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El efecto mariposa

La indicada propuesta legislativa es otro lábil intento de contener por ley, lo que sólo puede someterse mediante la convicción, producto de la educación, que lleva a la toma de conciencia de los riesgos que un consumo excesivo trae aparejado. Este aspecto por cierto no forma…


Por Ricardo Manzi*

Ha llegado a nuestra noticia un proyecto de nueva innovación legal surgida de cuatro mociones parlamentarias por la cual se busca introducir a la vida jurídica la prohibición de efectuar publicidad comercial o no comercial, directa o indirecta, de bebidas alcohólicas en actividades deportivas. Al mismo tiempo el señalado proyecto elimina el patrocinio o auspicio de actividades deportivas por parte de marcas de bebidas alcohólicas.

Una vez más nos encontramos frente a la ensoñación de sujetos bien intencionados, que con finalidades altruistas, sanitarias o morales vienen en proponer soluciones radicales para enfrentar determinadas realidades estimadas poco valiosas, como el consumo alcohólico en el que se encontraría sumido un apreciable segmento de nuestra población, como si el alcohol fuere una sustancia personificada que estuviere dotada de una inteligencia y un propósito, que subrepticia e insidiosamente se adueña de la voluntad de las personas lanzándolas al oprobio de una vida signada por el exceso de la ebriedad y sus perniciosas consecuencias personales, laborales y sociales.

La indicada propuesta legislativa es otro lábil intento de contener por ley, lo que sólo puede someterse mediante la convicción, producto de la educación, que lleva a la toma de conciencia de los riesgos que un consumo excesivo trae aparejado. Este aspecto por cierto no forma parte del proyecto mencionado. Esta iniciativa está singularizada por la convicción mesiánica de sus autores y es por ello que resulta irrazonable y excesiva, por los siguientes motivos:

Si llevásemos la lógica de este proyecto a una infinidad de productos que se comercializan en nuestro país, estaríamos compelidos, en primer lugar, a enviar una propuesta al parlamento que limitara la publicidad de la sal en todo lugar público, en la televisión y en la prensa escrita, ya que el consumo del sodio, como es sabido y promovido por la Sociedad Chilena de Nefrología y confirmado por las estadísticas del INE, uno de cada ocho muertos en Chile se deben al consumo excesivo de sal.

Pero la sal está también asociada a otras patologías, pues favorece la obesidad y todas las enfermedades asociadas a ella, que de conformidad a ese instituto estadístico ocupa el cuarto lugar en la mortalidad nacional, dado que uno de cada once chilenos fenecen por esta causa. La letalidad de la sal, podría justificar medidas aún más estrictas, puesto que, como confirma la institucionalidad estadística a través de aquel órgano, la hipertensión arterial constituye el primer lugar de mortalidad en nuestra patria: uno de cada siete muertos «patea el balde» por su causa. Es más, si el consumo per capita de sal, según la mencionada sociedad médica científica, no debiera superar los cinco gramos diarios, el sodio no sólo no debiera publicitarse, si no que con suerte podría venderse con receta retenida.

Que decir de la mención honrosa que merecería en este recuento la promoción y venta de caramelos, biscochos y chocolates en el desarrollo o adquisición de enfermedades como la ya señalada obesidad o la diabetes, las cuales de suyo peligrosas, tienen la virtualidad de potenciar la aparición y agravamiento de otras, tanto más cuanto los principales destinatarios de la publicidad de esos productos son los niños y los menores de edad en general.

En este mismo orden de cosas, bien se podría suprimir o limitar la publicidad de viajes tanto en Chile como en el extranjero, en la que se oferten playas paradisíacas donde los sujetos se expondrían en alegre carnaval a la radiación ultravioleta, por la susceptibilidad de adquirir un cáncer a la piel.

No faltaría quién, impulsado por el mismo afán altruista y moralizador, prohibiera la publicidad de ropa interior, bikinis, minifaldas, mallas, colaless, tangas, blusas escotadas y otros productos de esa ralea, en cualquier medio idóneo para transmitir mensajes, ya que ello contribuye a erotizar, no solo a los menores de edad, víctimas primarias de la lascivia, sino que también a los adultos que ebrios de deseo podrían  arrojarse a la licenciosa vida de la incontinencia.

La pregunta es si esta legislación, así planteada por sus autores, contiene una lógica que constituya un aporte para nuestro país resolviendo o contribuyendo a resolver un problema grave de salud pública o, por el contrario, no es más que otro delirio surgido de fantasmas que rondan la cabeza de muchos, que aunque bien inspirados por la finalidad, yerran los medios para atacar el mal que se trata de evitar; y aún más, provocan  un daño a industrias legítimas y necesarias para la sociedad, como sería el caso de las actividades propias del deporte profesional, que sin el aporte económico de las empresas que publicitan cervezas, verían menguados unos ingresos necesarios para el desarrollo de su actividad.

Estimamos que, iniciativas como la comentada está marcada por la sinrazón y no ayuda a la contención del alcoholismo en nuestro país, por ello creemos que el contenido de la misma debe ser revisado al tamiz de la razonabilidad y la pausada reflexión pues, de otro modo, está irremediablemente destinada al fracaso, causando no pocos daños colaterales, esta vez, como el efecto mariposa, provenientes de la larga mano de la ley.

*Ricardo Manzi Jones es abogado asesor en materias labores y negociación colectiva. Asesor del Sindicato de Futbolistas Profesionales.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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