provincia o nación». También a «una persona con gran saber y experiencia en los asuntos del Estado». A su vez, líder para esta Academia es: «la persona a la que un grupo sigue, reconociéndola como jefe u orientadora». Está asociado a caudillo, jefe de grupo y más bien a cabeza de una entidad o agrupación. La palabra estadista no solo comienza a desaparecer, sino que se le usa indistintamente con la de líder, esencialmente porque al sistema capitalista no le interesa siempre hacer Estado.



A los asesores que los emperadores chinos consultaban se les llamaba estadistas. Venían de diferentes regiones, y representaban diversas capacidades. En la India moderna, desde Nerhu hasta el presente se acude a personas de impecable trayectoria moral, y a profesionales de importante experiencia para contar con sus opiniones, independiente de sus afiliaciones públicas. De alguna forma, la idea proviene de las monarquías cuando no existían los sistemas políticos de hoy.



En otras partes de Asia también existe esta práctica. A estas personas se les entrega la investidura del estadista en el sentido de su contribución de hacer Estado y nación. Pueden representar temas, ideas o localidades, trabajan por invitación y por lo general ad-honorem; muy lejos de los dineros que provienen de los fondos internacionales.



En Chile no existe esa práctica de contar con la palabra sabia, experta y desprovista de intereses, en una comisión de planificación de funcionamiento permanente, que asesore desde una perspectiva de Estado. Quizás el último en hacerlo fue Salvador Allende, que sí respondía a la cultura del estadista.



En este sentido, el ejemplo quizás más claro y emblemático de esta grave deficiencia en el Estado chileno lo reflejó la figura del destacado nutricionista y experto en salud pública, el médico Gonzalo Donoso Yañez, recientemente fallecido en La Retamilla.



Formó parte de la Oficina de Planificación del Gobierno de Allende en el área de nutrición humana hasta el Golpe de 1973, en los momentos en que ya integraba un núcleo de expertos internacionales en nutrición y salud pública. Sin embargo, al regresar a Chile en 1990, contando a su haber con una brillante trayectoria como asesor de la OMS, FAO, y UNICEF en países como Irán, El Líbano, Bangladesh, India, Sudán, Angola, Mozambique, jamás fue convocado en casi 20 años de gobiernos de la Concertación a formular un juicio o palabra, en instancias de gestación de políticas públicas. Por personalidad no era para habitar pasillos de instituciones.



Gonzalo Donoso es autor de una cantidad importante de contribuciones en el desarrollo social, particularmente en el tema de nutrición y salud pública. Es uno de los que lideró la desmitificación del falso dilema de las proteínas versus calorías, en el debate de la seguridad nutricional que paralizaba acciones prácticas para combatir el hambre y la desnutrición en los años 70.



Introduce más agresivamente que ninguno la variable de la diarrea en la desnutrición. Forma parte de una generación irremplazable de pensadores y activistas en la planificación de la nutrición humana – de la cual hoy muchos monetaristas eluden discutir- como Jeliffe, Scrimshaw, Payne, Miller, Sukhatme, Behar, por nombrar algunos.



Hay más casos como el de Donoso en las prácticas de Estado en Chile, y quizás el suyo sea el más brutal. No sólo por lo que representa como técnico, sino por la persona, y especialmente por su cultura universal que respaldaba al bagaje profesional. En suma, la base del estadista. India, un país que sí algo tiene es recursos humanos, sin embargo no se habría permitido descartar el oficio y la experiencia de un profesional como Gonzalo Donoso. Chile en eso sí pudo.



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* Juan Francisco Coloane es analista internacional.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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