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Bolivia está pariendo un corazón


Los resultados del referéndum revocatorio boliviano clavan la situación política del país entre un aplastante triunfo de Evo Morales y una consolidación del regionalismo autonomista. El 64% de aprobación obtenido por el presidente Morales se compensa con la ratificación en sus cargos de la mayoría de los prefectos opositores, dejando la impresión de un empate catastrófico, que lejos de solucionar los problemas los acentúa.



Esta visión es, sin embargo, la del vaso medio vacío. Porque si se analizan con objetividad los resultados, éstos dejan entrever dos verdades políticas importantes, ampliamente positivas para el gobierno, que requiere apoyo y cooperación para arribar a buen puerto.



La primera es que el presidente amplió en más de un 18% su aprobación de gobierno luego de dos años y medio de ejercer el mando. Ello lo transforma en un auténtico líder nacional, que representa no sólo al mundo indígena de Bolivia sino una idea de Estado integrador, capaz de darle un sentido nacional al país.



En segundo lugar, los resultados permiten atisbar que la forma estadual y el régimen político boliviano, en un claro ejercicio de democracia directa, lo acercan a un modelo de mayor madurez bajo la forma de un sistema que podemos calificar de semifederal. Que debe dialogarse para adquirir su perfil definitivo.



Por otra parte, hasta ahora ninguno de los augurios negativos acerca de los resultados, dosis de violencia incluida, se ha cumplido. Más aún, la beligerancia preliminar demostrada por determinados actores políticos se vio rápidamente deslegitimada y disuelta en los enunciados acerca de las nuevas condiciones para el diálogo entre oposición y gobierno.



Frente a estos aspectos positivos, es importante que se desarrolle una acción internacional que ayude a Bolivia a empujar su historia institucional a mayores cuotas de estabilidad y diálogo. La capacidad política de Evo Morales y la vocación de proyecto nacional que tiene el movimiento político que él lidera, no alcanzan todavía para poder superar los enormes obstáculos que tal tarea tiene.



El Presidente Morales debe luchar no sólo para estabilizar y orientar de manera cohesionada su mayoría política y hacer, al mismo tiempo, un buen gobierno, generando los cambios prometidos y construyendo un acuerdo de gobernabilidad con la oposición. También tiene que luchar contra el enorme peso simbólico negativo de los prejuicios raciales y políticos, nacionales e internacionales, que acechan permanentemente a su administración. Sobre todo bajo la forma de un escepticismo sobre la viabilidad democrática de su proyecto nacional, que pone a sus vecinos de meros observadores de lo que allí ocurre.



Raras veces se ha visto en el continente, y quizás en el mundo, actos de coraje y confianza política como la efectuada por Evo Morales al convocar su referéndum revocatorio. Y tampoco mayor simplicidad y claridad de objetivos estratégicos.



Democracias que se consideran a sí mismas maduras, como la chilena, tienen regímenes político institucionales que jamás han sido sometidos a la aprobación ciudadana, propiamente tal. Más aún, la tendencia creciente de muchos mandatarios es buscar subterfugios, interpretaciones o reformas, que les permitan la reelección, lesionando claramente los principios iniciales de libre alternabilidad.



Por lo mismo, parece necesaria una activa cooperación política y diplomática regional, multilateral y bilateral, para que este momento virtuoso en el desarrollo histórico de Bolivia, que tiene todas las tensiones, pasiones y complejidades de los procesos de alumbramiento en la vida de los Estados, se transforme efectivamente en mayor estabilidad, crecimiento y democracia.

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