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Touché por un plebiscito

El ciudadano arquitecto Cristián Boza ha salido a la palestra para comentar el resultado del reciente plebiscito realizado en Vitacura, el cual -a juzgar por las nociones que maneja- no es de su agrado pues, defendiendo sus intereses y los de todos sus abundantes semejantes, resume su postura…


Por Héctor Arroyo Llanos*

El ciudadano arquitecto Cristián Boza ha salido a la palestra para comentar el resultado del reciente plebiscito realizado en Vitacura, el cual -a juzgar por las nociones que maneja- no es de su agrado pues, defendiendo sus intereses y los de todos sus abundantes semejantes, resume su postura con una pachotada digna de señor feudal, despropósito que ilustra o su ignorancia o sus convicciones ya que prueba que no entiende y menos acepta la viejísima práctica humana de asignar valor no monetario al lugar en que cada ser humano vive o frecuenta: su vivienda, su calle, su plazoleta, su barrio, su ciudad y que es la forma en que la humanidad ha expresado su necesidad de apropiarse el pedazo de territorio que ocupa y defender algo que también el ciudadano de marras o desconoce o rechaza: la calidad de vida, la que cada cual valora de la manera que sea, sin necesidad de que venga alguien con pergaminos universitarios a decírselo.

«Es absurdo hacerle caso a los vecinos, que pretenden seguir viviendo debajo de una palmera frente a una ciudad que crece, y que la victoria de Salvemos Vitacura sienta un precedente muy malo, porque todo el mundo va a querer opinar sobre su arquitectura y el orden de la ciudad».

Sus palabras presuntuosas me traen a la memoria la reacción de María Antonieta ante los desculotados franceses que exigían pan, exclamando: «Y por qué no les dan galletas». Todos sabemos como terminó María Antonieta.

Califica de absurdo «hacerle caso a los vecinos», desear vivir a la sombra de una palmera y su colmo se exacerba cuando intuye nebulosamente que «todo el mundo va a querer opinar sobre la arquitectura y el orden de la ciudad».

Subrayo su palabra orden pues me imagino que estará refiriéndose al orden con que nos agracian los desarrollistas animosos, con la anuencia de las autoridades circunstanciales, que han llenado la ciudad con muros ciegos, carencia de espacio libre para el goce de los ocupantes de un edificio corporativo, estruje máximo del limón predial, desprecio por el asoleamiento, malabares con los estacionamientos con el espurio pretexto de que la vivienda social no los requiere, malicia ante conceptos tales como inserción urbana, impactos sobre la circulación, erradicación a billetazos, expropiación al revés de áreas verdes privadas suculentas, fragmentación de barrios para favorecer al automovilista, ausencia de baños públicos en las supertiendas, entibaciones que perjudican a los vecinos sin compensarlos, privatización de calles y pasajes, el aberrante «desparramo» de Santiago para favorecer la captación privada de plusvalía, los gargarismos bucales acerca de la guetización de los sectores de menos ingresos, la inexistencia de programas de rehabilitación de vastos sectores de la ciudad, la saturación de cimas con antenas, las violaciones flagrantes del DFL 2, con posterioridad a la recepción final, la oferta nula de lugares de trabajo en los guetos urbanos y, últimominutamente,  enrejado de parques públicos.

¿Qué diría el ciudadano Boza si, contando con la anuencia de un director de obras flexible o regalando un caballo al alcalde de turno, yo consiguiera un permiso municipal para instalar al lado de su casa un prostíbulo para clientes con autos sin escape o una fábrica de cecinas? Apostaría a que reivindicaría presto su derecho a «opinar sobre la arquitectura y el orden de la ciudad».

Para terminar, los comentarios del ciudadano arquitecto no tendrían mayor relevancia pues hay muchos colegas que se limitan a hacer edificios, sin que por ello hagan ciudad, pero el tal profesional es o pretende ser el asesor en materias de ciudad  del candidato presidencial Sebastián Piñera, y cada palabra suya será examinada con lupa ya que la ciudadanía está despertando de su letargo, rechaza a los oportunistas «expertos» y, por el contrario, sí quiere: «opinar sobre la arquitectura y el orden de la ciudad».

 

*Héctor Arroyo Llanos es arquitecto, Fundación Defendamos la Ciudad.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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