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La necesidad no tiene cara de hereje

Enrique Correa nos pone ante una situación de emergencia, de «quedar a oscuras y sin calefacción», con graves consecuencias para la economía. Este argumento es el más peligroso, pues atemoriza y con ello expropia al ciudadano de su derecho a opinar y decidir sobre su vida y del país que quiere. El estado de emergencia suspende la democracia y fragiliza la gobernabilidad, eso lo hemos vivido.


Por Osvaldo Torres*



En una entrevista reciente, Enrique Correa señala que en materia ambiental «la ley de la necesidad es más poderosa que cualquier otra razón», mostrándose partidario de las megarrepresas en la Patagonia, la multiplicación del uso del carbón y si «fuese necesario» la energía nuclear. Afirma que en este tema esta en juego la «independencia del país».



Este «nacionalismo energético» es bastante obsoleto. Son escasos los países con alto crecimiento debido a su autonomía energética. Al contrario, un tercio de los productores de petróleo tienen alta inestabilidad y muchos, un bajo desarrollo. Además, se argumenta que las fuentes alternativas proveen pocos megawatts y son caras. Esto, aunque la experiencia internacional muestra que no es conveniente tener megacentrales hidroeléctricas, y menos tan alejadas que requerirían el electroducto más largo del mundo. La tendencia es pequeñas centrales cerca de los centros de consumo.



Pero la cuestión de la «ley de la necesidad» es clave. Enrique Correa nos pone ante una situación de emergencia, de «quedar a oscuras y sin calefacción», con graves consecuencias para la economía. Este argumento es el más peligroso, pues atemoriza y con ello expropia al ciudadano de su derecho a opinar y decidir sobre su vida y del país que quiere. El estado de emergencia suspende la democracia y fragiliza la gobernabilidad, eso lo hemos vivido. Sabemos que la necesidad puede ser creada por las propias empresas interesadas en mega inversiones y mega ganancias.



Despejado esto, el debate sobre la política energética chilena es fundamental para el modelo de desarrollo que queremos. La visión «fordista» de Correa le impide ver que la energía nuclear es la más cara del mercado, a tal punto que ni Estados Unidos ha construido una desde 1978, a pesar de los altos incentivos gubernamentales. Es, también, la más contaminante -no está resuelto el tema de los desechos radioactivos- y requiere un alto consumo de agua para enfriamiento, que en Francia es el 40% del consumo total del país.



La energía nuclear cubre el 5% del consumo con 439 plantas. Las energías alternativas entregan el 20%, equivalente a 2000 plantas; es decir 3 cada mes por los próximos 60 años. El uranio disponible sería para 15 años: ¿donde irán los desechos nucleares? ¿Se habría resuelto la «necesidad»?.



Una fuente importante de superación de la crisis energética está en la optimización de las redes de distribución y el ahorro que puede alcanzar del 20% al 40%. Italia ahorrará 4.200 megawatts, equivalentes a 2 mega centrales a carbón, por este concepto.



Si la lógica es producir con ventajas comparativas, Chile tiene sol, viento, mareas y fuentes geotérmicas cerca de los puntos de consumo. La energía eólica ha alcanzado el 20% de la producción mundial y su proyección para el 2012 es que supere las 52 mil GW; la solar alcanzará los 12 GW, en tanto la nuclear no representará el 9% del total.



Decidir ahora por energías limpias y renovables implica una política pública que considere la formación de una masa crítica de científicos, de apoyo al inversionista nacional e incentivos al ahorro y producción ciudadana. En Italia, por ejemplo, los hogares pueden invertir -con apoyo estatal- en paneles solares que producen energía, ésta ingresa a la red eléctrica, descontándolo del consumo del hogar y a fin de año se entrega un bono por el monto producido que sirve para pagar la inversión inicial.







*Osvaldo Torres es antropólogo, académico de la Universidad Central.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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