Publicidad

Hacia una implosión económica global

Con justa razón se ha afirmado que no es lo mismo un ciclo económico basado en el ahorro y la inversión, que uno basado en una expansión monetaria ilimitada y un consumo en base a endeudamiento. Y es precisamente lo último lo predominante hoy.


Desde hace tiempo que se repiten los anuncios respecto de la luz al final del túnel de la crisis económica mundial. Es que en este túnel, del cual pocos han logrado salir y que se sigue llenando de gente, están festejando alegremente quienes gracias a él se están haciendo la América. Mientras tanto, el aire se está haciendo cada vez más raro.

Es cierto que hasta ahora la temida depresión no ha ocurrido. La caída del producto mundial durante 2009 se ha frenado e, incluso, invertido levemente en algunos países. Tampoco hemos entrado en un ciclo deflacionario abierto. Incluso, los precios de las materias primas han vuelto a subir de sus niveles mínimos de 2008, que estuvieron lejos de caer en proporciones similares a la Gran Depresión de los años 30 del siglo pasado.

Si bien el comercio mundial cayó en valor y volumen, salvo excepciones no se ha recurrido a políticas proteccionistas abiertas, y todavía sigue predominando el esquema del libre comercio. Lejos de cerrarse, los mercados financieros mundiales se mantuvieron en funcionamiento, y el flujo internacional de capitales nuevamente ha vuelto a crecer. A pesar de cientos de quiebras bancarias, ningún depositante o ahorrista ha visto desparecer su dinero. Los cajeros siguen funcionando como siempre. Tampoco ha habido una crisis monetaria de mayores proporciones, a pesar del aumento de la volatilidad del valor de las divisas. ¿Cómo poder afirmar entonces que el aire económico sigue enrarecido?

De hecho, no sólo está enrarecido, sino cada vez más explosivo. Como gas grisú dentro del túnel. No sólo por la enorme pérdida de riqueza, ingresos y empleos, quiebras de empresas productivas, bancos e, incluso, familias enteras que han ocurrido en tan sólo los dos últimos años, y la consecuente disminución de la capacidad productiva y el bienestar social e individual. Sino porque no ha habido ningún cambio estructural de la economía capitalista mundial que la aleje de su afán especulativo, la haga financieramente más estable, o le otorgue seguridad a los ingresos, empleos y ahorros de las grandes masas de habitantes del mundo.

Por eso, el gran debate económico sigue centrado en la probabilidad de la depresión o, en su defecto, de una inflación galopante. O en la posibilidad de un derrumbe de las finanzas públicas debido al descabellado endeudamiento en que han incurrido los Estados a lo largo y ancho del mundo para evitar la depresión y «reactivar» la economía. O en la incapacidad de pago de millones y millones de deudores (habitacionales y consumidores), la continuación del quiebre masivo de bancos y empresas financieras, y el desfinanciamiento de los sistemas de seguridad social. Y en la inminente crisis monetaria internacional con una revaluación explosiva del dólar a consecuencia del reflujo de negocios realizados con dólares prestados a bajo interés y depositados en otras monedas, de alto rendimiento, pero altísimo riesgo.

Con justa razón se ha afirmado que no es lo mismo un ciclo económico basado en el ahorro y la inversión, que uno basado en una expansión monetaria ilimitada y un consumo en base a endeudamiento. Y es precisamente lo último lo predominante hoy. Con el agravante que el ciclo especulativo nuevamente se ha disociado completamente del crecimiento real, creando la imagen de una riqueza que no existe sino en la mente irresponsable de quienes manejan los bancos centrales y las finanzas públicas, y quienes hacen de esta creencia un pingüe negocio.

Todo ello dibuja un túnel económico de aire enrarecido altamente explosivo. Las políticas actuales de expansión monetaria, subvención fiscal del consumo privado y sustento artificial del valor de activos financieros no podrán ser mantenidas indefinidamente. Cuando ello quede en evidencia, la actual crisis va parecer una diversión frente a lo que estará ocurriendo entonces. Puede que ello ocurra incluso antes que salgan del túnel los que ahora se están beneficiando de él. Su reacción política y social será de temer.

*Alexander Schubert es economista.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias