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Una verdadera reforma a la Educación Superior

Pese a que la defensa corporativa parece ser hoy la única forma de asegurar la supervivencia en la caótica y desregulada educación chilena, debemos exigirnos más. Y el liderazgo académico que reclamamos de nuestros Rectores debiera abrir el espacio para miradas globales en pos de una verdadera…


Por Federico Huneeus y Miguel Crispi*

Durante el último mes hemos presenciado un intenso debate entre la visión de los rectores de las dos universidades más importantes del país, Víctor Pérez de la Universidad de Chile y Pedro Rosso, de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Por desgracia este dialogo deja aún mucho que desear. Si bien es meritorio que las distintas visiones se expresen, Chile reclama hoy una discusión país y no una institucional. Sería lamentable que la ciudadanía viera allí sólo demandas corporativas sin visión estratégica, pues los estudiantes en general estamos siendo interpelados a velar por las necesidades del país, por el desarrollo justo y sustentable de Chile.

Es una realidad positiva e insoslayable que de aquí a 20 años, el 80% de nosotros, los jóvenes, ingresemos a la educación superior. En ese marco ¿acaso el estudiante de una institución privada tendrá menos derechos que el de una estatal? Nosotros estamos porque se garantice para todos el derecho a una educación con un piso de calidad, una educación que esté al servicio de las necesidades y el desarrollo del país y que sea capaz de garantizar la libertad de cátedra, la libertad de pensamiento e investigación, así como la libertad de asociación. Cualquier institución que no cumpla con esto no se puede denominar Universidad. Por eso Chile necesita de una discusión y de decisiones profundas respecto del sentido que deben tener las Universidades, y a la vez, de un rol mucho más preponderante en calidad, pertinencia y desarrollo para la formación técnica.

Sin lugar a dudas el Estado debe hacerse cargo, de una manera efectiva, preferente y sostenible, de aquellas instituciones que él mismo ha creado, como lo ha planteado el Rector Pérez; pero también debe garantizar mecanismos y oportunidades para las instituciones privadas que asuman una misión pública real. El camino del país al desarrollo y hacia una efectiva igualdad de oportunidades necesita de ambas fuerzas. Por eso creemos que Chile debe, a través del Estado, volver a hacerse cargo de la Educación. Insistimos en que la actual discusión no puede limitarse sólo a obtener más financiamiento para unos u otros ni zanjarse a puertas cerradas.

Si lo público no puede reducirse tan sólo a lo estatal, como lo muestra por lo demás la propia historia universitaria anterior a 1981 o la creación del Consejo de Rectores (CRUCH) en 1954, tampoco es sostenible continuar con las indefiniciones entre tipos de institución, el mercado sin ética ni barreras o el abandono del Estado, instalados a la fuerza desde 1981. La necesidad de un cambio es evidente.

Pese a que la defensa corporativa parece ser hoy la única forma de asegurar la supervivencia en la caótica y desregulada educación chilena, debemos exigirnos más. Y el liderazgo académico que reclamamos de nuestros Rectores debiera abrir el espacio para miradas globales en pos de una verdadera reforma al sistema, empezando por darle a ésta carácter de tal. Hoy el CRUCH no se muestra como un actor coherente, lo que se pone de manifiesto cuando sus miembros toman acciones aisladas unos de otros, o se revelan poco capaces de hacer propuestas conjuntas en temas de educación, investigación y desarrollo. Concordamos en que el CRUCH es una institucionalidad que debe repensarse, pero hasta que el sistema de educación superior cambie creemos que el país gana si esta instancia se mantiene unida y dispuesta para proponer en conjunto los cambios necesarios.

La dirección y profundidad de los cambios que se están proponiendo desde distintos sectores requiere de la legitimidad y la real participación ciudadana para evitar quedar presos de intereses económicos particulares tal y como ha ocurrido en tantos otros campos y momentos. Hablar de educación es hablar del futuro de la sociedad, y éste no se puede definir sin los jóvenes. Los estudiantes universitarios hemos tomado la firme decisión de deponer nuestras diferencias para construir unidos, y en conjunto con todos los actores disponibles, un proceso y proyecto que de vida a una reforma estructural de nuestra educación superior. Esperamos que los rectores, coordinada y generosamente, sean parte de este proceso colectivo de reforma.

*Federico Huneeus es Presidente de la FECH.  Miguel Crispi es Presidente de la FEUC

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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