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Comparando culturas: liberalismo versus utilitarismo

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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En Estados Unidos la balanza se carga hacia los primeros, es decir en favor de los derechos individuales, y en Europa hacia los segundos, hacia los de la colectividad. Esto, en términos concretos se traduce en una mayor disposición de parte de los individuos del viejo continente a aceptar la…


Por Alejandro Canut de Bon*

Encontrar el punto de equilibrio entre los derechos y libertades individuales, por un lado, y los derechos e intereses de la colectividad por otro, resulta siempre un dilema no fácil de resolver. Por lo mismo -y siguiendo con la serie de diferencias culturales que he venido desarrollando en este espacio- deseo poner atención en el contraste que existe entre Estados Unidos y Europa (y de paso Chile) al momento de buscar dicho equilibrio.  

Así, me parece justo afirmar que en Estados Unidos la balanza se carga hacia los primeros, es decir en favor de los derechos individuales, y en Europa hacia los segundos, hacia los de la colectividad. Esto, en términos concretos se traduce en una mayor disposición de parte de los individuos del viejo continente a aceptar la intervención estatal, asumiendo que con ello se logra un mejor bienestar social. Muchas de las decisiones e instituciones están acá -en Europa- marcadas por la intervención del Estado. Ello sería impensable en Estados Unidos, donde se asume que el bien colectivo se logra mediante la fuerte garantía de los derechos y libertades individuales.

Por cierto que hablamos de una diferencia de matiz, pues tarde o temprano en ambos lados del Atlántico se vive de acuerdo al liberalismo, es decir al sistema filosófico, económico y político que promueve las libertades civiles y en definitiva el límite al poder estatal frente al individuo (el liberalismo se ha transformado, dicho sea de paso, en un elemento esencial del subconsciente político de casi todo Occidente y de toda democracia constitucional moderna). Pero esa diferencia de matiz, por tenue que sea, marca diferencias concretas en las cosas del día a día… de hecho confieso que esta columna nació junto a mi renuencia (y quizás debiera decir mi «molestia») al enterarme que no soy libre (acá en Holanda) de visitar al médico especialista que creo necesitar, sino que debo primero dirigirme al médico general que de acuerdo a mi domicilio corresponde (es éste, el médico general, el que deriva al paciente al especialista que estime,,, y si es que lo estima).

Cuesta entender a qué se debe esta diferencia, más aún si se tiene presente que el liberalismo tiene padres intelectuales europeos y no americanos. Basta con nombrar al principal de ellos, John Lock, o en el campo económico a Adam Smith (y su famosa sentencia que nos dice que el egoísmo de cada cual resulta en el bienestar de la sociedad en general… eso que los americanos traducen en cierta forma como «private vices, public virtues»).

Según algunos historiadores la diferencia a la que me refiero se explica en el hecho que el liberalismo fue altamente matizado en Gran Bretaña y en otros países de Europa por la influencia de otra corriente filosófica, el Utilitarismo. Esta última corriente, nacida durante el siglo XIX, propugna una base racional y casi matemática de la ética, y se resume en la máxima de J. Bentham que nos dice que «La mejor acción es aquella que procura el bienestar del mayor número de personas». En resumen, durante la segunda mitad del siglo XIX los principios utilitaristas acabaron imponiéndose entre las instituciones de gobierno y la administración de Gran Bretaña, posición de privilegio que han conservado desde entonces y que se ha extendido a otros países europeos, mitigando así el liberalismo que se mantiene -por lo mismo- más fuerte en Estados Unidos que en Europa.

Esto último explica, al menos en parte, la diferencia a la que me refiero,,, y explica seguramente dos cosas más que resultan interesantes para mí, como chileno: por un lado que alguien como yo, criado en el liberalismo acérrimo de la Constitución de 1980, tienda de manera natural a defender mi derecho a decidir y a hacer -en los más diversos campos- sin intervención estatal alguna, pero que al mismo tiempo no me atreva a comparar la eficiencia y justicia colectiva de este sistema europeo con el de mi Chile querido,,,,,  temo silenciosamente y a pesar de mi convicción liberal que -ceteris paribus- la máxima de Smith pierda, no en pocas  ocasiones, frente a la de Bentham.

*Alejandro Canut de Bon es abogado.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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