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De progresismo y primarias

¿Tiene nuestra clase política ideas y actitudes avanzadas como para que se puedan hacer llamar progresistas? La respuesta es no, en Chile la clase política no es progresista y, salvo ciertos sectores, la sociedad en general no lo es, los cambios se producen lentamente y de eso da cuenta…


Por Roberto Mardones*

Entre la mentada cumbre del «progresismo» y la fantasmal «primaria concertacionista», en medio de una crisis económica de la cual todavía no sabemos cómo y en qué condiciones saldremos, lo único que me quedan, y surgen cada vez más, son dudas acerca de nuestro futuro político. Nuestra clase política esta más allá de la farándula, esta al nivel de una bacanal al mejor estilo romano, no tiene límite y nosotros, los ciudadanos, estamos siendo meros espectadores.

Tenemos unos representantes que se autodenominan «progresistas», y se reúnen, según ellos, con sus pares «progresistas» a discutir sobre el devenir, se elogian mutuamente por sus políticas y todos coinciden en lo dura que será la crisis, que hay que apoyar a los más desposeídos, y resulta, que si no es por el fiscal económico y su investigación y la «delación» de FASA, nos siguen robando a destajo, ¿Dónde estaban nuestros representantes progresistas? ¿No se supone que fiscalizan y que deben velar por el bienestar de sus representados?

Luego de la guerra, todos somos generales, las «organizaciones» ciudadanas salen a hacer funas, tirar tomates y rayar farmacias, pero ¿dónde estaban antes? Somos una ciudadanía reactiva y tenemos una clase política que ya se dio cuenta de eso y se están dando un festín. La Presidenta se da el lujo de hacer cambio de gabinete, saca una parlamentaria para nombrarla como vocera de gobierno, claro, legalmente nada se lo impide, pero ¿Y qué pasa con aquellos que votaron por ella? O sea, ahora para llegar a ser ministro, primero puedo ser parlamentario y viceversa, ya que Harboe no tiene ningún mérito para tomar el puesto dejado por Tohá, ¿quién lo eligió?

Como si esto fuera poco, nos quieren hacer creer que son democráticos, y montan una primaria «progresista», con unas reglas bastante sui generis, es decir, puede ser que los expertos electorales de los partidos tengan tal previsión en el sentido de que, efectivamente, si Gómez perdía en una luego perdiera en todas y fuera un gasto innecesario, bueno quien sabe. Además, escogieron dos regiones que de progresistas no tienen nada, dónde solamente hay un diputado radical (el del distrito 33, que tiene como par a un UDI y, dicho sea de paso, en esas dos regiones el total de diputados UDI es 6 más 3 senadores del mismo partido y de la Concertación, salvo dos independientes, el resto son todos de la vieja guardia) y el resultado arroja que los votos válidamente emitidos son poco más de 43 mil, ¿es esto representativo? Pero los desaguisados no se quedan ahí, el candidato electo saca el discurso «de la patria joven», de su padre (¿O será que ya ellos eran progresistas? ¿Pero no fueron ellos los que colaboraron con los militares para derrocar al gobierno de Allende?), vade retro. Mientras tanto, el candidato de la otra coalición va de paseo al rodeo, «champion» le denominan esos «huasos», cuyo apero cuesta más de un sueldo mínimo.

¿Tiene nuestra clase política ideas y actitudes avanzadas como para que se puedan hacer llamar progresistas? La respuesta es no, en Chile la clase política no es progresista y, salvo ciertos sectores, la sociedad en general no lo es, los cambios se producen lentamente y de eso da cuenta la encuesta mundial de valores. No se es progresista por decreto.

Así las cosas, sigo sosteniendo que nuestra clase política es oligárquica y no está disponible para el cambio, no sé si Gómez, Enríquez-Ominami o Navarro son más progresistas que Frei, lo que si está claro es que ellos representan recambio para los de la clase de él (Escalona, Latorre, Letelier, Lorenzini, etc,) recambio, y eso les preocupa, cierran filas porque ese recambio se producirá cuando ellos lo estimen conveniente.   

*Roberto Mardones es cientista político.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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