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¿Por qué el escepticismo? Porque ya no comulgamos con ruedas de carreta. La clase política es aversa al riesgo: Los que tienen el poder de decidir serán los directos afectados por el resultado incierto que pueda traer consigo el escenario de inscripción automática y voto voluntario…


Por Cristóbal Bellolio B.*

Nuestros senadores han aprobado por fin la reforma que consagra el sufragio como un derecho (y por tanto, de ejercicio voluntario), al mismo tiempo que avanza en la implementación de la inscripción automática en los registros electorales. La noticia es positiva, y reconocemos que esta vez el parlamento sintonizó con una demanda mayoritaria de la ciudadanía. Pero todavía no hay razones para celebrar. El proyecto pasa ahora a la Cámara de Diputados y es altamente improbable que podamos tenerlo en funciones para las elecciones presidenciales y parlamentarias de este año. Esto significa que la verdadera incorporación de las nuevas generaciones al padrón electoral recién se verificaría para las municipales del 2012.

¿Por qué el escepticismo? Porque ya no comulgamos con ruedas de carreta. La clase política es aversa al riesgo: Los que tienen el poder de decidir serán los directos afectados por el resultado incierto que pueda traer consigo el escenario de inscripción automática y voto voluntario. Cuando los argumentos de fondo y forma han sido rebatidos, hay parlamentarios que terminan reconociendo (hidalgamente no es el adjetivo) que un cambio en la composición del universo electoral complica o sentencia sus propias opciones de reelección. Los más entrados en edad, especialmente, comparten este temor. No nos extrañemos si tras bambalinas se articula una verdadera oposición generacional a la «peligrosa» entrada de los jóvenes a la democracia.

Por otra parte, en un año electoral es evidente que todos sacan sus propias cuentas. Con el correr de los meses a cada sector se le irá aclarando la película. Si Sebastián Piñera es capaz de convencer a sus aliados de la UDI sobre las bondades de un padrón renovado para su propia candidatura, puede que el gremialismo deje de patalear y agache la cabeza. Las primeras fisuras ya están a la vista. Pero puede ser demasiado tarde, por culpa de la poca sabiduría política que ha imperado en la Alianza: estas proyecciones favorables a la opción de Piñera entre los jóvenes y entre los no inscritos se conocían desde hace por lo menos dos años. En la vereda opuesta, la Concertación puede llenarse la boca alabando las virtudes de la inscripción automática y el voto voluntario, en circunstancias de que existe conciencia de que Eduardo Frei no tiene opciones reales si son las nuevas generaciones las llamadas a decidir la contienda. Con el padrón actual, compuesto casi en su totalidad por mayores de 35 años (justo los que alcanzaron a votar en 1988), Frei se asegura un electorado que sigue asociando a la Concertación con el mayoritario No y a la Alianza con el minoritario Sí. Por lo anterior tampoco nos sorprendamos si el discurso en palabras no va acompañado de una voluntad política real de introducir cambios en el sistema. Agregarle al proyecto en trámite el asunto del voto de los chilenos en el extranjero aparece como la excusa perfecta para achacarle su posterior rechazo a la Alianza, sin siquiera mencionar que no ha existido ni existirá por parte del Gobierno intención alguna de incorporar los puntos de vista de la UDI sobre las objetivas deficiencias que presenta la iniciativa actual, en especial en relación a la necesaria independencia política que debe garantizar el Registro Civil.

En resumen, no hay que cantar victoria. Los movimientos ciudadanos que se han alineado con la inscripción automática y el voto voluntario deben permanecer vigilantes y dispuestos a desnudar las contradicciones de cualquier parlamentario con prescindencia de su color partidista. Al menos la existencia de estos grupos es una señal alentadora de que está germinando un espacio no tradicional de participación en la discusión pública.

*Cristóbal Bellolio B. director de Estudios Independientes en Red y profesor de la Escuela de Gobierno Universidad Adolfo Ibáñez.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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