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Honduras y el nuevo trato de Obama

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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Con el golpe de Estado en Honduras el gobierno de Obama pierde la virginidad en lo que se refiere a la región de la cual forma parte EE.UU. y queda al desnudo el verdadero conocimiento sobre la realidad latinoamericana que existe en la Casa Blanca.


Por Montserrat Nicolás*

Resulta casi cómico la sorpresa pública en relación al Golpe de Estado en Honduras.

El hemisferio americano tiene una larga tradición de medidas neutralizantes que operan a base de la imposición a la fuerza de un tipo de orden social. Un golpe acá y otro allá fue la tónica durante todo el siglo XX.

Con el termino de la Guerra Fría, la región fue introducida a una nueva era pacífica, más bien llamada ‘democrática’, que en los últmos años, alegremente ha transitado por el camino de los países en desarrollo.

Esto es al menos lo que se nos ha hecho creer.

El acuerdo tácito de un «nunca más» regional y la importancia del «crecimiento económico», por sobre todas las cosas, nos hizo sentir una complaciencia epocal de que todo marchaba bien.

Sin embargo, las alertas sociales han estado presentes si uno levanta el manto de la tiniebla comercial.

La desigualdad entre los más ricos y los pobres ha aumentado drásticamente en Latinoamérica sin que los nutridos Tratados de Libre Comcercio hayan podido resolver el dilema.

No más juró como presidente, Obama señaló que quería un nuevo trato con sus vecinos al sur. Aseguró, quizás pensando que no le daríamos problemas, que EE.UU. sería un país más dentro del grupo y que con él se dejaba atrás la lógica del ‘primus inter pares’ de los previos gobiernos de Washington DC.

El jueves pasado, circuló una alerta que informaba sobre el inminente golpe de Estado en Honduras. Siendo uno de los países más pobres del hemisferio donde 70% de la población vive en pobreza extrema, Honduras se aprestaba a celebrar una consulta popular este domingo, bajo el beneplácito del presidente Mel Zelaya. Tomando en cuenta que quedaba poco tiempo para las elecciones generales (donde se eligen los diputados, alcaldes y presidente) en noviembre de 2009, la insistencia de Zelaya -contra viento y marea de la política interna- era más que osada.

Apróximadamente 40 por ciento de la población está cesante y, de 7.3 millones, más de 1 millón de hondureños viven en EE.UU., mandando remesas que significan el 1/5 del PIB.  Honduras importa productos desde EE.UU. por casi el doble de esa suma.

Dado que los golpes de Estado en Latinoamérica siempre han contado con el apoyo de un gobierno estadounidense, fue oportuna la temprana declaración del presidente Obama, el mismo domingo en que militares encañonaban al presidente Zelaya y lo llevaban a Costa Rica. Obama dijo que llamaba a «todas las partes» a respetar la democracia y que «todas las disputas deben ser saldadas pacificamente a través de negociaciones que estén libres de interferencia externa».

Igualmente interesante fue la negociación por la declaración de la OEA, tema que se inició días antes. Dentro de la OEA, el peso de EE.UU. es vital y tiene una suerte de poder de veto. Usualmente cuando los esbozos entran a los comités de la OEA para ser revisados, se agota su urgencia en una lenta muerte dado los tijeretazos que los diplomáticos le dan.

En relación con la declaración sobre Honduras, EE.UU. no quería incluir las palabras «golpe de Estado» y preferían algo más general que aludía a una intención de golpe, y no un hecho de facto.

Las discusiones se alargaron por horas mientras en Honduras, el presidente del Congreso, Roberto Micheletti, aprovechaba la Constitución para autodeclararse presidente. Se justificaba la medida con una supuesta carta de renuncia por parte de Zelaya, algo que el destituido presidente calificaba de falso.

Es sólo cuando en Honduras se comienza a formar un gobierno nuevo que la OEA promulga su decisión de exigir la inmediata restitución de Zelaya en la presidencia de Honduras

En todo caso, se reconoce en círculos diplomáticos que fue uno de los procesos más expeditos que se haya visto dentro de la OEA.

Con el golpe de Estado en Honduras el gobierno de Obama pierde la virginidad en lo que se refiere a la región de la cual forma parte EE.UU. y queda al desnudo el verdadero conocimiento sobre la realidad latinoamericana que existe en la Casa Blanca.

El Joint Task Force-Bravo de EE.UU., opera en la base aérea Soto Cano de Honduras. Se estima que el Pentágono tiene unos 550 militares especializados trabajando junto con otros 650 funcionarios civiles, a menos de 100 km de la capital, Tegucigalpa. Desde esa base se supone que se incursiona en actividades militares en contra del narco tráfico en centroamérica.

Este dato no es menor. Durante el domingo, fuentes de la Casa Blanca declaraban que ya le advirtieron a sus contactos hondureños dque EE.UU. no apoyaría un golpe de Estado. Agregaron que, con el avance de la crisis, perdieron el contacto con Honduras.

Vale decir, un país que es más pequeño que la región de Antofagasta, que recibe ayuda militar significante por parte de EE.UU. y su existencia está intimamente ligada a EE.UU., se juega el esperanzador trato de Obama hacia la región.

El nuevo gobierno en Tegucigalpa no ha mostrado ninguna señal de claudicar y queda por ver cómo instalan físicamente a Zelaya en la presidencia. Aprenderán que entre lo dicho y lo hecho hay un trecho que pasa por la historia hemisférica. Y en ellos pesan mucho las relaciones militares.

 

*Montserrat Nicolás es la autora del blog «Curvas Políticas».

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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