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No repitamos el once: a vivificar la democracia

La democracia en las ciudades griegas sucumbió y ganó la barbarie. El año 73 marcó en Chile la tragedia de la polarización y la negación del otro. Ad portas del Bicentenario debemos dinamizar »nuestras industrias y artes» y atrevernos a «dar poder a los muchos».


Por Esteban Valenzuela*



Con horror, y autocrítica, observo un nuevo aniversario del golpe de Estado y leo las encuestas de valoración de la democracia, donde ocupamos de los peores lugares en el continente.



El 11 de septiembre fue la tragedia de Chile cuando todos los sectores políticos deslegitimaron el valor de la democracia, incluyendo a los militares y a la superpotencia en tiempos de Guerra Fría. A 35 años es insólito que nuestra democracia no goce de prestigio y lentamente, por acción u omisión, estemos socavando su legitimidad. Hay que ver las causas que llevan a segmentos juveniles a estar contra todo el sistema.



Necesitamos un viraje y un nuevo compromiso para generar empleos de calidad (la mentada igualdad de oportunidades), y sobre todo, profundizar el sistema democrático. Releyendo a Tucídides en la «Guerra del Peloponeso» con su «Discurso de Pericles», éste defiende a los griegos contra los bárbaros, rescatando los dos rasgos que en el Chile de hoy no se viven con certeza: «aumentamos las industrias y las artes» y «nuestro gobierno se llama Democracia, porque la administración de la República no pertenece ni está en pocos sino en muchos».



Nuestra democracia es cada vez más de «unos pocos» y no de «muchos». No hay caso con aprobar la inscripción automática de los jóvenes y sólo el 50% de los mayores 18 años marcará una preferencia en esta elección municipal (la otra mitad serán los no inscritos, abstencionistas y nulos). No damos poder a «otros» y seguimos con los modelos centralistas en regiones y en la propia administración del Gran Santiago. No se cumplen las promesas de modificar el binominal y las minorías seguirán excluidas. Sectores derechistas siguen temiendo al reconocimiento de los pueblos indígenas, a los plebiscitos, a las iniciativas popular de ley, ni hablar de referéndum revocatorios. Líderes de la Concertación se ufanan de las primarias norteamericanas, pero una vez más se impuso la negociación cupular para determinar los candidatos a alcaldes. No se abre juego a los «muchos».



La economía fortalece su concentración. Las nuevas generaciones acceden a la educación superior, pero les angustia la falta de oferta relevante de trabajo. «No aumentamos las industrias y las artes» como centro de la acción política y estado de ánimo nacional; nos estamos conformando con subsidios y ayudas, pero sin ganas de transformar. Desafíos del empresario, el Estado moderno, los centros educacionales que pueden enfatizar más la creatividad y el emprendimiento.



La democracia en las ciudades griegas sucumbió y ganó la barbarie. El año 73 marcó en Chile la tragedia de la polarización y la negación del otro. Ad portas del Bicentenario debemos dinamizar «nuestras industrias y artes» y atrevernos a «dar poder a los muchos». Si no actuamos con un espíritu desarrollista y reformista, las voces descreídas con la democracia crecerán y no es justo hacinar aún más nuestras cárceles, esta vez, de jóvenes con bronca que no ven la «fecundidad de la democracia».





Esteban Valenzuela es diputado de ChilePrimero*


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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