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New Jack City

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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«Miren como sonríen los presidentes, cuando le hacen promesas al inocente. Miren como le ofrecen al sindicato este mundo y el otro los candidatos. Miren como redoblan los juramentos, pero luego del voto doble tormento…»


Por Ricardo Manzi*

Se levanta cuando aún es noche cerrada, se lava por presas con agua helada para que el gas se pueda utilizar en calentar la comida y lavar a los niños pequeños. Calienta algo de lo que quedó de la cena del día anterior y lo guarda en su lonchera junto a un pedazo de pan; prepara otro con  mantequilla y mortadela, si las hubiere. Cierra la puerta de calle mientras termina de tragar y con precaución abre la de la reja exterior que cruje por el peso de las placas de fierro que protegen a sus moradores de balas perdidas o dirigidas a su casa cuando ha sido elegida para el entrenamiento de tiro de un soldado. Mira para ver si está saliendo Juan su compañero de trabajo que vive al llegar a la esquina. Junto caminan a paso ligero, casi al trote  las cuatro calles que los separan  del paradero en que debería pasar la micro del Transantiago que luego de transbordos varios, los llevará hasta las inmediaciones de Escrivá de Balaguer con Padre Damian de Veuster (patrono de leprosos y marginados) en Vitacura, donde los esperan los edificios en construcción en que laboran desde hace un año. Este perdedor junto a su compañero de labores, se llama Manuel y repite esta rutina por muchos años.

Harnold T., vecino del lugar, más conocido como «El Schuasacharchaneger» despierta con el cañonazo de las 12 P.M., que no es el del cerro Santa Lucía, sino el que dispara uno de sus soldados, para recordar a la pobla, quién es la autoridad al Sur del paradero 29 y ½ de Santa Luisa y en la Villa El Promisorio Porvenir. Si no se ducha no es porque no haya gas, sino que porque es sucio como su profesión. Su primera actividad del día consiste en pensar qué va a almorzar y sin más se dirige a la parrilla para tirar la carne, luego de poner el equipo donde «a todo chancho» suena y resuena Daddy Yankee ¡qué importa! que en la casa de al lado agonice con dolor una vieja singerista de cáncer a los huesos, total, el después se ocupará de compensar a los nietos de los ruidos molestos si quieren hacer carrera en el comercio de la felicidad, actividad de este emprendedor. ¡Harnold es un winner, o si se quiere, un ganador!

La autoridad en campaña promete ante las cámaras, comisarías, tenencias y más radiopatrullas un Plan Antidelincuencia en que se encuentran imbricados todos los servicios: Sename, Sernam, Injuv, Serviú, Gendarmería y, ¡por supuesto, las policias! Habrá coordinaciones con el Ministerio Público y de este con aquellos y de aquellos con este; El sello del nuevo Plan Antidelincuencia estará en las cuentas públicas a la ciudadanía sobre sus progresos, cuando las necesidades lo ameriten; se terminará de tramitar el proyecto de ley  que permitirá erradicar el bandolerismo y la lacra de la droga al que se le dará suma urgencia. Por ahí hasta aparecen los planes de pavimento participativo, el mejoramiento de los servicios, los suministros y hasta el Sernageomin ¡Curioso!

Mientras escucha esta alocución del candidato en el noticiero de la tarde, – si Daddy Yankee lo permite-, una profesora jubilada pone en su «pick up capíssimo» a la Violeta, la que con voz aguda canta desde el disco rayado su discurso, «Miren como sonríen los presidentes, cuando le hacen promesas al inocente. Miren como le ofrecen al sindicato este mundo y el otro los candidatos. Miren como redoblan los juramentos, pero luego del voto doble tormento…». Y un padre ausente, no concurre a la formalización de su hijo adolescente que abatió a otro muchacho incomprensiblemente, en la fría noche santiaguina. ¡Hasta cuando!

 

*Ricardo Manzi Jones es abogado, rmanzi@adsl.tie.cl

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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