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Lagos: la izquierda posible y el fin de la Historia

El fundamento de la intención del laguismo de fortalecer a Ricardo Lagos como opción presidencial radica en su convicción ideológica que el ex Presidente sigue encarnando la izquierda posible en el Chile actual. Que fuera de su programa y su liderazgo sólo existiría incompetencia, fracasos…


Por Roberto Trejo*

En septiembre del año 1991, junto al entonces diputado Camilo Escalona, el autor de esta columna publicó un artículo de opinión en un diario donde se señalaban nuestras razones políticas para apoyar una eventual candidatura presidencial de Ricardo Lagos.

En sus días, tal publicación causó mucho revuelo en el Partido Socialista y en la Concertación. Primero, porque se cuestionaba la «inevitabilidad» y «necesariedad» de un nuevo gobierno encabezado por la DC, tal como afirmaban varios dirigentes PS y PPD de la época. Segundo, porque por primera vez se explicitaba la voluntad de un sector de los socialistas de competir por el liderazgo político de la Concertación. Tercero, porque planteamos que bajo el liderazgo de Lagos se podría avanzar en la construcción de una nueva fuerza política progresista, socialista y democrática en el seno de la Concertación. Y, por último, porque quienes suscribieron ese artículo eran miembros del sector más izquierdista del Comité Central del P.S., provenientes de una matriz política distinta a la de Lagos y sindicados por el propio candidato como un sector -como posteriormente nos lo reconocería- que no contribuía a su diseño estratégico.

Nuestra reflexión política podría sintetizarse en la siguiente afirmación: la correlación de fuerzas sociales y políticas hacían que Lagos fuese la propuesta presidencial de una izquierda posible en ese contexto nacional. Lograr que un liderazgo político emergido desde la izquierda concertacionista alcanzara la primera magistratura,  permitiría cerrar un ciclo histórico y una etapa de exclusión de las fuerzas socialistas del sistema político.

Así, lograr que Ricardo Lagos fuera Presidente era un elemento táctico de alcance estratégico, toda vez que abriría el abanico de posibilidades históricas y la posibilidad que otros liderazgos -abiertamente socialistas y de izquierda- se alzaran con la Presidencia de la República. Más aún, sostuvimos explícitamente que Lagos era la izquierda políticamente posible a comienzos de la década pasada, tras la derrota de la UP y 17 años de dictadura militar. Pero, al mismo tiempo, entendíamos que la izquierda socialista no se agotaba ni terminaba en Ricardo Lagos, cuestión que -como varios deben suponer- no era entonces ni es ahora compartida por Lagos y su entorno político.

Ahora bien, la historia validó la certeza de nuestras reflexiones de comienzos de la década pasada. Lagos llegó ser Presidente a pesar de una enorme contra-campaña de terror desatada por la derecha y de la pérdida de casi un millón de votos DC que migraron hacia Joaquín Lavín. Ganó en segunda vuelta, con el 50,7% de los votos y abandonó la Presidencia con más de un 70% de apoyo en la opinión pública.

Lagos cumplió con su tarea histórica: demostrar que un militante de la izquierda democrática puede ser un buen Presidente y, por lo mismo, posicionó al socialismo como una opción electoralmente competitiva. Incluso, inauguró una nueva etapa histórica de re-legitimación social y políticas de proyectos de cambio y avanzada social posibilitando algo que a fines de los 90 era francamente delirante: que una mujer, militante socialista y del sector más de izquierda de la Concertación  fuese Presidenta de la República.

Ahora bien, hemos sostenido públicamente que Ricardo Lagos tal vez haya sido uno de los grandes Presidentes de la República que ha tenido Chile. Su gestión en los campos de la economía, las políticas sociales, la inversión en infraestructura, las relaciones internacionales y la acción política estratégica puede ser considerada como una de las más solventes y eficaces de los últimos 50 años. De ahí, entonces, el enconado ataque de sus opositores -al interior y fuera de la Concertación- que han exacerbado hasta el cansancio sus talones de Aquiles (MOP-GATE, EFE, Transantiago, distribución del ingreso, etc).

Si bien Lagos sabe que tales críticas son una gran carga para su candidatura presidencial, en la base de su reflexión está la visión mesiánica de la vieja guardia concertacionista, respecto a un papel histórico que se auto asignó. En efecto, el fundamento de la intención del laguismo de fortalecer a Ricardo Lagos como opción presidencial radica en su convicción ideológica que el ex Presidente sigue encarnando la izquierda posible en el Chile actual. Que fuera de su programa y su liderazgo sólo existiría incompetencia, fracasos y mediocridad. En tal sentido, creen que él encarna el «fin de la historia» de la izquierda chilena y que su gobierno es un modelo a seguir por el conjunto de Latinoamérica.

No resulta extraño, entonces, que la directiva del PPD crea aquello, toda vez que ellos se auto perciben como la post-izquierda y el único progresismo posible en Chile. El rechazo mayoritario en el PS nos hace pensar que en este partido sigue primando una mirada historicista de los procesos sociales. Que en el socialismo chileno se visualiza a Lagos como un personaje que tenía una función histórica que cumplir para el movimiento popular: su tarea ya la cumplió y que el país y el PS se lo agradece. Pero, cumplió una etapa y una función histórica, inaugurando un nuevo ciclo político histórico donde el horizonte de posibilidades de Chile se abrió más allá del tecnocratismo conservador y de la nostalgia inmovilizadora. Pero, así como existió una historia antes de Ricardo Lagos, también existe y existirá una historia después de Ricardo Lagos.

Pensar lo contrario es personalizar procesos históricos en líderes mesiánicos, caudillos, camarillas de asesores y en ingenieros políticos que constituyen las vanguardias iluminadas y que disponen de saberes que la ciudadanía jamás dispondrá. Reafirmar eso, es creer que la historia política de la humanidad se detuvo en el despotismo ilustrado del siglo XVII. Afortunadamente, la historia no se ha detenido y avanza -a pesar de los caudillos- ampliando los espacios de libertad, democracia y participación social.

 

*Roberto Trejo es Licenciado en Filosofía y Magíster en Comunicación. Académico Universidad ARCIS

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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