Publicidad

Censura a medios de comunicación: el doble estándar

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
Ver Más

Los gobiernos golpistas siempre han usado a los militares para aplastar los medios de comunicación, caso Honduras ahora, y todos levantamos nuestra protesta más enérgica. Pero entonces tenemos, por otro lado, el caso de Chávez quien ha cerrado 32 emisoras, y otras más vienen en camino.


Por Javier Campos*

Hay una foto impactante que fue tomada en Honduras el 28 de septiembre y publicada en el diario El País de España  cuando el gobierno de facto anunció, aunque ya se había aprobado secretamente semanas antes, una suspensión por 45 días de cinco derechos constitucionales: la libertad personal, la libre emisión de pensamiento (libertad de expresión), la  libertad de asociación y de unión, la  libre circulación y los derechos de los detenidos.

O sea, Honduras desde ese día se convirtió en otra dictadura como las que teníamos en el pasado en América Latina y El Caribe.  Aquella foto muestra el emblema de la radio Globo rodeada por militares armados.  La misma imagen se repitió cuando iban a cerrar el Canal 36 de televisión. Medios de comunicación suspendidos por opinar distinto. Por informar sobre el presidente Zelaya encerrado en la embajada de Brasil.   No deja de ser irónico que otra cadena, en otra parte de las Américas, en Venezuela, también se llame Globovisión. Cadena que  también está siendo atacada constantemente por Chávez para cerrarla definitivamente porque opina distinto al caudillo. 

Chávez en entrevista en CNN el pasado domingo 20 de septiembre acusó a Globovision de Venezuela de promover su asesinato.  Como el conductor de CNN, Larry King, no tenía idea ni información de lo que decía Chávez no pudo ni siquiera rebatirle la tremenda mentira que divulga por todas partes.  Y la divulga aún  más en las cadenas del estado venezolano que él autoriza porque no hay nadie en esos medios que lo contradecirá. Y corre esa mentira por el mundo, principalmente entre la izquierda más fundamentalista y sus intelectuales de universidades norteamericanas o europeas, cineastas (ya hablé de Oliver Stone aquí)  quienes se lo creen y lo dan por verdad. Y así sigue la cadena hasta que de tanto repetirse la mentira se convierte en certeza.  El que siempre ha demonizado a «CNN como el agente maligno del capitalismo yanqui» acepta ser entrevistado por ese medio de comunicación del  imperio.

Resultaría  impensable que una cadena del gobierno chavista invite, por ejemplo,  a Carlos Fuentes  o a Vargas Llosa,  incluso al presidente Uribe de Colombia, a charlar y que todo Venezuela escuche otra voz.  Son las contradicciones de los caudillos populistas del siglo XXI pero llevan el mismo ropaje dictatorial del socialismo real  que visten Fidel Castro su mentor y su padre ideológico, o vestía el Che Guevara,   para citar algunos de sus santos de devoción. O sea, siguen el famoso lema de Fidel Castro: «Con la revolución todo, contra la revolución ningún derecho». «Así que es correcto aplastar  los medios  de comunicación golpista que están contra nosotros», de seguro es el consejo de su padre ideológico cubano.

No hay ninguna duda que el derrocamiento de Zelaya fue un derrocamiento militar que unos gobernantes (representantes del congreso hondureño) incitaron al ejército para sacarse de encima al presidente elegido democráticamente. Ya se ha comentado mucho el carácter inédito de esa situación en nuestra América Latina que no ha seguido el mismo método de derrocamiento de pasadas dictaduras en  el continente. No hay en Honduras ahora una junta militar sino un gobierno de civiles golpistas que ordenan qué hacer a los militares y no al revés.  La actitud dictatorial de ese gobierno de facto constituido por civiles en Honduras sigue el mismo parámetro de gobiernos militares: suspender los derechos constitucionales a los hondureños. 

Tenemos pues un gobierno que usa la fuerza militar para acallar a los medios de comunicación que opinan distinto al gobierno o al líder. Y esos gobiernos han actuado así en los países regidos por dictaduras militares o en  dictaduras familiares. En últimas informaciones se dice que probablemente Micheletti revertirá ese decreto de suspender las cinco garantías constitucionales a los hondureños por la presión de su propio partido. Aunque así fuera, el daño está hecho y así pasara a la historia como la medida represiva de un golpista.

Pero en todo esto tenemos un clarísimo doble estándar, principalmente los que condenan a Micheletti por aplastar al que opine distinto (aplastar a Radio  Globo y al Canal 36 de Televisión) pero se mantienen mudos a lo que hace Chávez en Venezuela quien acalla medios de comunicación que contradicen su «revolución». Y este doble estándar viene de los sectores de la izquierda más dogmática que aún sobrevive en América Latina entre la academia e intelectuales y medios impresos o los que circulan en la red. Tienen todo el derecho de ver el mundo como deseen y uno el derecho a estar en desacuerdo.

Los gobiernos golpistas siempre han usado a los militares para aplastar  los medios de comunicación, caso Honduras ahora, y todos levantamos nuestra protesta más enérgica. Pero entonces tenemos, por otro lado,  el caso de Chávez  quien ha cerrado 32 emisoras, y otras más vienen en camino, además de agredir físicamente a Globovisión  buscando excusas administrativas para censurarla y clausurarlas para siempre. El caudillo socialista, sin duda imitando a su mentor Fidel Castro, hace lo mismo que los  golpistas en Honduras.  Un doble estándar que seguro los medios de izquierda adictos a Chávez no se preocuparán de aclarar porque lo que hace Chávez es para «beneficio del pueblo y continuidad de la revolución socialista del siglo XXI».  Y lo que hacen los golpistas de derecha, por el contrario, al cerrar medios de comunicación,  es un fascismo puro.  

Este doble estándar actual en cierta izquierda chavista, danielista (Ortega), evista (Morales) no parece haber desaparecido. Es muy similar cuando se condenó el fascismo hitleriano, italiano o franquista pero se hizo oídos sordos y millones se pusieron una venda en los ojos para no ver lo que ocurría en los países socialistas con la eliminación de raíz de cualquier medio disidente y el encarcelamiento de intelectuales igualmente disidentes. En el fascismo alemán se quemaban los libros. En el socialismo real los autores disidentes iban al Gulag soviético o debían renegar públicamente de sus escritos como el caso Padilla en Cuba o ir a la cárcel por 21 años por hablar con el enemigo yanqui como fue lo de «la primavera negra» en 2003 en esa isla.

Era ese socialismo que tanto adorábamos ciegamente desde la revolución soviética hasta la sandinista y los que siguen adorando la revolución cubana hoy día, el país más represor contra quien  opine distinto en esa isla. Ese doble estándar es aún existente  pero la historia no debe olvidarlo y  menos  hacernos los desmemoriados.

Estoy esperando que el caudillo venezolano  condene la violación a la radio Globo y el Canal 36 en Honduras en algún foro internacional y que diga, sin que se le arrugue ninguna parte del rostro, que no existe ninguna comparación con la eliminación de esos mismos medios de comunicación  en Venezuela  que él autorizó cerrar para siempre.

*Javier Campos es escritor y columnista.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias