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El señor cobranza

El cálculo político electoral preparado para este fin de año, obliga a todos los partidos de la Concertación a adherir a las ironías y justificaciones que se inventan para disimular un régimen totalitario. A ratos pareciera que la angustia por mantenerse en el poder, permite ampliar…


Por Pedro Araya*

 Por disposiciones de  nuestro orden constitucional es la Presidenta de la República quien conduce la política exterior del país, y en uso de dicha atribución ha estimado importante para la agenda internacional de Chile viajar hasta la isla de Cuba.  Nadie cuestiona el uso de una prerrogativa entregada de manera absoluta a quien ejerce la primera magistratura de la nación, pues ella mejor que nadie encarna la presencia de nuestro país en el extranjero.

Sin perjuicio de esto, y una cosa muy distinta, son los gestos que solicitamos a nuestra Presidenta para que adhiera a las distintas peticiones que diversos países y organismos internacionales y de derechos humanos  hacen constantemente para que de una buena vez se abra un camino hacia la democracia y se termine el régimen dictatorial imperante en ese país. Pues sin eufemismos de por medio su sistema político es una dictadura, que en nada se diferencia a otras que han privado de libertades durante años a diversos países de nuestra America Latina.

Porque no tenemos doble estándar en materia de democracia y derechos humanos, creemos importante hacer sentir nuestra voz para demandar una actitud más activa de Chile para instar por la llegada de la democracia a Cuba y para procurar que se amplíen sustancialmente los derechos civiles y políticos en la isla. Porque rechazamos las dictaduras de derecha también condenamos las de izquierda, pues un sistema político que no respeta la libertad ni tolera la disidencia, seguramente justifica las mismas atrocidades que vivimos en Chile durante la dictadura militar.

Para que nuestra imagen internacional crezca y sea apreciada con respeto debemos actuar con la misma solidaridad que muchos países y organismos internacionales que desafiaron al régimen militar y aceptaron reunirse con la oposición de aquellos años. No se entiende que quienes vivimos una aleccionadora experiencia de solidaridad internacional en momentos difíciles de nuestra historia nacional, hoy día parados en la vereda del frente actuemos con eufemismos y respeto a normas protocolares que nada entienden de consecuencia, respeto a los derechos humanos, libertades, justicia y democracia.

Así lo han demandado los miembros de la disidencia cubana, quienes han expresado su frustración y amargura por la indiferencia de la delegación chilena por su situación. Baste recordar que en la isla existen presos de conciencia, que se castiga y persigue a la oposición y que en nombre de la revolución se han violado los derechos humanos, pues a los dictadores no le faltan las excusas y justificaciones para ejercer el poder con prepotencia y soberbia.

Queremos desde estas líneas también protestar por las expresiones del Presidente del Partido Comunista, quien amparando la censura, hizo gala de ironía para referirse a la situación de las libertades personales en Cuba, señalando ingeniosamente que ningún cubano se tragaba la lengua para opinar, minimizando las flagrantes violaciones a los DD.HH. que se cometen en nombre de una revolución que a estas alturas, simplemente reemplazó una dictadura por otra.

Esperábamos una reacción más firme de quienes conocen de cerca el Proyecto Varela, los sufrimientos de quienes son perseguidos por sus ideas en Cuba, y a quienes han sufrido tortura, cárcel y exilio en razón de ello,  pero el  cálculo político electoral preparado para este fin de año, obliga a todos los partidos de la Concertación a adherir a las ironías y justificaciones que se inventan para  disimular un régimen totalitario. A ratos pareciera que la angustia por mantenerse en el poder, permite ampliar y flexibilizar los límites hasta que no existan límites.

Trabajar por el respeto a los derechos humanos, por la promoción de la democracia y la ampliación de las libertades individuales debe ser una tarea constante y consistente, para que las personas puedan creer que detrás de las palabras también existe una cierta consecuencia y convicción, y no un impresentable acomodo de textos, para hacer creíble una mirada del hombre y la sociedad que sea capaz de convocar a las mayorías.

Acompañamos la esperanza de los miles que sufren violaciones a los derechos humanos en Cuba, y denunciamos la incesante transa de valores a cambio de votos que impiden una voz firme y solidaria de Chile con quienes viven a diario la represión por pensar distinto.

*Pedro Araya es diputado independiente por Antofagasta

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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