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El instinto sexual

El instinto sexual humano permite un desencadenamiento tal de sucesos que terminan por hacer caer las caretas dejando en evidencia la roída faz social. Lo insignificantemente cotidiano, el verdadero drama: la gota…


Por Karen Hermosilla*

Pensé que sería bueno hacerle caso al cada vez más comprometido público de la columna de esta señorita periodista, y luego de los dos últimos temas tratados por mi barroca pluma, entender que existe  una correlación natural, según los entendidos, con la sexualidad. Pues bien, haré el intento y me referiré a esto que tanto conmociona a las masas ciudadanas.

La sistematización de las relaciones sociales comienza con la unión entre hombres y mujeres. En este enlace hay un valor importantísimo que guarda relación con el instinto: la verdadera motivación para la unión sexual.

El sólo instinto es la clave para entender el entuerto existente entre los seres humanos.

Armando Uribe en su poema 10 de Criticas de la vida sexual, describe la relación entre dos amantes: «La fustigue con látigo de cuero/ amargo y más me amaba mientras más le marcaba/ el cutis de unas líneas como con unas uñas/ filudas largas, y murmuraba el grito/ del éxtasis a cada azote y con el último/ la explosión la implosión y el insulto».

El instinto sexual humano permite un desencadenamiento tal de sucesos que terminan por hacer caer las caretas dejando en evidencia la roída faz social. Lo insignificantemente cotidiano, el verdadero drama: la gota horadando el bloque de mármol.

El escritor norteamericano Henry Miller asegura que: «El propósito principal del hombre como animal es vivir de acuerdo con sus instintos donde quiera que lo lleven. Mientras no pueda actuar como un salvaje, o menos que un salvaje, o pensar como un dios o mejor que un dios, sufrirá, se propondrá a sí mismo remedios, gobiernos, religiones, terapias» El deseo de autonomía que Miller  relata, se hace extensivo a hombre y mujeres cualquiera sea su identidad sexual. Critica cualquier atadura que no se relacione orgánicamente a la esencia natural del ser humano.

Lo curioso de la estructura de dominación patriarcal, es que ha denominado «instinto» a esa fuerza viril que somete a todo lo que no le pertenece naturalmente, en este caso: el otro. Paradojalmente intenta disciplinar el «instinto» y hacerlo exclusivo del sexo dominante.

Los sujetos libertarios, con quienes me siento cómoda, parecen advertir intuitivamente esta trampa y hacen el esfuerzo por desasirse de las lógicas fundacionales de la sociedad, que reduce las posibilidades asociativas y los dinamismos relacionales. Intentamos desatar el deseo cautivo por los ordenamientos consagrados en las Cartas Magnas, y decidirnos por el Sí a la vida, tan molesto para la odiosa vida en común, en donde las determinaciones biológicas y la dominación del «instinto» masculino, coarta el rumbo libre y natural hacia una sexualidad sana, lúdica y diversa.

*Karen Hermosilla es periodista.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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