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Depredador

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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Coronel se parece a Bolivia, dicen, porque le quitaron el mar. Licitaron todo el borde costero a un jirigay de empresas que se instalaron sólo para cobrar subsidios. A caballo regalado… cuando se agotaron, la mayoría hizo sus maletas. El litoral más bello de Chile está convertido en un basural.


Por Manuel Riesco*

Arauco es uno de los lugares más bellos del mundo. Ha sido bendecido por la naturaleza con el paisaje incomparable de una cordillera propia que desciende hasta abrazar el Océano Pacífico en un collar de golfos y playas desde los cuales se puede pescar en aguas llenas de vida como ninguna otra. Goza de un clima templado que lo baña con lluvias constantes que la cubren de vegetaciones y bosques con el crecimiento más rápido en todo el mundo. Como si fuera poco, guarda en sus entrañas inmensos yacimientos de carbón.

Ha sido su maldición. Desde hace un siglo y medio viene siendo cada vez más devastada por los peores rasgos del capitalismo salvaje. Allí nació su versión chilena, enganchando campesinos para sacar carbón desde el fondo del mar en condiciones brutales. Su descripción por Baldomero Lillo hace palidecer las de la contemporánea Inglaterra que el mundo conoce por Dickens.

Sobre sus espaldas encorvadas, manos duras y rostros tiznados se levantó la principal fortuna de entonces, cuyo nombre recuerda el más esplendoroso palacio y parque de Santiago, así como uno de los mejores vinos. Allí nació la moderna clase obrera chilena forjada en la dureza y la solidaridad. Cerraron las minas hace unos años, pero muchos de sus hijos siguen allí. Ellos sólo han podido atesorar sus tradiciones. Así tiene que ser. Tienen que salir de la mina igual como entraron: forzados a arrendar sus manos en una nueva jornada. En caso contrario el sistema simplemente dejaría de funcionar.

Pero nunca tanto. Recorrer hoy el camino que une Concepción con Lota pasando por Coronel es para llorar. La han hecho pedazos. De punta a cabo y de cabo a rabo. No hay un solo metro de solaz. Las ciudades mineras siempre fueron pobres, aunque bastante menos que las poblaciones de Santiago. Su singular belleza florece sólo desde el abigarramiento cálido, alegre y multicolor de la sacrificada vida popular. También de su entorno, que sus habitantes siempre supieron querer y disfrutar.

Les quitaron los cerros. Arrancaron el bosque nativo y los campesinos para reemplazarlos por pinos y empresas forestales. Ahora ni siquiera pueden disfrutar el paseo anual del día del minero. De madrugada partían hacia allí cientos de carretas que en la mañana conducía el viejo y en la noche de regreso la vieja y los hijos porque el hombre venía curado como cuba durmiendo encima de la carreta. Ahora el bello campo junto al mar donde pasaban de un día inolvidable fue privatizado y está lleno de cercos y parcelas.

Coronel se parece a Bolivia, dicen, porque le quitaron el mar. Licitaron todo el borde costero a un jirigay de empresas que se instalaron allí sólo para cobrar subsidios. A caballo regalado…

Cuando se agotaron, la mayoría hizo sus maletas. El litoral más bello de Chile está convertido en un basural. Lo llaman «parque industrial.» A la espera que por un milagro gane plusvalía para venderlo con pingües ganancias.

Ahora, al basural llegaron las termoeléctricas. La energía no faltó nunca en Chile mientras ENDESA fue del Estado. Por el contrario, sus ingenieros fueron el Estado mayor del desarrollo nacional. Junto con construir las grandes centrales y extender las líneas de transmisión iban planificando cómo se podía desarrollar hasta el último rincón del territorio. Adicionalmente, formaron generaciones de ingenieros en las universidades.

Sin embargo, no pasaron ni diez años de privatizada para que, aparte de «chispeantes» escándalos, el país se enterase que había una terrible crisis energética. Hasta que les aflojaron el «precio de nudo.» Desde ese momento, se han atropellado para llenar el territorio de generadoras a carbón, que son las más contaminantes de todas. Las ponen donde los dejan. Usualmente en el desierto, porque nadie las aguanta de vecinos.

Excepto en Arauco. Coronel tiene más o menos los mismos habitantes que Vitacura. En número, desde luego. Sin embargo, nadie pensó ni por un instante en instalar una termoeléctrica en el elegante barrio santiaguino. Aunque allí viven los que consumen la mayor parte de la energía, en sus casas, transportes y fábricas. Las fueron a instalar a Coronel. Vaya uno a saber porqué. Para aprovechar el envión pusieron tres al tiro. Con vista al mar.

Nadie chistó. Total, son pobres y necesitan trabajo, dijeron. Además, están acostumbrados a respirar carbón. Las autoridades se hicieron las lesas. Ofrecieron jugosos subsidios a los contaminadores. Aprobaron con aplauso los preciosamente encuadernados «informes de impacto ambiental» que les prepararon consultores bien pagados, que probablemente viven en Vitacura o por ahí.

Cuando cerraron las minas dijeron que iban a reconvertir la región. Eso tenía mucho mejor rentabilidad social que mantenerlas abiertas, afirmaron. Aunque a los precios actuales del carbón…

Aparte de los malhadados «parques industriales,» entrenaron centenares de peluqueros y taxistas. Además de muchas telefonistas, que al parecer son las únicas que siguen atendiendo. Les enseñaron a cortar árboles con motosierra e incluso les regalaron estas máquinas de película de terror, las que vendieron a huevo en la feria.

Sin embargo, siguen tan pobres y cesantes como siempre. No ha quedado otra que mantenerlos en empleos municipales de emergencia. Sólo en Lota hay 3.800 viejos dándose vuelta desde temprano, sin nada que hacer. Hay que ser bien duro, como los de ahí, para aguantar doce años en esa. Pero aún a ellos les ha hecho mella. Son un tremendo problema social. Podrían tener la ciudad como un chiche. Que municipio no se querría tener durante doce años una cuadrilla de esa magnitud para el ornato de la ciudad.

Algo han hecho, desde luego. Sin embargo, la inmensa mole de la sede del sindicato seis sigue al lado de la plaza igual que siempre. Es decir, en obra gruesa, sin luz eléctrica y con el piso generalmente inundado con agua. De todos modos, se celebraron allí históricas asambleas, incluso en plena dictadura. No ha sido posible en doce años poner a todos esos viejos a terminarla y dejarla como se merece el monumento nacional que es. No se qué reglamento se los impide y nadie lo cambia. Ahí no se hacen los lesos, podrían arriesgar un sumario administrativo. Tampoco le han dado al municipio recursos suficientes para hacer algo de interés con ese tremendo contingente. Total, que más da.

Lo único que ha funcionado es el CFT. Eso quiere decir Centro de Formación Técnica. Una conversación con su rector levanta el ánimo y muestra el camino de salida. Ese hombre culto, tranquilo y sabio, debería estar a cargo de toda la educación chilena y hacer exactamente lo mismo que ha logrado en Lota.

Tiene 1.600 alumnos, a los que primero recicla en seis meses para recordarles la «o» y las cuatro operaciones, que de algún modo se les pasaron de largo en la enseñanza media. El colegio público donde estudiaron está más a mal traer que el Instituto Nacional, primer foco de luz de la nación que tras 20 años de municipalización y financiamiento con «vouchers» dejaron con los vidrios rotos y los baños llenos de mierda.

En tres semestres adicionales les enseña oficios técnicos con el mejor nivel mundial. Eso gracias a la caridad de los italianos y canadienses, que se pusieron con los cuatro o cinco millones de dólares que costaron las modernísimas maquinarias en cuyo uso los entrena.

Al Estado chileno no le da para tanto, aunque ha entregado bolsas llenas de miles de millones de dólares para que se los administren los especuladores internacionales a cambio de jugosas comisiones.

Al menos, sin embargo, otorga en este caso un «subsidio a la oferta» que permite sostener el CFT. Se pone con 90 UF en total por cada alumno, que viene siendo como 75 lucas al mes por dos años. Aparte de eso, les da becas «milenio» a un tercio de los alumnos. Ello les permitiría comer, porque incluye vales para eso. El problema es que el año pasado las entregaron en noviembre y este año en julio, por lo cual los alumnos tuvieron que irse por el alambre – un curioso sinónimo chileno del ayuno forzado – durante algunos meses. el municipio se puso con los edificios, que son las antiguas oficinas de administración de la mina. Con todo eso el rector se las arregla. El 70 por ciento de sus alumnos egresa con buena preparación y casi todos encuentran pega.

Es el único CFT público, de más de cien que hay en el país. Desde luego no lo creó el Ministerio de Educación sino la CORFO, como parte del plan de reconversión. En realidad está a cargo de la Universidad de Concepción, que ha ganado sucesivas licitaciones para administrarlo y lo ha hecho muy bien.

De los demás, los más grandes son el DUOC y el INACAP. El primero fue creado originalmente como el Departamento Obrero y Campesino de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica, FEUC, del tiempo de Miguel Ángel Solar. Hoy es una importante institución que ofrece una excelente formación técnica a lo largo de todo el país; el único problema es que cobra bastante caro.

INACAP fue la gran institución pública de formación técnica gratuita, creada por el gobierno del Presidente Eduardo Frei Montalva. La derecha la privatizó en las postrimerías de la dictadura de Pinochet y por cierto se la entregó a una de las dos sectas religiosas que se sacan los ojos por acaparar el fervor y el dinero del culto del empresariado. También cobran carísimo, desde luego, en eso no se equivocan nunca. El resto de los CFT andan al tres y al cuatro y de hecho varios están cerrando con la crisis.

No sería nada complicado completar la exitosa experiencia en Lota. Actualmente en toda la región de Arauco egresan de la enseñanza media cuatro mil estudiantes al año. El rector del CFT de Lota recibe a 800 y las universidades otros 400, todos con beca o crédito por cierto. En otras palabras, se está dando educación terciaria más o menos aceptable a poco más de un cuarto de la «cohorte» anual, como se llama en un lenguaje de los legionarios.

No costaría mucho cuadruplicar el presupuesto del rector del CFT y el sabría exactamente que hacer para cubrirlos a todos. En realidad el suyo le cuesta al fisco apenas 2,7 millones de dólares por año (45 UF por 1.600 alumnos por 21.000 pesos por UF dividido por 560 pesos por dólar). Es decir, basta con 8 millones de dólares anuales adicionales para atender a cuatro veces más alumnos. Aparte de entregar a tiempo las becas milenio para que puedan almorzar. Por cierto, habría que ponerse por una vez con al menos doce millones de dólares adicionales para equipamiento, porque nadie tendrá cara de ir a bolsear esto nuevamente a los italianos y canadienses.

Por ejemplo, si se destinara a esto la exención de impuestos que se ofrece todos los años a los gerentes para que hagan ahorro voluntario en las AFP, subsidio que sumó 103 millones de dólares sólo el 2009, eso alcanzaría para 38 CFT como el de Lota, que podrían atender a 30.518 alumnos. Aparte del almuerzo y las maquinarias.

El Rector tiene una propuesta educacional que es mejor que las de todos los candidatos presidenciales: subir de 12 a 14 años la enseñanza obligatoria, Desde luego, sugiere que la mayoría puede completar esos dos años en un  CFT como el suyo. Tiene toda la razón de mundo.

Parece difícil que el Ministerio de Educación se interese por estas cosas. Al menos la Subsecretaria de Educación Superior sólo parece ocuparse de andar predicando por todo el país la religión del subsidio a la demanda y la conveniencia de privatizar las universidades estatales.

Sin embargo, a lo mejor se interesa la CORFO igual que en Lota. Se los podría encargar todos al Rector del CFT de Lota, que ciertamente los haría funcionar de maravillas.

Él sabe exactamente lo que hay que hacer para sacar la región de la postración en que se encuentra. También lo saben los dirigentes de una de las comunidades socialmente mejor estructuradas del país. Las cosas las dicen, pero como problemas sin darse cuenta tal vez todavía que son al mismo tiempo las soluciones.

Lo primero es, desde luego, dar a todos los jóvenes una buena educación. Ya se sabe como lograr que todos completen el nivel terciario. Con eso Lota quedará igual que Corea del Sur en este aspecto, puesto que la base de la potencia de su emergencia es que el 98 por ciento de sus jóvenes completa su enseñanza terciaria, la mayor parte en carreras técnicas.

Para el nivel primario y secundario hay que intervenir de inmediato todos los colegios públicos de la región y reintegrarlos en un reconstruido servicio nacional de educación pública. Los pocos colegios particulares subvencionados que hay por ahí hay que sumarlos a esta misma iniciativa, contratando a todos sus profesores como funcionarios públicos. Mal que mal, el Estado ya está entregando el dinero para sus sueldos, que los sostenedores se guardan en buena parte por cierto.

La sola reconstrucción de todos los colegios y nuevos CFT daría bastante pega a los 3.800 viejos que se dan vueltas sin hacer nada en el estadio de la ciudad. Parece que el edificio del colegio público de Lebu ya es nuevo y muy bonito; lo donaron los alemanes o los holandeses, no sé.

Habría que asegurarse de resolver todas las trabas que impiden que otros puedan dedicarse sin inconvenientes a convertir a Lota en una de las ciudades más bellas y atractivas del país, empezando por terminar el sindicato seis. En Coronel se podría hacer otro tanto. Lo primero parece ser frenar la construcción de termoeléctricas y ver como se puede mitigar y compensar generosamente el daño que ya hacen las tres que hay. Lo menos que pueden hacer es pagar un cuantioso royalty por la gigantesca contaminación del aire y paisaje que generan. Habría que recuperar para el municipio el borde costero que actualmente ocupan empresas y abrirlo nuevamente a los ciudadanos. Lo mismo a lo largo de todo el litoral.

La gran lección de Arauco es que nunca se debe olvidar que la base de la moderna riqueza de las naciones radica en su gente, la que debe estar libre, sana, bien educada y viviendo en un ambiente libre de contaminación. Mucho mejor si la distribución del ingreso es pareja, como en Lota donde son todos más o menos pobres. Con regulaciones estatales estrictas. Cobrando lo que corresponde por el uso de todos y cada uno de los recursos naturales.

Eso y no los subsidios y falta de regulaciones son los que atraen a las empresas de todo tipo a instalarse allí. Igual que la miel a los osos. Mucho mejor todavía, una fuerza de trabajo conformada de ese modo genera constantemente miles de emprendimientos de todos los tipos que se pueda imaginar.

Así lo ha logrado Noruega, por ejemplo, que tiene un paisaje y clima parecidos a Arauco, aunque mucho peor en realidad. Su gente es sencilla, campechana y fuerte, bien educada y sana aunque toman aguardiente como unos condenados. Pero nunca tan encachados como los y especialmente las de Lota. Y dicen que las de Coronel son peores, quién sabe.

En cambio, el capitalismo salvaje solo deja una cosa: depredación.

 

*Manuel Riesco es director de CENDA.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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