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Una clase magistral de equilibrio de poderes a Velasco

Gabriel Angulo Cáceres
Por : Gabriel Angulo Cáceres Periodista El Mostrador
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La Cámara Baja, voz del pueblo, dijimos que era posible una fórmula de compromiso. La que más temprano que tarde llegará. Una lección para el que «todo lo sabe», pero que olvidó que para algunos profes y provincianos la palabra empeñada es cosa muy seria.


Por Esteban Valenzuela*

No seamos alarmistas, aunque sea cierto en la historia que los conflictos agudos entre el Congreso y el Ejecutivo en Chile no terminan bien; Balmaceda y la insistencia con el presupuesto como ante sala de la Guerra Civil de 1891; el «ruido de sables» de los militares para agilizar leyes sociales en 1924 en un Congreso oligarquizado; el golpe de 1973 tras la declaración de ilegalidad del Gobierno de Allende de la mayoría DC-nacional. Estamos lejísimos de esos escenarios, pero para los conservadores  de todos lados (insólito ver a Evelyn Mathei y a Camilo Escalona retando como niños chicos a algunos parlamentarios), en nuestro caso, consideramos un ejercicio de equilibrio de poderes, sensatez, honorabilidad y pragmatismo lo obrado por la Cámara. De hecho, el paro y las huelgas de hambre de los profesores se detuvieron. La Presidenta tendrá que flexibilizar la postura de Velasco o los profesores tendrán que confiar en la mayor voluntad de hacerse cargo de la educación y sus complejidades que asume la candidatura de Marco Enríquez-Ominami.

Retrocedamos la historia un año. Noviembre del año 2008: Viera-Gallo nos pide junto a Álvaro Escobar que persuadamos a los «colorines», con quienes conformamos el Comité Independiente, que le demos los votos a la Presidenta y la Concertación, en un contexto de dureza de la derecha, expresada en el Senado. Arduas reuniones y finalmente se firma un protocolo por dicho ministro y Velasco en que aceptan una comisión de la Cámara que estudie fórmulas para pagar dos deudas «históricas» legítimas; los profes municipalizados a los que no se les cumplió el pacto salarial y los deudores PET que quedaron endeudados en sus pequeños departamentos a altísimas tasas a fines de los 90.  Carlos Montes encabeza una Comisión que profundiza, indaga y coloca escenarios de reparación «parcial», ya que es imposible asumir los montos globales. Nacen propuestas aterrizadas como la del equipo de ME-O: cinco años con un bono de mil dólares por profesor, y un suplemento a los profes con jubilaciones menores a 250 mil pesos. Frei le quita el piso a los propios concertacionistas que buscaron alternativas con el argumento de la «avalancha de demandas».

El país que anunciaba nuevos misiles norteamericanos, no contaba con un Ministro de Hacienda que honrara la palabra (le recordamos en el Hemiciclo que en el Siglo XIX esas cuestiones terminaban en duelo) ni lo firmado. Pero eso no es nuevo: Eyzaguirre firmó que la mitad de los recursos del royalty se distribuirían en las regiones mineras pobres y rezagadas en servicios y centros de innovación, pero nunca el Ejecutivo ni el Senado honraron lo firmado con la docena de diputados que imputamos el impuesto especifico a la minería.

Pero esta vez dijimos que no, aunque el ministro hable esas sandeces de que estamos dejando las escuelas sin raciones ni libros. Este paro largo y mal calendarizado se prolongó por la negativa a conversar con el propio Guajardo que se allanó a hablar de «reparación» y no de «deuda histórica», aceptando bonos parciales o al menos, una «mesa técnica». La Cámara Baja, voz del pueblo (de ambos, de los modestos maestros jubilados que claman por una pensión más digna y también de los apoderados y alumnos angustiados por casi un mes de paralización), dijimos que era posible una fórmula de compromiso. La que más temprano que tarde llegará. Una lección para el que «todo lo sabe», pero que olvidó que para algunos profes y provincianos la palabra empeñada es cosa muy seria.

*Esteban Valenzuela Van es diputado por Rancagua y miembro del comando de ME-O.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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