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Obama-Bielsa, yes we can!

Christian Buscaglia
Por : Christian Buscaglia Periodista El Mostrador
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La política chilena al igual que nuestro fútbol requiere de una renovación total, y para ello se deben aprender nuevas conductas y nuevas maneras, incluso cambiar aquellas que creemos no poder dejar atrás.


Desde antes de su elección, el fenómeno Barack Obama ha sido tópico obligado de políticos, columnistas, académicos y público en general. Es natural que un evento como la elección del primer afroamericano como Presidente de los Estados Unidos cautive la atención de muchos, pues sin duda que el hecho histórico es digno de titulares en diarios y revistas alrededor del mundo. Sin embargo, no ha sido el hecho histórico el que ha generado esta ola de opiniones y comentarios, sino más bien el análisis del proceso que permitió que ello sucediera.

El cambio que personifica Obama en el escenario político e idiosincrásico norteamericano no sucede por azar o simple evolución, es sin duda fruto de un largo proceso adaptativo, uno lleno de obstáculos y resistencias, pero a la vez lleno de esperanza y trascendencia. Obama es esperanza y trascendencia pues el cambio que promueve no es puramente la alternancia, sino más bien la verdadera renovación, y no sólo de los actores políticos, sino de los estilos, de los comportamientos y de los hábitos presentes en la Política y en la sociedad.

La campaña de Obama logró comprometer a la gente con una visión de cambio, pero no del cambio de un partido gobernante por otro, sino de trascender en un nuevo estilo y lograr una nueva realidad. Fue sin lugar a dudas, esa visión de futuro la que cautivó al record de electores el pasado 4 de noviembre, los que no sólo querían una renovación sino que la creyeron posible.

Para darme a entender mejor, me permito hacer un paralelo con aquel cambio que hoy vive nuestra selección nacional de fútbol. Como muchos de ustedes pueden apreciar, ya desde hace un tiempo se ha empezado a notar en nuestra selección no sólo un cambio en los protagonistas convocados para cada encuentro, sino un cambio en la mentalidad de los jugadores, en su forma de ver y jugar al fútbol, en su estilo y relación con el funcionamiento del equipo, en su compromiso con el “propósito común” más allá de “sus intereses personales”. Son jóvenes ajenos a procesos anteriores, libres de los antiguos fantasmas, que se comportan en la cancha de una manera especial, tal y como lo ha hecho Obama en la política americana.

La política chilena al igual que nuestro fútbol requiere de una renovación total, y para ello se deben aprender nuevas conductas y nuevas maneras, incluso cambiar aquellas que creemos no poder dejar atrás. Hoy nuestra política requiere de una renovación en los actores, pero más importante que ello, requiere un cambio en los valores imperantes, un cambio en la forma en cómo se ve y practica la política.

Debemos reconocer que nos son las personas las que alienan a los buenos elementos, son las maneras y valores imperantes los que alejan a cualquiera que venga con una buena intención, y ello ha ido enviciando rápidamente a nuestra sociedad, tal y como ocurrió con el fútbol chileno hace pocos años atrás y como puede estar ocurriendo también en tu lugar de trabajo.

Por ello, cuando sueño en los cambios que requiere nuestra política nacional, me imagino no sólo la alternancia en el gobierno, sino una renovación de verdad, “un nuevo camarín” con jugadores que aprendieron una nueva forma de jugarla, innovadores y con una nueva mentalidad.

Obama ha cautivado al mundo con el cambio que promueve y Bielsa por su parte nos ha convencido que la renovación no es una ilusión. Si sólo basta soñar que algún día podremos escuchar a la gente hablando de nuestros políticos como se habló de nuestros jugadores luego del triunfo ante la selección argentina.

¿Será algún día posible? ¿Seremos nosotros capaces también?, yes we can!

*Juan Pablo Halpern es miembro de Independientes en Red.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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