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El rey va en pelotas

Dicen que al Presidente peruano le gusta cantar «El Rey». Que lo entona a grito pelado desde los ochenta cada vez que puede. Pero más allá de las rancheras, lo único cierto es que a ambos lados de la frontera se perdió una excelente oportunidad de exhibir sensatez y liderazgo y que al igual…


Por Santiago Escobar*

Las reacciones de los gobiernos de Perú y Chile en torno a los dichos del General Edwin Donayre son lamentables y desalentadoras. Ellas constituyen una muestra del atraso de la política en entender el significado del sometimiento de las fuerzas armadas al poder civil.

En sí mismos los dichos del general Donayre no tienen ninguna trascendencia,  excepto haber sido emitidos por un comandante en Jefe del Ejército y que alguien los grabara y subiera a internet.

Su acción debiera haber provocado su inmediato retiro. No por Chile, sino porque compromete la política exterior de su país y complica a su gobierno.

Si no ocurrió y solo hubo explicaciones o elusiones por parte de éste, es porque no tuvo capacidad de ordenar el retiro. O bien, es una  posibilidad dado como ocurrieron los hechos, es parte directa del problema.

En ambos casos, el hecho no merecía otra reacción que una alzada de cejas por parte de nuestra diplomacia.  A lo más, una actitud implícita de lamentar la autonomía militar en el país vecino. Jamás una exigencia de explicaciones ni la escalada que hemos presenciado.

En estricto rigor, Donayre es un militar pintoresco, más propio de Pantaleón y las visitadoras que de  un mando superior en el Siglo XXI. Trasunta conductas que evidencian un bajo nivel de desarrollo personal y dañan la imagen institucional del ejército peruano.

En su despedida, donde sus subalternos lo cargaron en hombros y vitorearon como héroe de guerra, declaró: «Me voy con la frente y la cabeza en alto». Y enfatizó  haber peleado «contra el círculo vicioso de los proveedores corruptos».

Es posible que se refiriera a la investigación judicial en su contra por el supuesto fraude de vender en beneficio propio unos 80.000 galones de combustible del ejército cuando estaba al mando de la Región Militar Sur.

En la misma ceremonia un suboficial del ejército falleció cuando regresaba a su base en un tanque T-55 luego del desfile en su homenaje. Según el ex comandante general del Ejército José Graham estas despedidas son usuales, pero no lo es que se utilicen tanques. Calificó de patanería lo hecho por Donayre y acusó al gobierno de falta de autoridad.En tales circunstancias, no parece apropiada la actitud proactiva de nuestra diplomacia. Lo declarado por el ministro Alejandro Foxley  a la salida del Congreso este martes está a la altura escenográfica de lo hecho por Donayre.

«Ha habido un tremendo sentido de unidad nacional y una transversalidad en los puntos de vista que a uno lo hacen sentirse muy orgulloso de este país y de este Congreso«, dijo el Canciller. Y destacó el «sentimiento de unidad y chilenidad» de los parlamentarios.

Para el senador UDI Hernán Larraín las declaraciones del canciller peruano acerca de que Chile debería derogar la Ley Reservada del Cobre «configuran un espíritu de enemistad del Perú«. Por lo mismo, en un acto de extrema creatividad, pidió que se llamara al embajador de Chile en Perú para informar y «ordenar la casa«.

Es decir Chile tampoco entiende que lo actuado por el poder político peruano es una muestra de extrema debilidad frente a los militares. O, lo que sería peor, sabe o sospecha que lo ocurrido forma parte de un juego de inteligencia y en vez de omitirse, le echa carbón al fuego de la gestualidad del poder nacional.

En Perú es conocido el viejo desencuentro del APRA con las Fuerzas Armadas, que tiene su raíz en los movimientos sociales y políticos de los años 30′, cuando Raúl Haya de la Torre fundara el partido.

Esa vieja herida sangra de vez en cuando. Y según grupos de derechos humanos y de oposición  ha llevado al gobierno de Alan García a posturas obsecuentes con los militares. Como ejemplo se señala la aprobación de la Ley de Organización y Funciones del Fuero Militar y Policial, donde la mayoría aprista no acogió la jurisprudencia del Tribunal Constitucional que establece que este debe formar parte del Ministerio Público y someterse al Consejo Nacional de la Magistratura.

Tal posición ha sido criticada también por la Defensoría del Pueblo, el Colegio de Abogados de Lima y algunos fiscales supremos, y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos estaría próxima a pronunciarse en el mismo sentido.

Otro ejemplo es la relativización hecha por el APRA del Informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación que calificó el accionar de las Fuerzas Armadas en los años 80′ como una práctica sistemática y generalizada de violación de derechos humanos. «No se puede confundir las transgresiones y violaciones de los derechos humanos, como algunos asesinatos execrables, las torturas y las violaciones de mujeres campesinas, como si fuera una acción sistemática, es decir, planificada y ordenada por la superioridad y el Estado. Los hechos denunciados deben ser investigados y sancionados como casos concretos y particulares

Dicen que al Presidente peruano le gusta cantar «El Rey». Que lo entona a grito pelado desde los ochenta cada vez que puede. Pero más allá de las rancheras, lo único cierto es que a ambos lados de la frontera se perdió una excelente oportunidad de exhibir sensatez y liderazgo y que al igual que en el «El Conde Lucanor»  el rey va en pelotas, aunque nadie se lo diga.

* Santiago Escobar es abogado y analista político y de defensa.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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