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Indispensable

Todo indica que una vez que se «recomponga el naipe», China saldrá fortalecida de esta crisis y Estados Unidos ya lo palpita. El multimillonario plan de estímulo económico que ha puesto en marcha el gobierno del presidente Hu Jintao, está principalmente orientado a elevar la calidad de vida…


Por Mario Ignacio Artaza*  

No pasará desapercibido el hecho que la secretaria de Estado de la administración Obama, Hillary Clinton, haya privilegiado iniciar su gestión internacional visitando cuatro capitales de países asiáticos.

Desde la década de los sesenta, cuando los Estados Unidos se encontraba inmerso en un conflicto militar y apoyando a gobiernos en la región afines a sus intereses políticos en plena Guerra Fría, que un funcionario público de la talla de Hillary Clinton -en aquel entonces fue Dean Rusk- dejaba temporalmente de lado a los tradicionales aliados de Washington para reforzar una política de engagement con actores que forman parte del nuevo cuadro de distribución que se está perfilando a nivel global, potenciado por una crisis que aún no tiene la palabra «fin» escrita en su horizonte.

Junto con entrevistarse con altos personeros de su principal aliado en Asia, Clinton aprovechó su visita a Tokio para rubricar acuerdos que permitirán el retiro de miles de marines actualmente desplegados en territorio nipón, y que son fuente de constantes roces con las poblaciones que habitan cercanas a la base donde se encuentran. Un acuerdo de alto perfil emocional para una parte de la población que se resiste a mantener en su territorio a fuerzas militares extranjeras. Clinton recorrerá  también Jakarta, capital del país que cuenta con la mayor población musulmana en el planeta y que, aún más importante en términos mediáticos, albergó a un joven Barack Obama cuando éste daba sus primeros pasos escolares, a fines de la década de los sesenta, en un colegio mixto que congregaba en sus aulas a niños cristianos y musulmanes.

También visitará Seúl, ciudad que está permanentemente bajo la amenaza de los efectos de armas dirigidas desde Pyongyang, en Corea del Norte. Esta última ubicada a poco más de 190 kilómetros desde el centro de la capital de Corea del Sur. Treinta mil efectivos militares estadounidenses se mantienen desplegados en parte de una península que nos convoca a recordar que la amenaza de un conflicto nuclear es ciertamente posible, partiendo en Asia.

Sin embargo, la mayor atención del periplo que realizará Hillary Clinton está puesta en China, país que posee una de las mayores cantidades de recursos frescos para hacer frente a los efectos de la peor crisis económica y financiera que nos azota como comunidad global. Catalogando al inicio de su viaje desde Washington a la región como «indispensable» en la concreción de una solución de largo aliento para esta crisis de proporciones, China se presenta como un país que se encuentra conmemorando los 60 años desde el establecimiento de la República Popular, más aprovechando la debacle mundial para sentar las bases para profundas transformaciones en el campo económico, social, militar y, por cierto, político.

Todo indica que una vez que se «recomponga el naipe», China saldrá fortalecida de esta crisis y Estados Unidos ya lo palpita. El multimillonario plan de estímulo económico que ha puesto en marcha el gobierno del presidente Hu Jintao, está principalmente orientado a elevar la calidad de vida de la población rural que ha sido marginada de los efectos positivos de una apertura que ya tiene 30 años de vida; también se está privilegiando el empleo digno y el establecimiento de políticas públicas dirigidas hacia la protección del medio ambiente, uso de energías renovables, acceso a tecnologías innovadoras para incrementar la capacidad de competitividad de pequeñas y medianas empresas y, por cierto, salir al mundo e invertir, convirtiendo a China en un protagonista del nuevo orden multilateral que se está tejiendo en estos precisos instantes.

De ahí que la Casa Blanca, el Pentágono, el Capitolio y analistas especializados, estén ellos en oficinas de la Fundación Heritage o en la Institución Brookings, todos coinciden que toda mirada hacia el futuro debe partir con China en la ecuación. Se le puede agregar a ésta a Rusia, India, Brasil, todos ellos integrantes del denominado BRIC. Pero es China, su establishment gubernamental, su aparato empresarial y militar, más sus jóvenes quienes hoy despiertan el mayor interés al momento de tomarle el pulso al devenir de múltiples áreas de desarrollo a nivel global post crisis.

Al ser uno de los países latinoamericanos que por medio de su apertura comercial ha logrado cumplir con las metas que se impuso en términos de desarrollo para su población al 2010, Chile no está hoy ajeno a los efectos que conlleva la crisis de confianza que está asociada al comportamiento de bancos u otras instituciones frente a sus consumidores. Quien crea que lo peor ya ha pasado está ciertamente más informado que los propios mandamases en Wall Street y, por cierto, que la administración Obama. De ser efectivo lo anterior, dichos sujetos corren el riesgo de ser apresados en sus hogares por efectivos de la FBI, al manejar más información sobre seguridad nacional que en las altas esferas de la primera economía mundial.

Bromas aparte, vivimos momentos históricos como país y como sociedad, si acaso somos oportunos para aprovechar este momento de inflexión global e identificar aquellos factores que nos pueden permitir superar con creces los desafíos que se han duplicado por esta crisis, de la misma forma que lo están pensando en China, para cuando ella sea parte de la historia, sea por los efectos multiplicadores de todos los planes de estímulo económico o también, al convenirse la necesidad de sentar las bases para un orden internacional que sabrá incorporar a nuevos actores dentro del proceso de toma de decisiones que, a la fecha, prioriza a unos pocos referentes que se sustentan como tales desde el término de la Segunda Guerra Mundial.

Tal como lo pretende hacer Hillary Clinton y su comitiva a través de su primera visita como secretaria de Estado a Beijing, el sector público y privado chileno debiera tomar nota de todo lo que se está haciendo en China en materia de seguridad previsional; de la inversión en infraestructura que le otorgará al país los medios para conectarse, energizarse y competir de mejor manera; de los proyectos en educación que introducirán nuevos métodos de enseñanza orientados a dotar a una nueva generación de jóvenes con las herramientas requeridas para asumir un papel de liderazgo mundial desde un país que se está transformando en un referente al momento de surgir una crisis de distinta índole.

Una vez concluida la gira de Hillary Clinton por Asia y digerido lo que aspira realizar los Estados Unidos de Obama con China a nivel público y privado, ciertamente habrá llegado el momento para que el país de América Latina que cuenta con la mayor cantidad de instrumentos de cooperación con los principales actores en dicha región, incluyendo a Corea, Japón, Singapur y a China por cierto, aproveche sus ventajas comparativas para asumir un papel de mayor protagonismo como país plataforma entre Asia y América Latina, construyendo paso a paso una nueva orientación hacia la región que está comenzando a restarle espacios a otros tradicionales actores en materia de relaciones internacionales, por medio de acciones innovadoras de engagement. Podremos así sumar nuevos elementos para reforzar nuestras propias habilidades para desarrollarnos de una manera equitativa y sustentable, incorporando a nuestra propia región en un esquema de interacción que tendrá efectos sumamente positivos si acaso dicho reto se asume en plenitud más con constancia.

Todo indica que China debe lucir para Chile y, por cierto, para el resto de América Latina, la misma categoría de «indispensable» que le ha asignado la administración demócrata en estos tiempos del reordenamiento de aquellas anticuadas estructuras y de cuadros internacionales que – aparentemente – no tienen la misma capacidad de respuesta como la que tuvieron en la décadas pasadas.

Pensemos entonces como país a largo aliento, incorporando aquellos aspectos positivos y, ciertamente posibles de incorporar a corto y a mediano plazo, de las medidas que han puesto en marcha en China para ser aún más competitiva y trascendente para su consumo interno y, por cierto, externo. Para ello, debemos enfocarnos sobre la base de nuestras propias características, limitaciones y potencialidades como país y como sociedad. ¿Acaso no resulta lógico pensar que si acaso los referentes históricos de nuestra generación nos condujeron a una crisis de estas proporciones a nivel económico, financiero y ético, tal vez vale la pena impulsar lo que les está trayendo resultados positivos a otros actores dentro de nuestra propia ecuación de desarrollo?

Este ejercicio nos puede alentar a proyectarnos mucho más allá a nivel comercial, dotándonos de nuevos elementos que pueden profundizar nuestros presentes esquemas en materia educacional, de salud e incluso en el abastecimiento de los insumos que se requieren para modernizar escuelas, centros de recreación o para nuestros adultos mayores, consultorios y hospitales, por nombrar tan solo algunos ejemplos. Claro está que debemos extraer lo mejor de aquellos ejemplos que nos rodean e influyen. Un reordenamiento con China como parte de la solución para un cuadro de desarrollo interno que está requiriendo crecientemente de nuevos bríos si acaso queremos pasar hacia otra etapa de nuestra historia como pueblo, aún con una fuerte crisis de por medio. El dejar el tiempo pasar antes de optar por una decisión o por acciones en tal línea de pensamiento solamente incrementan el riesgo de estar postrados en unos años más preguntándonos la temida frase que Chile se ha hecho en otros momentos de inflexión histórica: «Qué hubiera pasado si acaso».  

*Mario Ignacio Artaza es diplomático de carrera y director de la Oficina Comercial en Beijing.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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