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El país de los simulacros

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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En Chile hay un evidente problema de renovación de las élites, entre otras razones porque el sistema binominal es poco competitivo y fomenta la colusión de las directivas partidarias para dictar una planilla parlamentaria que, con la infalibilidad de un reloj suizo, define la composición del…


Por Maximiliano Raide  y Pablo A. González* 

Hoy en día fotografiarse con los jóvenes y hablar de renovación política es cool. Pero al observar las acciones de quienes detentan el poder vemos que las intenciones distan mucho de las declaraciones. Hace cuatro años atrás, Michelle Bachelet nos sorprendió con la promesa de que «nadie se repite el plato». Pero al finalizar su gobierno, el plato fuerte del menú son los mismos candidatos que compitieron en la senatorial por Santiago Oriente en 1989. Para justificar lo injustificable, los creativos de cada tienda echan mano a originales aderezos para hacer más presentable este refrito electoral.

Los estudiosos de la política son escépticos de las renovaciones en la clase dirigente. La «ley de hierro de las oligarquías» es un viejo concepto de la sociología. Predice que nadie en puestos de poder está  dispuesto a cambiar las reglas que le permitieron alcanzarlo. En Chile hay un evidente problema de renovación de las élites, entre otras razones porque el sistema binominal es poco competitivo y fomenta la colusión de las directivas partidarias para dictar una planilla parlamentaria que, con la infalibilidad de un reloj suizo, define la composición del Congreso. Otra razón es el envejecimiento del padrón electoral, compuesto en su mayoría por los mismos que votaron en el plebiscito de 1988.

Los políticos chilenos entienden perfectamente tanto el hostigamiento ciudadano como la implacable lógica del poder. Por ello apoyan públicamente los símbolos de la renovación mientras en privado entonan el tango de Gardel («veinte años no es nada»). Este singular desdoblamiento entre alma y cuerpo en la política nacional nos ha entregado pintorescos números de acrobacia, ventrilocuismo, coreografías improvisadas  o bien actos de llana hipocresía que hacen de Chile un Macondo más en la fauna latinoamericana. Revisemos los más memorables simulacros del último tiempo.

1.     A principios de su gobierno, la Presidenta Bachelet nombró una comisión de respetables eruditos encabezados por Edgardo Boeninger, encomendándoles la imposible misión de redactar una propuesta para sustituir el sistema binominal. El anuncio recibió el aplauso del hemiciclo completo pero cuando llegó la propuesta todos fueron mudos, ciegos y sordos.

2.     El proyecto de inscripción automática y voto voluntario, que pretende incorporar a los jóvenes en las elecciones, se diluyó en una serie de discusiones bizantinas sobre los detalles de la forma y la letra chica. No se llegó a puerto y el problema de fondo continúa.

3.     El proyecto de ley para limitar la reelección de parlamentarios fue apoyada por un puñado de vociferantes oportunistas, a sabiendas de que no obtendría el quórum por la suma de ausencias, abstenciones y rechazos. Quedó la impresión de que querían, pero no se pudo.

4.     Los debates de candidatos presidenciales en Chile no cuentan con reglas preestablecidas, y están sujetas a las negociaciones de los comandos al calor de la contienda. En consecuencia, son y han sido siempre esterilizados, orquestados, dosificados y censurados para no poner en riesgo ni un pelo ni un voto de los maquillados y sonrientes candidatos.

5.     La incorporación de «jóvenes» en los comandos de Frei y Piñera fue una hábil movida de los asesores comunicacionales, quienes lograron sacar con envidiable rapidez un conejo jesuita del sombrero «Un Techo para Chile». Se anunció que los jóvenes se tomaban los comandos, pero hasta ahora han sido desplazados, con decoro o con escándalo, por los jerarcas partidarios.

6.     El simulacro más grotesco es, sin duda alguna, las primarias de la Concertación en dos regiones del país, sin campañas que permitieran evaluar y comparar a los candidatos y sus planteamientos. Una contienda menos transparente, menos competitiva y menos abierta es inconcebible.

7.     El último episodio es la apurada propuesta de extender el plazo que da el SERVEL para inscribirse en los registros electorales. Los comandos actuaron con calculadora en mano, basándose en los resultados de la última encuesta CEP, que muestra claramente preferencias distintas según la edad: los jóvenes prefieren a Piñera y MEO, y los jubilados a Frei.  Piñera propuso extender el plazo. El comando de Frei reaccionó confuso, el SERVEL arguyó problemas técnicos, la Concertación condicionó el apoyo y al final del día el gobierno desestimó la propuesta por oportunista.

El episodio de esta semana confirma la tendencia al histrionismo en las declaraciones y a la inercia en las acciones. La conclusión es que nuevamente hubo ruido, sonrisas bonachonas, estridentes alegatos sobre la importancia de la participación juvenil en la política nacional, pero en concreto nada cambió.  

Quedamos a la espera, con paciente fastidio, de un nuevo simulacro para alargar nuestra lista.

*Maximiliano Raide  y Pablo A. González son miembros de Jóvenes Líderes. www.joveneslideres.cl

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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