Publicidad

2008: El año de las batallas decisivas

En EEUU y en la Alianza Transatlántica, donde ha predominado el neoconservadurismo, que es moderadamente semejante al estalinismo en cuanto a control político violador de derechos, tampoco está claro a partir de esta doble crisis económica y política, cuales son los pasos a seguir en la …


Juan Francisco Coloane*

El año que expira, cobija acontecimientos de profunda gravitación para el futuro manejo de las relaciones internacionales y domésticas. En el plano político y en el económico, 2008 ha sido un año de inflexión por las batallas decisivas llevadas a cabo para evitar que la desestabilización fuera completa.

Primero, el quiebre de la confianza en el sistema operativo de la estructura financiera, que en gran medida se ha convertido hasta ahora en el sostén del sistema económico.

El monetarismo y el crecimiento económico, con el consumo como eje cultural en la política económica, comprobadamente, aplicado en exceso, han llevado al sistema capitalista a una de sus peores crisis.

Claro, 2008 no es 1929 por una gran cantidad de razones relativamente obvias, sobretodo porque las bases y posibilidades de recuperación son decisivamente superiores a las de 78 años atrás. Si bien el diagnóstico está claro, no está tan claro que las recetas se comparten o generen consenso.

Por una parte hay una renuencia en amplios sectores posicionados en una  masa crítica de la elite del poder mundial, para desarrollar ese cambio cultural en política económica, que es en la práctica un cambio en la política a secas.

En qué consiste este cambio. Sencillamente en trasladar el enfoque del consumo hacia el ahorro, y si esto no fuera posible inmediatamente, al menos en maximizar la actual capacidad instalada de la función productiva. Esto que parece sencillo es complejo, no por la imposibilidad práctica de los medios disponibles, sino por la cultura inserta en la elite del poder que programa y de los programados (los no participan en el proceso de decisiones genéricas), desde la aplicación del Ajuste Estructural a las economías 25 años atrás. 

Es difícil la trasformación de la economía capitalista cuando desde la propia elite que la maneja, y de su base operacional en las personas, hay una resistencia a cambiar algunos de sus sentidos básicos. Por ejemplo, que esté orientada a satisfacer una necesidad colectiva más profunda. Reconociendo que en ésta no existe uniformidad, el eje debería ser cierta igualdad de acceso a los recursos; la palabra oportunidad es muy blanda, sin llegar al socialismo o comunismo que espanta a muchos, incluyendo a gran parte de los que se hacen llamar de izquierda, esto desde Mindanao hasta Vilcún, aunque siempre hay pasos intermedios.

De alguna forma, la receta global está concebida en el plan de recuperación económica del presidente electo Barack Obama para EEUU, con un énfasis en recuperación de la infraestructura productiva, de la red de servicios básicos como salud y educación, actualización tecnológica, ahorro energético, entre los ítems más destacados.

La situación actual del mundo es inédita desde la segunda Guerra Mundial. Si se leyera en forma neutra los puntos centrales del programa (www.change.gov) de recuperación del  futuro presiente de EEUU, encajaría en las recomendaciones para cualquier país subdesarrollado que desea salir del estancamiento. Debería ser EEUU un cliente más del Banco Mundial y el FMI en este plano.

Si bien no es una refundación del capitalismo, es una reconstrucción de las bases operativas de la «función producción» (no la fórmula), sino de las bases intrínsecas del circuito productivo, que ha sido el más violentado y corrompido por avasallamiento del monetarismo en dictar la política económica.

Segundo, la transformación del escenario político con una contundente derrota del neoconservadurismo en los dos planos en que se había mantenido casi inexpugnable durante 25 años: en la doctrina económica y en el poder político.

Es como la derrota en los dos frentes que sufrió la ex URSS cuando colapsa. Y, curiosamente en los dos fenómenos, no es claro el devenir.

En la actual Rusia y sus zonas de influencia despegadas, más allá de la simple pero vigorosa fórmula del libre mercado, no está claro el sistema por adoptar,  ni tampoco está claro si se ha renunciado a la supremacía de potencia tradicional.

En EEUU y la Alianza Transatlántica por su parte, donde ha predominado el neoconservadurismo, que es moderadamente semejante al estalinismo en cuanto a control político violador de derechos, tampoco está claro a partir de esta doble crisis económica y política, cuales son los pasos a seguir en la reformulación, no solo del sistema capitalista sino también del sistema de estado liberal.

A partir del ajuste estructural de los años 80, son muchos los golpes que esta criatura inventada 200 años atrás ha sufrido.  Se ha mantenido y renovado, pero a costa de grandes eclosiones como son una gran cantidad de guerras internacionales e internas.

Las continuas amenazas a esta alianza de más de 60 años, hacen funcionar a las naciones que la componen con cierta cohesión, pero está demostrado por la descomposición y fragmentación de los partidos políticos que le dan gobernabilidad, que se necesita algo más sustantivo para continuar llamando estados liberales  a sistemas políticos que se gobiernan a partir de una pequeña elite.

Es como una traición a las bases mismas del liberalismo, y allí reside la gran contradicción que se ha reflejado en forma evidente, por lo que expresan sacudones al sistema en EEUU en primer lugar con la elección de Barack Obama, los continuos movimientos de restitución de derechos en Argentina, Brasil, Ecuador, Bolivia y Venezuela en esta región, como también en  Francia, el Reino Unido, Holanda, y los estallidos en Grecia últimamente. Sarkozy mismo, dentro de su espectacularidad mediática propone, una recuperación del liberalismo en el sentido de la justicia social original.

De repente como que el discurso de Max Weber de un siglo atrás, adquiriera un nuevo cauce. Ya no se trataría de ser más o menos Keynesiano, o más o menos equidistante del estado de bienestar de F.D. Roosevelt, sino que definitivamente habrá que revisar las bases mismas del cómo y para qué funciona, y procurar en qué forma la conexión entre Economía y Sociedad, es manejada por asociaciones amplias de individuos, y no por reducidas elites que se intercambian roles en la estructura del poder como si fuera un carrusel musical.             

Ahora bien, estas derrotas del neoconservadurismo pueden ser pasajeras, en la medida en que no se establezca a plenitud, y mediante un reconocimiento explícito por parte de las ciudadanías afectadas, de que en todo este descalabro de los últimos  25 años, había una ideología sustentado un discurso que en el fondo intentó transformar al estado liberal en otro espacio de tiranía, y lo que es peor, en nombre de la democracia y los derechos.

El 2008, es el año de las batallas decisivas. Si estas no sirven  para aprender la lección de muchos años,  entonces habrá que esperar otras generaciones.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias