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Minería y agricultura: el imperativo de cohabitar

El país enfrenta un preocupante escenario de competencia por uso de recursos hídricos entre sectores empresariales: agua potable versus energía (en el Cajón del Maipo) o hidroelectricidad versus turismo (Aysén, Panguipulli, etc.), por mencionar algunos.


Por Rodrigo Álvarez Seguel*

En años recientes hemos sido testigos de varios problemas sectoriales vinculados con la planificación y gestión ambiental de negocios. El ejemplo más recurrente sea tal vez el de la industria salmonera, aunque de momento me interesa tratar el caso de las faenas mineras. Evidentemente, ni la mejor planificación es capaz de anular toda posibilidad de crisis socio-ambiental de un proyecto empresarial; no obstante, es importante identificar las constantes para de ese modo sintetizar los problemas.

Como sabemos, Chile presenta hoy un panorama auspicioso para las exportaciones de alimentos (líder en venta de frutas frescas en la región), que nos encamina al sitial de Potencia Agroalimentaria y Forestal. Sin embargo, el país enfrenta un preocupante escenario de competencia por uso de recursos hídricos entre sectores empresariales: agua potable versus energía (en el Cajón del Maipo) o hidroelectricidad versus turismo (Aysén, Panguipulli, etc.), por mencionar algunos. El caso que nos convoca aquí es la relación entre agricultura y minería, pues, según la Dirección General de Aguas, el requerimiento de agua para faenas mineras aumentará 100% al año 2015 y 20% en el caso de la agricultura (este último sector utiliza el 83% del agua).

Desde hace mucho tiempo, la infraestructura asociada a la instalación de faenas mineras ha significado un aporte para el desarrollo agrícola. Hoy, sin embargo, el déficit hídrico o la contaminación de aguas -por parte de la minería o la agroindustria- podrían afectar a proyectos vinculados con el objetivo de Potencia Agroalimentaria (emplazados aguas abajo de los yacimientos). Por ello, la minería enfrenta un desafío de modernización para incluir modelos de consumo más eficiente de agua (superficial, subterránea o de glaciares). A saber:

1) El tránsito desde el actual uso de tranques de relaves para almacenar residuos mineros hacia la adquisición de la tecnología de pasta de relave, que permite disponer de los desechos con menos agua e impacto sobre ecosistemas naturales y humanos;

2) La inclusión de la etapa de cierre de faenas en los costos de producción; y

3) el abandono o reducción del uso de agua para traslado de minerales. En relación con los dos primeros ítemes, ya se observan avances en algunas empresas innovadoras y abiertas a revisar continuamente sus procesos de producción. En materia de cierre de faenas, sin embargo, el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental incluye teóricamente la definición de esta fase y el compromiso de hacerse cargo de ella, pero existen cerca de 800 yacimientos abandonados, sin remediación estándar.

El Parlamento, a su vez, tramita un proyecto de ley de cierre de faenas, que podría llevar a Chile, en palabras de la Sociedad Nacional de Minería, «al primer nivel de los países mineros». Esta normativa es, por lo demás, una recomendación de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y constituirá, si sus metas son fiscalizables, una valiosa credencial para la incorporación del país a entidades reputadas. En el actual escenario de cambios climáticos que ya afectan al territorio, Chile deberá certificar a través de cuentas ambientales que el crecimiento económico es ambientalmente sustentable.

El Estado, por su parte, ya hace lo suyo para garantizar nuevos auges mineros. Durante 2010, Chile pondrá en órbita el satélite SSOT (Sistema Satelital de Observación Terrestre), que aportará a la prospección de minerales y agua subterránea; generación de conocimiento geológico para represamiento; cálculo de flujo de carga en las microcuencas, monitoreo de faenas y control ambiental y de contaminación, etc. Esta innovación tecnológica -financiada con fondos de la Ley Reservada del Cobre, más otros pagados con el royalty minero- constituyen un acierto político y estratégico de los gobiernos de la Concertación, y además una señal de la importancia de este sector para el desarrollo. Ahora, minería y agricultura tiene la palabra para responder al desafío de cohabitar de manera sustentable.

*Rodrigo Álvarez Seguel es Director Ejecutivo del Centro de Información de Recursos Naturales (CIREN). www.ciren.cl

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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