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Cuba a la vista, a pesar de todo

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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el proceso de integración de Cuba a América Latina es ante todo una reafirmación regional y un acto de soberanía indelegable, lo que explica que mandatarios tan diversos como Lula, Cristina Fernández o Felipe Calderón hayan decidido estrechar sus lazos políticos y comerciales con la mayor de las…


Por Álvaro Ramis*

Desde que se anunció que la presidenta Michelle Bachelet viajaría a Cuba en visita de Estado la furia de la derecha no ha escatimado recursos para desacreditar esta decisión. Se ha montado una feroz campaña de prensa por medio del duopolio que conforman los diarios de Agustín Edwards y de Álvaro Saieh, con el fin de desacreditar y boicotear este programa.

Continuamente, desde noviembre de 2008, y durante tres meses, se ha buscado detener la gira o al menos impedir que el viaje cuente con una delegación amplia y representativa. En cualquier otro caso el gobierno habría tenido que desandar su camino ante una presión tan fuerte y evidente. Sin embargo, la campaña de Edwards y Saieh ha fracasado rotundamente. El viaje no sólo se realizará con gran visibilidad. Además se tratará de una de las visitas de Estado que estarán acompañadas de un mayor y más variado grupo de personalidades: desde el presidente de la CPC, Rafael Guilisasti, pasando por parlamentarios y dirigentes políticos, hasta un muy variado grupo de escritores y artistas.

¿Por qué el duopolio ha sido derrotado tan claramente? Porque no ha tenido en cuenta las condiciones políticas que explican este viaje, que no se limitan a la política bilateral entre los dos países, sino a un cambio geopolítico más amplio en América Latina. Este giro se hizo evidente en la Cumbre de Presidentes de América Latina y el Caribe celebrada en Costa do Sauípe y que permitió que Cuba se integrara al Grupo de Río, lo que ha cerrado un largo ciclo de aislamiento y  ha permitido reinsertar a Cuba en el concierto de la región. Esto ha supuesto romper el aislamiento político impuesto por Estados Unidos y al que nuestra región se sumó en los años sesenta. Al desbloquear a Cuba, América Latina ha reafirmado su autonomía y ha dejado establecido que los diferendos o desacuerdos entre nuestras naciones se zanjarán en espacios latinoamericanos.

Por lo tanto, el proceso de integración de Cuba a América Latina es ante todo una reafirmación regional y un acto de soberanía indelegable, lo que explica que mandatarios tan diversos como Lula, Cristina Fernández o Felipe Calderón hayan decidido estrechar sus lazos políticos y comerciales con la mayor de las antillas.

Este proceso coincide con una clara apertura cubana a buscar alternativas a su situación de evidente estancamiento político y económico. Se trata de un proceso que trata de no atentar contra las conquistas sociales de la revolución, pero admite que los problemas que enfrenta la isla, sin ser insuperables, son de muy difícil solución. Por ese motivo, estas transformaciones obligan a Cuba a reconocer los fracasos del socialismo del siglo XX, pero con el objetivo de  superarlos en los términos de un horizonte socialista del siglo XXI. Difícil tarea, pero sin dudas de gran interés para América Latina.

Visitar Cuba en este momento es por esta razón una forma activa de promover y fortalecer este giro político que encuentra no pocas dificultades. Raúl Castro, en una reciente entrevista al diario Juventud Rebelde, ha detallado lo que se está tratando de hacer y que no deja de constituir un potente desafío: «Tenemos que eliminar gratuidades. Si queremos equilibrar los salarios en el justo papel que deben desempeñar, hay que, paulatinamente o simultáneamente, ir eliminando gratuidades indebidas, que fueron surgiendo por aquí y por allá; y subsidios excesivos. (…) Tenemos que darle el verdadero valor al trabajo, y podemos quedarnos roncos hablando y predicando ese concepto, que si no tomamos las medidas para que las personas sientan la necesidad vital de trabajar para satisfacer sus necesidades, no acabaremos de salir de este bache».

La alternativa a este proceso de transformación interna de Cuba es la profundización de la política que George W. Bush ha impulsado estos últimos ocho años: más bloqueo, mayor aislamiento y menor diálogo. Afortunadamente las señales que Barack Obama ha entregado al inicio de su mandato van en otra línea: diálogo, apertura al envío de remesas familiares, iniciativas de distención.

El duopolio periodístico, encerrado en una agenda estrecha y miope, no ha logrado ver el significado de este viaje. Ha antepuesto la agenda electoral del 2009 a los intereses de Estado que hacen de esta visita un punto alto en el proceso de consolidación de un nuevo regionalismo latinoamericano, que sea capaz, por medio de la persuación, la diplomacia, la integración y la cooperación de hacer avanzar la agenda democratizadora y de respeto a los Derechos Humanos. Las altaneras exigencias de la derecha parecen más comprometidas con el statu quo que con la apertura a un cambio y a una transformación que beneficie a la ciudadanía cubana.

Este punto revela, finalmente, el mayor Talón de Aquiles de la campaña del duopolio Edwards Saieh. Cuando se invoca, desde ese tipo de medios de comunicación, valores ligados a la libertad de expresión  y a los derechos humanos, la opinión pública juzga no sólo el contenido de los discursos, sino también los dispositivos que lo contienen. Y en cuanto dispositivos, ni El Mercurio ni Copesa poseen legitimidad ni autoridad para invocar estos ideales.

Cuba merece una oportunidad para cambiar, sin que esas trasformaciones impliquen su anexión por parte de Estados Unidos. Chile y América Latina han comprendido que la única forma de hacer este proceso es con el acompañamiento de los países de la región, en un marco de respeto a la autodeterminación de los pueblos y a la soberanía de nuestros Estados.

*Álvaro Ramis es presidente de la asociación chilena de oenegés, ACCION.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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