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Un comercio justo es posible

Hoy los consumidores son personas cada día más informadas que, al momento de adquirir un producto, integran una dimensión ética en su decisión, exigiendo bienes más sanos y amigables con el medio


Por Gerardo Wijnant*

El Comercio Justo se aprecia como una luz esperanzadora en un momento de crisis financiera global que ha afectado a todos los rincones del planeta. Casi la mayoría de líderes políticos han manifestado que es necesario poner en práctica ciertos valores éticos en el accionar de la economía. El Comercio Justo es un concepto que se ha asentado con fuerza en Europa, en Estados Unidos y en muchos países desarrollados, lo cual augura que podría configurarse en un espacio de mayor visibilidad en nuestro país. Surge hace unos 60 años producto de un movimiento impulsado desde la ciudadanía que tomó conciencia de que la ayuda a comunidades y productores de escasos recursos era más fructífera mediante el desarrollo de un comercio más equitativo y no a través de subsidios o medidas paliativas destinadas a ellos. El movimiento buscó, desde sus inicios, generar condiciones comerciales equitativas para los pequeños productores que no tienen acceso al circuito comercial tradicional. Pero incluso va más allá: pretende que a los productores se les pague lo justo por sus productos, que se fabriquen bienes que no dañen el medioambiente, junto con fomentar en el mismo proceso de producción condiciones de justicia laboral, sobretodo en lo referido a la explotación infantil.

Lograr estas condiciones de justicia en el mercado no es fácil, pero tampoco es imposible. Es necesario que empresas y los canales de distribución tradicionales se interesen por este tipo de comercio, incorporándolo como parte de sus estrategias de responsabilidad social empresarial. Hoy los consumidores son personas cada día más informadas que, al momento de adquirir un producto, integran una dimensión ética en su decisión, exigiendo bienes más sanos y amigables con el medio ambiente; el comercio justo permite, además, que los consumidores contribuyan, mediante su compra, a mejorar el bienestar de personas con menores oportunidades, en este caso de artesanos y pequeños productores.

A nivel internacional el movimiento se ha profesionalizado a través de esquemas de Certificación de Comercio Justo, como IFAT- WFTO (la Organización Mundial de Comercio Justo). Hoy existe el sello FLO, Fair Trade Labelling Organization, que asegura al consumidor condiciones de producción dignas, un pago justo y que genera productos que privilegian la cultura de las comunidades de origen. En nuestro país, existen entidades que llevan bastante tiempo apoyando a productores en la comercialización de sus bienes hacia mercados externos y en la capacitación de unidades económicas como Comparte, la Fundación Solidaridad y Chol Chol, en el sur del país. Hoy, 9 de mayo, en el Día Internacional del Comercio Justo creemos que, con voluntad y con el interés de empresas comerciales y canales de distribución, que den cabida a los productos, es posible crear un espacio interesante para que personas de escasos recursos accedan al mercado desarrollando un comercio más equitativo.

*Gerardo Wijnant es Ingeniero Civil Industrial, Gerente General Comparte.
www.comparte.cl

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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