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La ONU y las lecciones de la crisis

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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La estabilidad financiera es un bien público mundial, por lo que se requiere un liderazgo amplio y fuertemente legitimado para estructurar esa nueva arquitectura. En consecuencia, es Naciones Unidas, el G-192, la instancia llamada a liderar activamente este proceso.


Por Paula Quintana*

Como Ministra de Planificación del gobierno de la Presidenta Bachelet, tuve el honor de representar a Chile en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Crisis Financiera y Económica Mundial y sus Efectos en el Desarrollo, realizada en Nueva York hace algunos días.

Al hacer un balance sobre el desenvolvimiento de la grave coyuntura desatada en Estados Unidos el año pasado y amplificada a todo el orbe, se constató una vez más que los costos de la crisis económica mundial no se distribuyen homogéneamente, sino que se presentan de manera acentuada en las economías más vulnerables, ya afectadas por el menor desarrollo. Países que nada tuvieron que ver con el origen de la crisis, resienten con más fuerza el efecto negativo de la misma. Esto se ha expresado en mayor desempleo, aumento en las tasas de pobreza, retrocesos en equidad, hambre, aumento en la desnutrición, incremento en las brechas de género y, en general, en retrocesos en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

En estas circunstancias, es obvio que dichos países requieren más acuciosamente los recursos necesarios para aplicar políticas anticíclicas que les permitan recuperar sus economías y mantener y extender sus sistemas de protección social. Porque sabemos, por experiencias pasadas, que lo que se retrocede en materia social lleva, para su recuperación, más del doble de tiempo que los indicadores económicos. De allí entonces la urgencia de los llamados a reforzar la cooperación internacional, no obstante las restricciones que imponen a muchos países desarrollados los procesos de estímulo interno de sus propias economías. En este sentido, se evocó y se instó a cumplir un compromiso contraído en cumbres anteriores, en el sentido que las naciones industrializadas destinen el 0.7% de su Producto Interno Bruto a la ayuda al desarrollo.

En otro ámbito, y con especial énfasis, se destacó la importancia de las medidas de estabilización surgidas de una coordinación multilateral, experiencia que reafirma el desafío de avanzar hacia una nueva arquitectura financiera, con un rol central de Naciones Unidas. La posición de Chile al respecto, planteada ante el plenario de la Conferencia, fue que la estabilidad financiera es un bien público mundial, por lo que se requiere un liderazgo amplio y fuertemente legitimado para estructurar esa nueva arquitectura. En consecuencia, es Naciones Unidas, el G-192, la instancia llamada a liderar activamente este proceso. A nombre de UNASUR, nuestro país resaltó también la importancia de la acción coordinada y los consensos que se alcanzaron en el documento final.

Desde ese punto de vista, uno de los signos más alentadores fue que en este encuentro se haya llegado a un consenso para fortalecer los organismos multilaterales, y para avanzar hacia una reforma del Fondo Monetario Internacional y el Banco mundial sobre la base de una representación más justa y equitativa de los países en desarrollo.

Finalmente, no es por chovinismo que debemos referir los elogios que recibió Chile por su manejo económico ante la crisis, que replicaron los que había manifestado el Presidente Barak Obama ante la propia Presidenta Bachelet y los que realizó el Presidente del Banco Mundial con ocasión de la Segunda Reunión de Ministros de Hacienda de América y el Caribe, realizada la semana pasada en Viña del Mar. En efecto, constatándose que la crisis ha extendido sus efectos por todas las latitudes, se reconoció que la magnitud de éstos ha sido diferenciada. En ese sentido, se valoró nuestra disciplina fiscal, las oportunas medidas contracíclicas y nuestra vocación por mantener e incluso hacer más sólida la protección social en medio de las turbulencias.

Al hacer un balance de la Conferencia consagrada a la grave crisis financiera y económica mundial y sus efectos en el desarrollo, tenemos la certeza de que ella será recordada como un momento multilateral que ha sabido convertir la crisis en una oportunidad para mejorar la globalización, con un sentido de mayor gobernanza, inclusión y sostenibilidad.

*Paula Quintana Meléndez es Ministra de Planificación.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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