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Estatización de los fondos en Argentina: de la crisis financiera a la política real

Uno de los pilares del Ajuste Estructural de los años 80’, que da vida al sistema económico amenazado con la actual crisis financiera, consiste en desregular el sistema de contrataciones (la llamada flexibilidad laboral puesta al límite), acompañada por un sistema privado de pensiones…


Por Juan Francisco Coloane*

La noticia de estatización de los fondos privados de pensiones en Argentina (AFJP), comienza a impactar políticamente en medio de la crisis financiera. Uno  de los pilares del Ajuste Estructural de los años 80’, que da vida al sistema económico amenazado con la actual crisis financiera, consiste en desregular el sistema de contrataciones (la llamada flexibilidad laboral puesta al límite), acompañada por un sistema privado de pensiones. Ambas medidas son dos pinzas sincronizadas como en un alacrán, para restringir amenazas al capital, y hacer crecer la rentabilidad de la inversión en el empleo. Alicia en el país de las maravillas, impuesto en gobiernos autoritarios.

Pues bien, la presidenta argentina Cristina Fernández desde el corazón de la tradición justicialista por el Estado de bienestar, saca su carta en un sistema político financiero abierto para el juego. La noticia perturba al capital español cuyas empresas y bancos mantienen intereses en las AFJP, pero que también sufre una de sus peores crisis del período pos franquista. La medida se veía venir, porque los fondos mostraban una espiral de pérdidas. La postura oficial  es reestructurar un sistema de pensiones que no funciona (C.Mesa-Lago; A.Zaiat).

El anuncio comienza a tener un impacto político, más allá del aporte al Estado, como inyección de liquidez. Los fondos se acercan a los 30 mil millones de dólares, donde sólo el 40 por ciento de los afiliados contribuyen. Se ha propagado que la deuda pública argentina ascendió a 145 mil millones de dólares en 2007, un 56% del PIB argentino. Desde esta perspectiva, el impacto de estos fondos en este plano es irrelevante. Como parte del ajuste, el Estado ha permanecido desprovisto de una fuente de ingreso sustancial desde que el ex presidente Carlos Menem privatiza los fondos en 1994, con el apoyo del FMI y el Banco Mundial.
La de Cristina Fernández es la primera medida de carácter social a partir de esta crisis. Independientemente de que se realice, ha abierto un debate que se mantenía cerrado como un tabú.

De ser aprobada, la estatización se suma al Plan de Gordon Brown de nacionalizar tres bancos con problemas de insolvencia en el Reino Unido, en una estrategia de reactivar el rol del Estado en la economía. Las medidas atacan el corazón de la doctrina monetaria que prevalece. La lucha doctrinaria entre los que desean una reforma profunda al ajuste económico de los años 80’, se reabre con otras características. Ahora el sistema financiero falló dañando al sistema económico global, y por sobretodo, el fenómeno se produce en un contexto de desgaste pronunciado en el sistema político.

Ideas parecidas provienen del candidato demócrata Barack Omaba, cuando plantea enfrentar esta crisis a través de inversiones que estimulen mejorías en la infraestructura de servicios como educación, salud, y desarrollando autonomías en las fuentes de energía desde una perspectiva amplia. Su programa parece cada vez más una receta para enfrentar en el corto plazo la crisis social, que una crisis financiera. En el fondo son ambas. De la crisis financiera a la política real.
Economía de posguerra

Si la actual crisis financiera se convierte gradualmente en una recesión global, se estaría frente a una situación similar a la producida al finalizar la Segunda Guerra Mundial, de la cual poco se habla.

En 1946 hay un claro desgaste en los países centrales por la guerra. EE.UU. entra en crisis con una espiral de inflación. Estallan paros laborales en industrias pilares, sumando más de 5 millones de huelguistas. El Gobierno determina un alza de los salarios en más de un 33%, mientras el  presidente Harry Truman establece la Oficina de Estabilización Económica para controlar la inflación; envía a las tropas del ejército a los ferrocarriles, industrias y minas de carbón para enfrentar una huelga generalizada. El Reino Unido nacionaliza la industria del carbón, y el gobierno se hace cargo del Banco de Inglaterra. Dentro de un año se introduciría el Plan Marshall en Europa para iniciar la recuperación económica en un sistema despedazado. Es la ola de la intervención estatal a nivel global más grande de la historia.

Independiente de los desequilibrios de rentabilidad entre capital especulativo y capital del sector productivo, hay cuatro razones para sustentar el argumento de una crisis económica global similar al del período anotado.

Estas se relacionan con la invasión a Irak en 2003. La primera es el efecto del gasto de la guerra para el gestor principal, EE.UU. El costo actual asciende aproximadamente a US 600 mil millones, suma cercana al rescate financiero de las instituciones fallidas.

La segunda, el clima de desconfianza generalizada creado a partir de 2003 en el sistema de relaciones internacionales. Se reinstaló la Guerra Fría con un altísimo costo político y monetario, por la continua fricción en el manejo de espacios de poder.

Tercera, el factor geopolítico de la situación de Irak y la región, particularmente sus consecuencias en la seguridad energética de nivel global. Aquí hay dos aristas. Una, el tema de la estabilidad política y los equilibrios en una zona extendida desde India hasta el norte de África. El otro, el de las inversiones de largo plazo en todos los planos frente a un escenario de incertidumbre. Pakistán es una bomba de tiempo, Afganistán ya estalló y están al lado de India y China y cerca de Rusia. Todo empeoró con la invasión a Irak en 2003.

Y cuarta, el alza en el precio del petróleo en el período 2003 -2008, con sus efectos en la inflación. El crudo subió 300% en ese período. 
La visión justicialista de estatizar los fondos privados de pensiones  entra en esa lógica de pos guerra, de que el Estado debe intervenir en economías diezmadas, no por un problema de rentabilidad pura, sino por un problema de enardecimiento sociopolítico, como si se hubiera estado en una calamidad global.
 

*Juan Francisco Coloane es analista internacional.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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