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Elecciones municipales: un baile tan ajeno

Es una lástima corroborar que nuestra clase política se mantiene en prácticas «ombliguistas» que no convocan, alimentando un circulo vicioso que no hace mas que desprestigiar la política, asegurando la permanencia de unos poco -los mismos de siempre- en una fiesta en que bailan cada vez más solos


Por María Eugenia Díaz*

La manera en que se ha desarrollado esta campaña municipal es un fiel reflejo de la naturaleza de la clase política chilena y la calidad de nuestra democracia. Abundan  preocupantes signos de estancamiento y desinterés, tanto de parte de la ciudadanía hacia la política como de la política respecto de lo/as ciudadanos/as.

Es evidente que la ciudadanía ha dejado de ver en el voto una herramienta eficaz de participación. Recientes cifras del INJUV revelaron que el 80% de los jóvenes chilenos entre 18 y 35 años no participará en las elecciones municipales porque no están inscritos. El estudio arrojó que el 68 % de los jóvenes consultados decidió no inscribirse porque considera que la clase política no se preocupa de ellos.

Estas cifras son preocupantes y decidoras. No sólo representan el creciente descrédito y escasa valoración del quehacer político por parte de las generaciones jóvenes sino también permiten suponer las razones que lo explican. Pero, según lo desplegado hasta ahora en la campaña municipal, el estancamiento democrático y la despreocupación no es patrimonio de la ciudadanía respecto de la política, sino que también, aunque de un modo sutil pero mucho más preocupante, es esa misma clase política de elites la que se encarga de reforzar la idea de que efectivamente «no está ni ahí» con la ciudadanía, y sigue enviando señales confusas de lo que realmente implica ocuparse de la comunidad país.

Es difícil entender cómo en una campaña municipal el tema que más ocupa a los actores políticos con tribuna son las presidenciales o las apuestas acerca de qué coalición es la que obtendrá más votos. No sólo la vergonzosa constatación de que muy pocos candidatos señalan  su afiliación política es una clara muestra de la naturaleza des-informadora de esta elección, también una parte importante de candidatos se ha negado a participar en debates públicos.

Eso es negar la esencia misma de la política, restarle validez al proceso electoral y faltarle el respeto al electorado. Así, no puede esperarse otra cosa que la apatía y el desprestigio.

Se echa de menos la información, las  propuestas de fondo y la reflexión acerca de qué tipo de gente se necesita para dirigir un gobierno local. ¿Cómo entonces podrían encantarse mujeres y hombres jóvenes por participar en un baile tan ajeno de la realidad cotidiana?

Los/as alcaldes tienen importantes atribuciones que afectan la calidad de vida de las personas, la identidad de los barrios, el acceso a salud y educación, los espacios públicos, entre otras materias. Y al contrario de lo que son las tendencias en participación política, la encuesta Bicentenario de Adimark-UC da cuenta que una importante mayoría de personas cree que el alcalde y el municipio son las instancias con mayor capacidad para resolver sus problemas.

La elección municipal se presenta así como un importante espacio para los habitantes de la comuna y para aquellos que se postulan para representarlos. Una oportunidad para evaluar lo realizado y proyectar el desarrollo futuro. Un espacio ideal para que cada tendencia política despliegue sus propuestas y dialogue con la comunidad acerca de los desafíos y prioridades de los asuntos locales.

Sin embargo, a estas alturas, está claro que esa oportunidad no ha sido aprovechada; se ha perdido la posibilidad valiosísima de hacer más participativo el proceso por el cual elegimos a nuestros representantes, no sólo para mejorar la calidad de nuestras comunidades sino también de nuestra democracia.

Cifras de Genera han resultado reveladoras en este sentido, detectando que en Chile, a 20 años de la recuperación de las instituciones democráticas, un 26% de las personas expresa que da lo mismo vivir o no en democracia y el 11% opina que ir a votar es un mero trámite. ¿Será entonces suficiente legislar sobre la voluntariedad del voto para revertir la marginación de los jóvenes del padrón electoral? Sin duda ayudaría, la democracia debe ser capaz de convocar a las nuevas generaciones, ganar sus votos, generar propuestas y discursos atrayentes. Pero ello requiere de acciones concretas que hagan que la democracia sea más que una elección.

Es una lástima corroborar que nuestra  clase política se mantiene en prácticas «ombliguistas» que no convocan, alimentando un circulo vicioso que no hace mas que desprestigiar la política, asegurando la permanencia de unos poco -los mismos de siempre- en una fiesta en que bailan cada vez más solos, cada vez más lejanos, cada vez más fuera de ritmo.

 

*María Eugenia Díaz es directora ejecutiva de Genera.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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