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Caminando sobre el tejado

Fue en mayo de 2007 que por primera vez conocería personalmente a Yevtushenko. Hablamos de sus varios viajes a Chile y el cariño que siente por ese país parecía muy sincero. Leímos en varias partes y conversamos las dos semanas que pasamos juntos. Leyó en una plaza de Quetzaltenango…


Por Javier Campos*

¿Cómo pude sobrevivir durante el tiempo de Stalin?
Es que una vez muy contento salí disparado
de una ventana del noveno piso
donde con mucho orgullo caminé sobre el tejado
guiado por no sé quién
y llevando en mi mano un trago de vodka..
 
                                                                                     Y.Y
   
Era a mediados de los 60 en un día de verano en Tomé, Chile, cuando un amigo me dijo que Pablo Neruda viajaba por todo el país con un poeta ruso joven y bien famoso. Aquel poeta era Yevgeny Yevtushenko (1933, Zima, Rusia). Me dio unas hojas del diario El Siglo donde estaba la noticia y además venían unos poemas de él. Yo tenía 16 años y aún estaba en la escuela secundaria. Eran para mí los comienzos, junto a otros de mi edad,  de aquel misterio que es el de escribir o garabatear versos en un papel. Eran nuestros inicios, y aún no nos importaba saber lo que alguna vez García Márquez escribió: «¿Qué clase de misterio es ése que hace que el simple deseo de contar historias, escribir poemas, se convierta en una pasión, que un ser humano sea capaz de morir por ella; morir de hambre, frío o lo que sea, con tal de hacer una cosa que no se puede ver ni tocar ni que, al fin y al cabo, si bien se mira, no sirve para nada?”.

A muchos de los que comenzamos a escribir  en esas fechas luego la vida nos llevó por distintos caminos, pero la mayoría de aquel grupo poético provinciano no volvió a escribir nunca más. Se dedicaron a cosas mucho más concretas buscando (con razón) futuros que no fueran inciertos. La mayoría, claro, no murió de hambre o de frío como románticamente decía García Márquez (aún cuando sí hay muchos ejemplos de ello en la historia del arte y la literatura de todo el mundo).

Así fue que comencé a leer y apreciar hasta ahora la poesía de Yevtushenko. Primero por su tono conversacional y una fuerza que sin duda le venia de la gran poesía y narrativa rusa que le antecedía, como Alexander Pushkin, Sergei Essenin, Vladimir Mayakovsky, Leon Tolstoy, Alexander Blok, Marina Tsvietáieva,  Anna Ajmátova entre muchos más. Y segundo,  la capacidad de dar a un asunto político un original toque artístico, lo cual  nunca ha sido fácil, especialmente en los que practicaron el realismo socialista desde 1917 en adelante,  y que hoy muchos quieren revivirlo.

La poesía de Yevtushenko surge durante el estalinismo y después de la muerte de Stalin (1953). En 1949 publicó su primer poema, y a los 19 años su primer libro. Él fue un pionero en leer en las plazas rusas y en los estadios ante multitudes. Yevtushenko dio una voz a toda una generación (“los hijos de la Cortina de Hierro”) que deseaba expresarse libremente. Aquella que permaneció por años bajo la represión de Stalin y continuaría después de su muerte. A los 22 años fue famoso en Rusia como poeta del amor. Pero muy pronto, y antes de la presencia de Solzhenitsyn, Sakharov y otros disidentes rusos en el ambiente político, su poesía llegó a ser la única y solitaria voz contra el estalinismo. A esa misma edad, 22 años,  publicó el largo y uno  sus más famosos poemas: “Zima, mi pueblo”.

Durante el régimen de Stalin, el resto del mundo permanecía cerrado para todos los rusos. Un año antes del discurso de Khrushchev contra Stalin, Yevtushenko articuló sus frustraciones con estos versos: Fronteras aparecen en mi camino / Es una vergüenza/ para mi no conocer Buenos Aires ni Nueva York, / Quiero caminar hacia Londres, / y conversar con todos… (de “Prólogo,”, 1955).  Rápidamente Yevtushenko cruzó esas“fronteras”. El abrió el camino a esos otros a quienes le habían “robado el mundo” y ahora millones de turistas rusos visitan todos los rincones del planeta. En 1960 fue el primer ruso en romper la Cortina de Hierro y comenzó a recitar su poesía en el Oeste siendo aclamado en Europa,  Norte, Centro y Sur de America, El Caribe y África.

Pero fue en 1961, a la edad de 28 años, cuando Yevtushenko saltaría a la fama en la entonces URSS y en el resto del mundo. Ese año publicó su poema Babi Yar  (el famoso comienzo del poema es: “No hay aún ningún monumento erigido a ti  Babi Yar…”). Poema de protesta  contra el anti-semitismo en un momento en que la propia Unión Soviética no se quería hablar de esa masacre de 100.000 victimas entre 1941 y 1942, la mayoría judíos, perpetrada por los fascistas alemanes y que Stalin nunca quiso denunciar. Hoy día, ese poema está grabado en piedra en el Museo a la Memoria del Holocausto en la ciudad de Washington, EE.UU. Pero ese poema, en aquel mismo año de1961,  fue la también inspiración para la famosa Sinfonía número 13 del compositor ruso Dimitri Shostakovich.

Fue en mayo de 2007 que por primera vez conocería personalmente a Yevtushenko. Hablamos de sus varios viajes a Chile y el cariño que siente por ese país parecía muy sincero. Leímos en varias partes y conversamos las dos semanas que pasamos juntos. Leyó en una plaza de Quetzaltenango un poema magnifico “Adiós bandera roja nuestra”. Mientras leía aquel poema pasaba por mi mente la magnifica época que le tocó crecer como poeta bajo el estalinismo y cómo, a sus 75 años, aún mantiene la potencia de sus poemas políticos que jamás convierte en un panfleto. Luego me dijo que ese poema  lo leyó en una iglesia en Cuba en 2006 y mucha gente lloraba en silencio  al escucharlo.

Un día nos invitaron a unas termas en una montaña que recibía agua caliente desde un volcán y donde hace más de mil años grupos mayas ya se bañaban allí. Luego de salir de la piscina natural él quería tomar un vino chileno pero le dije que en este lugar jamás habría eso. Y partió decidido al bar de las termas dando largos trancos (mide casi un metro noventa)  y luego desde allí me gritó: «….mira lo que encontré, un vino que se llama Tarapacá y es Merlot y dice hecho en Chile». Así que no tomamos una botella en ese lugar milenario comiendo pan con quesos y tomates, y comenzó una amistad que sigue hasta ahora pues en Guatemala me pidió que fuera su traductor al castellano de un libro editado en inglés de poemas recientes.

Vuelvo ahora al verano de mediados de los 60’ en Tomé, Chile, recordando la vez que leí por primera vez unos poemas de Yevtushenko cuando era un principiante de poeta. Leyéndolo y escuchándolo ahora en 2008  creo que yo todavía sigo siendo aquel aprendíz.

*Javier Campos es poeta, narrador y columnista. Acaba de traducir recientemente al español  el último libro de poemas de Yevgeny Yevtushenko, Caminando sobre el tejado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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