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La Haya: el día después

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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Un fallo que no entregue nada a Perú será muy difícil de manejar en una sociedad a la que se ha convencido que sus títulos en el pleito son firmes, y por otra parte, los impulsores del caso, ex militares y diplomáticos, se verían en situación de tener que dar enojosas explicaciones, o empujar a…


Por Fernando Thauby*

La demanda del gobierno de Perú ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya en contra de nuestro país ha generado una gran cantidad de análisis y opiniones que pueden agruparse en dos amplios tipos: los que se han enfocado en los aspectos históricos y diplomáticos que precedieron y acompañaron a la creación del caso por parte de  grupos militares y diplomáticos peruanos, y los que han puesto el énfasis en los aspectos jurídicos y políticos que respaldan a una y otra posición nacional.

Yo deseo poner el foco del análisis en las consecuencias que podrían tener el desarrollo y epílogo del pleito y en la conformación de la situación bilateral que quedaría configurada como consecuencia de lo anterior.

Clausewitz, describe la naturaleza de una guerra -es decir lo que caracteriza y hace que cada conflicto sea único y diferente a todos los demás- como la interacción entre tres grupos de elementos que agrupa bajo la denominación de factores emocionales, factores racionales y factores de creatividad. La naturaleza de cada conflicto sería la resultante de la suma vectorial de estos elementos.

Los factores emocionales están constituidos por la pasión, el temor, el odio, los prejuicios, el orgullo y el amor propio, residentes en gran parte en los pueblos, son elementos que claramente influyen en la intensidad, duración y carácter de un conflicto; también afectan a la capacidad de los gobiernos para mantener el control sobre el desarrollo del mismo.

Los factores racionales están constituidos por la razón, que debería ser el rasgo que caracteriza a los gobiernos, es el factor que calcula los costos y beneficios, las conveniencias y los riesgos y por último,

La creatividad en la gestión de los recursos de poder de todo tipo; económicos, militares, morales y diplomáticos, y reside en el liderazgo político y militar.

La negociación que nos enfrenta está compuesta por estos tres tipos de factores entre los cuales el más fácil de evocar y más difícil de manejar es el factor emocional, que podría llevar a uno o a ambos bandos a perder el control de su manejo o empujarlos a situarse en  posiciones que se alejen de la racionalidad. En este aspecto, la creatividad del Gobierno y la Cancillería peruana así como de ciertos sectores nacionalistas muestran y han mostrado en el pasado, una aguda tendencia a sobre explotar el nacionalismo y a agudizar los agravios derivados de antiguos conflictos entre ambos países.

Otro aspecto relevante es el de la naturaleza y características del gobierno que esté en ejercicio en Perú cuando este proceso llegue a su fin. En efecto, el año 2009 habrá elecciones en Chile y el 2012 en Perú. No es descartable que en Perú se encuentren en el gobierno grupos etno – nacionalistas cuyo afianzamiento en el poder o cuya interacción con tendencias similares en Bolivia, Ecuador y Venezuela los esté empujando hacia posiciones inflexibles o extremistas. La sorpresa y decepción que causó en la izquierda chilena el comportamiento hostil hacia nuestro país por parte del ex Presidente Toledo confirman lo imprevisible de las predicciones en este aspecto. Estas sorpresas y vuelcos probablemente se repitan a futuro, ya que se han convertido en tendencia antes que excepción.

Un tercer factor relevante es la forma que adquiera el fallo. Un fallo que no entregue nada a Perú será muy difícil de manejar en una sociedad a la que se ha convencido que sus títulos en el pleito son firmes, y por otra parte, los impulsores del caso, ex militares y diplomáticos, se verían en situación de tener que dar enojosas explicaciones, o empujar a una agudización del conflicto, para salvar su prestigio y carreras. Recordemos los incidentes similares que ocurrieron a fines del Gobierno de Toledo hace solo algunos años. Una situación de gran pérdida territorial para Chile también podría generar tensión interna en nuestro país, aunque previsiblemente en menor intensidad. Para los chilenos, el ser privados de territorios mediante fallos judiciales o simple desconocimiento de los mismos por la contraparte, ha llegado a ser habitual y la reacción de las autoridades políticas ha sido bastante desaprensiva, como lo demostraron las reacciones políticas ante el Fallo Arbitral por Laguna del Desierto.

Uno de los problemas que posiblemente influya en forma más negativa es el de la mirada geopolítica que el Gobierno del Presidente García ha ido instalando en Perú, que apunta a una «revancha» contra Chile, que esta vez no sería militar. Según esta visión, Perú derrotará a Chile, no por las armas sino en base a su superioridad política y económica que les permitirá recuperar la «hegemonía» o la «supremacía» en el Pacífico Sur, de que ese país disfrutó desde la Colonia. En este proyecto, hecho público hace sólo pocos días,  se inserta la idea de García, de que el Perú debe crecer a mayores tasas que Chile y de que El Callao llegará a tener mayor movimiento que Valparaíso.

Si hegemonía es la capacidad de imponerse integralmente en todos los elementos de la relación entre Estados y supremacía es la de hacerlo en aspectos seleccionados de la misma, resulta evidente que a comienzos del siglo XXI, en que el mundo está fuertemente interrelacionado y agrupándose en macro sistemas regionales de alcance global, aspirar a la supremacía en el Pacífico Sur es una pretensión por completo ajena a la realidad, tanto para Chile como para Perú. La verdad es que a escala global e incluso regional, los parámetros de poder identificados por el Presidente García resultan irrelevantes y algo pueriles. Más aún cuando Latino América está dividida en dos bloques políticamente incompatibles y el tercer actor, Brasil, es demasiado grande para ser igual a los demás pero no lo suficientemente poderoso como para imponerse a todos ellos, lo que está dando una gran fluidez y movilidad al sistema internacional regional, como lo muestran las acciones de Chávez y de otros líderes locales.

Otro factor que influirá fuertemente en las características que adquiera «el día después» es la forma en que se perciba el fallo en Chile y en el propio Perú: como el fin de una situación excepcional resucitada del pasado o como el comienzo de una política de confrontación que se proyecta hacia el futuro sin término visible.

Esta percepción de «comienzo» de una seguidilla de reclamos, peticiones y exigencias derivadas de presuntos derechos peruanos en territorio chileno,  inserta en el marco de una retórica de competencia «suma – cero» – que se contradice con la política actual de estimular las inversiones chilenas en Perú-, y en presencia de un gobierno que incentive y excite las pasiones, podría llevarnos a un escenario muy peligroso. Por el contrario, en el otro extremo, una negociación llevada a cabo con mesura, una perspectiva de relación futura de cooperación/competencia equilibrada y «de suma positiva» y en presencia de gobiernos racionales podría, en una ambiente de fin de todo tipo aspiraciones reivindicacionistas, ponernos en la senda de la cooperación subregional, que nos permitiría superar las limitaciones que separados no podemos remontar.

Al día siguiente del fallo nos encontraremos con que Perú y Chile seguirán uno al lado del otro, vecinos, compartiendo una amplia variedad de intereses y relaciones y en un escenario mundial y regional en que individualmente no tenemos ninguna posibilidad de influencia o relevancia. El mundo actual es diferente del pasado reciente y más diferente aún del pasado distante.

Para enfrentar el futuro con éxito se requiere de nuevas categorías de análisis y nuevas respuestas. Esto no puede ser solo convertido en retórica de discursos, se necesita acción concreta. Cada país puede mostrar lo que hecho en ese sentido.

*Fernando Thauby es capitán de navío (r).

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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