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El fantasma del humanismo cristiano

A diferencia de sus socios de la UDI, muchos de los cuales fundan su capital político a partir de ciertas premisas religiosas fundamentales, Sebastián Piñera tiene la posibilidad de romper los mitos que atan a la derecha clásica y abrir todos los temas en señal de auténtico aprecio por…


Por Cristóbal Bellolio*

Algo extrañó sucedió. Aunque fue Eduardo Frei quien se mostró dispuesto a debatir sobre el aborto terapéutico y Sebastián Piñera quien se opuso tajantemente a su mera discusión por ser «pro vida», es el primero quien, según el último sondeo de La Tercera, sube en 4 puntos su evaluación ante la pregunta acerca de los «valores más sólidos». Por el contrario, Piñera cae 9 puntos en la misma pregunta. ¿Es realmente tan extraño? Para nada. Los chilenos hace un buen rato dejaron de medir valóricamente a las personas por sus preferencias del ombligo hacia abajo. La Iglesia Católica lo sabe de sobra, ya que el año pasado un estudio arrojó que la población rechazaba sus incursiones en los temas de moral sexual mientras apoyaba sus reclamaciones sociales.

El punto es claro: moverse hacia el conservadurismo no es la receta del éxito para Piñera. La apelación al «humanismo cristiano», que ya fue infructuosa en la campaña pasada, será aun más estéril contra un candidato DC. No sólo porque los valores no se andan vociferando a los cuatro vientos (es mucho más sospechoso cuando así ocurre), sino porque está demostrado que el electorado chileno ya no cree en leyendas negras. Lagos fue el primero en destrozar la premisa de la derecha confesional al recordar que pertenecía «a la clase media laica chilena educada en el Instituto Nacional y en la Universidad de Chile». Bachelet se encargó de rematar el punto, por ser mujer, agnóstica y madre soltera. Lavín en cambió retrocedía dramáticamente su votación al tiempo que señalaba no querer un Chile donde su hija se paseara «con condones en la mochila».

En su discurso del 3 de abril, sólido e incluso épico en algunos pasajes, Sebastián Piñera pareció perder de vista las lecciones anteriores cuando se refirió a aquellos que «abrazaban los valores del humanismo cristiano (y que) hoy le abren solapadamente las puertas al aborto». En primer lugar porque es una aseveración poco sustentable: nadie cree que Frei tenga una secreta agenda valórica con el fin de dividir a su propio partido. En segundo lugar, porque la discusión de temas con aristas múltiples y legítimos puntos de vista siempre debe ser bienvenida en democracias pluralistas. Y en tercer lugar, porque vuelve a caer en la tentación de asignar a ciertos valores (en este caso los del «humanismo cristiano») una cierta prevalecencia sobre el resto.

Más de alguno me saldrá al paso enrostrándome que en cuestiones valóricas no importa el número de votos. Me apresuro en contestarles que sí importa cuando el objetivo es representar a la mitad más uno de los electores. Ser capaz de leer correctamente a la sociedad y a sus cambios es una virtud política esencial. Además, todos los países que alcanzan índices aceptables de vida material entran en etapas de liberalización de ciertas prácticas, lo que en Chile ya puede verse reflejado si segmentamos las preguntas denominadas «valóricas» por estrato socioeconómico. En ellas resulta sorprendente constatar que los más educados y pudientes son más liberales que el resto. Aunque Chile siga siendo un país conservador, va camino a dejar de serlo.

A diferencia de sus socios de la UDI, muchos de los cuales fundan su capital político a partir de ciertas premisas religiosas fundamentales, Sebastián Piñera tiene la posibilidad de romper los mitos que atan a la derecha clásica y abrir todos los temas en señal de auténtico aprecio por la diversidad. Esperamos que así ocurra.

*Cristóbal Bellolio es profesor de la Escuela de Gobierno Universidad Adolfo Ibáñez y miembro de Independientes en Red.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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