Publicidad

El sistema político en la matrix

En este esquema de partidos «atrápalo todo» y política de consensos y alianzas, nuestra capacidad de decisión se limita al acto electoral de cambio de presidente, legisladores, alcaldes y concejales, y eso de «cambio» hasta por ahí no más, ya que la oferta electoral la manejan los partidos…


Roberto Mardones A*

Quiero partir diciendo que soy partidario de la inscripción automática y del voto voluntario, creo que está bien que nuestra democracia comience a consolidarse dando claras señales de madurez política, una de ellas es dejando que los ciudadanos decidan a conciencia lo que estimen conveniente para su bienestar e interés individual, así como para los intereses colectivos. No creo, como dice Ignacio Walker, parafraseando a Liphardt, que se asegure la igualdad en democracia con una «participación electoral obligatoria», eso me parece un contrasentido y tampoco que se vaya en contra de la «rica tradición republicana de Chile», concepción que ya me parece discutible, pero, concediendo que existiera tal tradición, no creo que se lesione con la modificación constitucional que se propone.

Ahora bien, el tema es polémico. Lo que me preocupa de esto, más que la discusión misma, es que los argumentos que se dan tanto para defender como para atacar son de orden cuantitativo, es decir, la cantidad de nuevos potenciales votantes que se incorporarán al sistema, destacando la característica etaria, ya que serían jóvenes quienes están fuera.

Respecto de lo anterior, creo que debemos cuestionar este criterio cuantitativo e ir un poco más al fondo del asunto, ya que si bien estamos frente a un problema a futuro, debido al envejecimiento de nuestro padrón electoral (la merma del padrón entre la elección 2005 y la de 2008 fue de aproximadamente 110.000, según datos del Servicio Electoral) y necesitamos sabía nueva, la pregunta es ¿para qué queremos contar con aquellos que están fuera?

Desde este punto de vista, cabe preguntarse si se ha realizado un análisis respecto del tipo de votante que estamos incorporando al sistema político ¿estará o no interesado en participar? ¿Estará capacitado, tendrá las competencias? Si la mayor parte de esos 3 millones 800 mil potenciales electores, como dijo el secretario general de la Presidencia, José Antonio Viera-Gallo, fueran jóvenes, ¿Cómo sabemos que su participación colaborará en mejorar y profundizar la democracia? ¿Saben lo importante y relevante que resulta su involucramiento en el sistema político? ¿Creerán que con el voto se cambia algo o que sólo es una raya en el agua? No podemos decir a priori, como leí en algún periódico, que los jóvenes, solo por el hecho de ser jóvenes, son «progresistas», ¿Qué es esto de progresistas? Las últimas dos encuestas de juventud (realizadas por el Instituto Nacional de la Juventud) no son del todo halagüeñas, disminuye el apoyo a la democracia y sus instituciones, la participación en grupos que no sean los tradicionales (federaciones, juventudes de partidos, etc) está a la baja y para qué hablar del interés por los asuntos políticos.

Es esta una sociedad en la cual el ciudadano, y aquí si estoy de acuerdo con Walker, sabe más o exige más derechos que deberes y, efectivamente, esto se trata de ver qué tipo de democracia queremos para Chile. De un lado, está claro que esta es una democracia representativa, si va a ser así entonces se tiene que pulir el tema de la representación, básicamente a quien representan nuestros representantes y cómo estos se conectan con la ciudadanía, cómo la hacen participe de las decisiones, claro, los electores somos los grandes decisores, pero en este esquema de partidos «atrápalo todo» y política de consensos y alianzas, nuestra capacidad de decisión se limita al acto electoral de cambio de presidente, legisladores, alcaldes y concejales, y eso de «cambio» hasta por ahí no más, ya que la oferta electoral la manejan los partidos y la verdad es que no es muy variada (¿es que no habrá nadie más que esté capacitado para ejercer cargos? Seguramente hay, pero es necesario mantener la cofradía, el «tiraje» es con corta gotas). Por otro lado, se requiere urgentemente preparar a nuestros cuadros ciudadanos desde la base, la formación ciudadana es vital para que esto no quede sólo en cosa de números y vaya mucho más allá.

Esta reforma a la constitución, qué duda cabe, es muy importante, pero se debe dar un debate serio y de fondo, sino lo que vamos a discutir a futuro es cuánto disminuyó el electorado producto de la reforma y si la cantidad de votantes efectivos legitima al sistema. Finalmente terminaremos con una democracia elitista, los interesados, que son la gente informada, educada en buenos colegios e instituciones de educación superior (básicamente la gente «acomodada»), será la que decida por el resto que no se interesa, pero no por desidia, sino porque el sistema así lo quiso, porque no le brindó la posibilidad de tener una educación de calidad que le permita formarse una opinión, si es así, no me gustaría el voto voluntario.

Respecto de esto último, prefiero ser optimista y creer que un futuro mejor es posible, que las autoridades se pondrán las «pilas» y que aprovecharán el envión para generar cambios de fondo apuntalando desde la base, que esto no sea sólo por cumplir «con una parte del programa de reformas políticas del gobierno de la Presidenta Bachelet», como dijo el secretario general de la Presidencia,  de lo contrario seguiremos en la matrix.        

*Roberto Mardones es politólogo, Universidad San Sebastián.

 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias