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Bachelet y la Liga Democrática


La urgente y efectiva reunión cumbre de UNASUR convocada por Michelle Bachelet y la fuerte declaración unánime de apoyo a la democracia boliviana y a su presidente Evo Morales, tienen un enorme significado político. Porque fue más allá de lo esperado por todos y porque reedita la política de "cláusula democrática" entre los Estados, formulada en los años noventa..



Lo actuado es un hecho político inédito que pone una vara alta a la diplomacia norteamericana para América del Sur, y un acento de solidaridad y cooperación en las relaciones de la región. De hecho, reafirma la legitimidad internacional del presidente Morales ante las fuerzas políticas secesionistas bolivianas, y pone un límite a las acciones oblicuas de EEUU ante el conflicto.



Y quizás, lo más importante, genera de manera realista las condiciones para la única salida posible en el país altiplánico: el diálogo político y social.



Desde siempre, la estabilidad política y social de Bolivia ha tenido un gran significado para la región. Pero hoy tiene un agregado: la geopolítica de la energía en la región latinoamericana.



Por diversos motivos, históricos, étnicos y culturales, la articulación institucional de Bolivia es un problema de ingeniería política mayor, que ahora se ve reforzado por la perspectiva de enormes reservas de gas sin explotar.



Desde siempre, Bolivia ha carecido de una fuerza endógena suficiente y autónoma para encausar la normalidad. El reciente referéndum revocatorio dejó en claro que ninguna fuerza político-social tiene capacidad suficiente para someter a su adversario.



De ahí la importancia de lo actuado por UNASUR. Porque no era fácil actuar con rapidez y, al mismo tiempo, generar ese plus que requiere -en estos momentos- la democracia del país andino para encontrar una salida.



Es difícil predecir la sustentabilidad en el tiempo de lo resuelto en la reunión de Santiago. Son demasiadas las presiones y situaciones que deberá enfrentar.



Entre ellas, la siempre tensa atención brasileña ante cualquier situación que ponga en peligro su abastecimiento de gas. Sobre todo, porque sus zonas más industrializadas, como Sao Paulo, no resistirían, sin serios problemas, una interrupción del suministro energético. Ello explica la enérgica y a la vez distante reacción del presidente Lula antes de la cumbre de UNASUR al declarar que no permitiría ninguna ingerencia externa en los asuntos internos de Bolivia.



También tiene mucho significado para Argentina, que ve en las reservas de gas de Bolivia la fuente energética de su desarrollo. Ya el país, durante el gobierno de Néstor Kichner, se apresuró a subirse, a cualquier costo, a la "mesa del gas" promovida por el antecesor de Evo Morales, sin mucho reparo por una controversia por suministros con Chile.



Y qué decir de Venezuela, país para el cual las fronteras virtuales de su geopolítica de la energía están en Bolivia y Estados Unidos.



No existen razones como para pensar que los intereses económicos y financieros internacionales no rondan la crisis boliviana. Las reservas de energía son una preocupación mundial y la perspectiva de negocios en Bolivia es más que considerable.



En este contexto, falta conocer la reacción norteamericana, aparentemente el país más afectado, al menos simbólicamente, con la línea de acción resuelta. Es previsible un cierto retraimiento debido a la situación electoral que se vive allí, aunque las acusaciones sobre la existencia de mercenarios y agentes extranjeros pagados, en connivencia con sus representantes diplomáticos, ponen a EEUU en el centro de la controversia. Es evidente que la estrategia suave pero firme de UNASUR tiene un río subterráneo que la puede socavar, y es la ácida disputa diplomática trabada entre Bolivia y Venezuela con Estados Unidos.



El ganador internacional neto es Chile, que pone un sello innovador a su política exterior, rompiendo con la "inercialidad" de su diplomacia económica y transoceánica, domiciliándolo nuevamente en "el barrio" sudamericano, con una política vecinal de cooperación democrática fuerte, a la cabeza de una nueva liga democrática.

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