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Las virtudes del financiamiento compartido en liceos

Ojalá el alcalde Soto de Rancagua se anime a reconsiderar la medida, moderarla y dialogar con profesores y apoderados. Que este año electoral no nos destruyan instituciones y sistemas a punta de ofertones de lado y lado…


Por Esteban Valenzuela*

El alcalde de Rancagua, Eduardo Soto, borró en un minuto lo que implementamos hace quince años: nuestra ciudad aprovechó la ley que autorizaba a los establecimientos con subvención estatal- municipales o particulares- a pedir un aporte a los apoderados para aportar a la educación de sus hijos y complementar la insuficiente subvención central.

La implementación fue del todo sensata y dio más transparencia a la vaga «cuota de apoderados». En quince años, liceos como el Oscar Castro y el Comercial Diego Portales cobran una módica cuota a los apoderados de clase media (estos liceos incluso hacen selección), un aporte menor a los sectores de menos ingresos y nada a los apoderados pobres o en situación de cesantía.  Los recursos recaudados son debatidos con los propios representantes de los apoderados, y en cumplimiento de reglamentos, se destinan a mejorar la infraestructura escolar, la implementación de laboratorios, elementos para el aula y un bono de estímulo a los profesores. Así se encarna el concepto de descentralización escolar y fortalecimiento institucional, ya que los establecimientos cuentan con «caja chica» y no están esperando respuestas burocráticas cuando falla un computador o las duchas de los baños.

Estos recursos han permitido que el Liceo Comercial esté muy por sobre la media nacional en computadores por alumno o que el Oscar Castro dote adecuadamente su biblioteca con recursos. La otra virtud es el contrato educacional que se produce entre comunidad y docentes; la gente hace una contribución complementaria y se siente empoderada para exigir a profesores, quienes a su vez, han recibido un estímulo financiero que emana de la propia comunidad. Por cierto, con el cuidado de no discriminar negativamente a los alumnos cuyos padres quedan exentos del «financiamiento compartido».

El alcalde Soto elimina el sistema y argumenta que los 270 millones de pesos que se recaudaban por este concepto serán obtenidos por los aportes adicionales que se reciben en Educación. Se puede estar cayendo en la trampa del facilismo populista que nos lleva a administrar pobreza, en un municipio ya endeudado. La razón para eliminar un esquema que ha dado frutos fecundos sería la actual recesión internacional. La pregunta que uno se hace es de perogrullo: ¿Por qué no rebajar la cuota o aumentar las familias exentas de pagar el financiamiento compartido en vez de eliminarla? ¿Por qué impedir que los que tienen más hagan un aporte al capital de trabajo de los liceos municipales que deben competir en calidad con la educación subvencionada?

Se está desvistiendo un santo para vestir a otro, ya que el aumento de la subvención escolar es para enriquecer el aula, crear academias científicas y deportivas, mejorar la mantención de los establecimientos, apostar a las nuevas tecnologías, entre otras tareas.

Ser justos es dar a cada un lo suyo; a quien padece desempleo por la crisis internacional, bien, que por cierto no pague es coherencia con el derecho a educación gratuita. Pero es absurdo terminar con un sistema solidario y progresivo de corresponsabilidad con la educación de los niños y jóvenes, en que las familias hacían un aporte mensual en la medida de sus posibilidades.

Hay otras preguntas en el aire en relación a la autonomía en la gestión de las escuelas, a las formas como la Corporación Municipal supuestamente entregará recursos adicionales a los liceos, a  si los profesores mantendrán los estímulos pactados con la comunidad.

Ojalá el alcalde Soto de Rancagua se anime a reconsiderar la medida, moderarla y dialogar con profesores y apoderados. Que este año electoral no nos destruyan instituciones y sistemas a punta de ofertones de lado y lado. El desarrollo implica trabajo y solidaridad; el aporte de las familias hacían mejor y más competitivos a nuestros liceos.

*Esteban Valenzuela es diputado independiente.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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