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Los nuevos Obamas

La admiración hacia el presidente electo podrá mermar con el paso del tiempo, a medida que adopta decisiones que seguramente no complacerán a todos sus socios internacionales. Pero, es probable que goce de una luna de miel con el mundo más extendida que lo normal, particularmente si maneja…


Por Heraldo Muñoz*

Desde la noche misma de la elección presidencial norteamericana del 4 de noviembre, muchos políticos en el mundo luchan por presentarse a sí mismos como los respectivos Obamas de sus países.

Nunca antes en la historia una elección presidencial de Estados Unidos había generado  tanto interés como ésta, ni su resultado producido tanto entusiasmo entre gobernantes y opositores, desde el Medio Oriente hasta Europa, desde África hasta América Latina, impulsando a incontables líderes políticos a posicionarse como el siguiente Obama.

¿Por qué esta repentina identificación de políticos extranjeros con el presidente electo de Estados Unidos?

Los emergentes seguidores de Obama argumentan que el flamante presidente de EE.UU. ganó y debe ser imitado porque representa la nueva tendencia de una generación «You Tube» de líderes con edades cercanas a los 47 años, porque astutamente basó su mensaje electoral en la economía justo en medio de la crisis financiera que golpeó a Wall Street y se esparció por el mundo, y, fundamentalmente,  porque cambió la forma en que se organizan y se ejecutan las campañas electorales al movilizar voluntarios  para responder a los ataques políticos de su contrincante, recaudar dinero en tiempo real por Internet, y comunicarse  con su electorado a través de mensajes de texto.

Todo esto es verdad, pero Obama se ha convertido en un modelo mundial por otros tres factores que no son fácilmente reproducibles fuera de EEUU.

Primero, Obama no es el Presidente George W. Bush. Dada la impopularidad de las políticas de Bush, reflejadas en innumerables encuestas, no es sorprendente que la plataforma política de Obama de optar por el diálogo y la negociación para la resolución de disputas, y su crítica a la guerra de Irak y las principales políticas de su antecesor, desde el cambio climático hasta la tortura, hayan sido recibidas con alivio y entusiasmo internacional. Si Ronald Reagan dijo en Berlín: «Sr.Gorbachov, ¡eche abajo esta muralla!», Obama derribó la muralla invisible de la pérdida de prestigio que ha separado a EE.UU. de la comunidad internacional en los últimos años.

Segundo, buena parte de la simpatía mundial hacia el presidente electo proviene de su condición de ser un «americano global», producto de su trayectoria de vida; es decir, de la percepción de que él tiene una genuina sensibilidad hacia  los asuntos internacionales producto de ser hijo de un keniano, de haber pasado parte de su infancia en Indonesia y luego de su adolescencia en Hawaii, punto de encuentro entre razas y nacionalidades y entre oriente y  occidente.

Tercero, Obama fue capaz de movilizar una coalición doméstica, irreproducible en otros contextos, compuesta por afro-americanos, latinos, independientes, estudiantes universitarios, jóvenes y quienes votaron por primera vez, y se mantuvo fiel al  mensaje del cambio y de la renovación del «sueño americano» de un país que ofrece oportunidades para todos sin importar su raza, religión o procedencia social.

De cualquier modo, la imitación mundial de Obama ya es un triunfo para Estados Unidos.

La admiración hacia el presidente electo podrá mermar con el paso del tiempo, a medida que adopta decisiones que seguramente no complacerán a todos sus socios internacionales. Pero, es probable que goce de una luna de miel con el mundo más extendida que lo normal, particularmente si maneja el capital político que ha acumulado con el mismo talento que demostró durante la campaña presidencial.

 

*Heraldo Muñoz es embajador de Chile ante Naciones Unidas.

 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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