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Chile en la OCDE: después de los abrazos

Andrés Hernando
Por : Andrés Hernando Doctor en Economía en Harvard, Director de Estudios de Horizontal.
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Cuánto impacto tenga esta noticia en el desarrollo futuro de Chile depende fundamentalmente de nosotros, de nuestra capacidad de adoptar las prácticas que promueva el foro, de ser receptivos ante sus sugerencias y de atrevernos a implementar las sugerencias que recibamos.


El ingreso de Chile a la OCDE se ha comparado a una invitación a participar en un club ultra exclusivo, a recibir un certificado de “país grande” o con una clasificación al mundial. Lo cierto es que no es ninguna de esas cosas. Es un club, cierto, pero no es tan exclusivo y no certifica nuestra mayoría de edad. Sí reafirma que Chile es un país comprometido con la democracia, el desarrollo,  la transparencia y el libre comercio. Y que, además, satisface los estándares del foro sobre buenas prácticas, instituciones, generación de estadísticas, gobiernos corporativos y secreto bancario, entre otros.

Ciertamente, aunque la analogía es fácil de entender en medio de la euforia por nuestra clasificación a Sudáfrica,  lo cierto es que entrar a la OCDE no es como clasificar a un campeonato mundial de fútbol. Esta última metáfora es particularmente desafortunada puesto que sugiere competencia. Tanto es así que inmediatamente algunos comenzaron a sugerir que Chile debería “prepararse para jugar de igual a igual” o “tratar de pasar a segunda ronda” o, al menos, “ganar un partidito”. Lo cierto es que la OCDE no se trata de competencia sino de cooperación. Es un foro donde se estudian, analizan y sugieren mecanismos y políticas que permitan a cada país fortalecerse y superar sus debilidades. En este sentido, entrar a la OCDE es de primera importancia no por lo que certifica en términos del camino recorrido sino por las oportunidades que representa en términos del camino que podemos comenzar a recorrer.

[cita]Cuánto impacto tenga esta noticia en el desarrollo futuro de Chile depende fundamentalmente de nosotros, de nuestra capacidad de adoptar las prácticas que promueva el foro, de ser receptivos ante sus sugerencias y de atrevernos a implementar las sugerencias que recibamos[/cita]

La OCDE representa una enorme oportunidad para adoptar las mejores prácticas en términos de diseño y evaluación de políticas públicas al mismo tiempo que otorga el acceso a paneles de expertos del más alto nivel que generarán sugerencias en áreas tan variadas como macroeconomía, finanzas, educación, innovación y desarrollo sustentable.

Publicaciones recientes de la OCDE incluyen, por ejemplo, guías sobre el mejoramiento y la transparencia de sistemas tributarios, análisis de las potencialidades de desarrollo de las regiones chilenas y un estudio en profundidad sobre el sector educacional superior chileno. Este último correctamente identifica el problema de la falta de equidad en el acceso a la educación superior (por nivel de ingreso y género) como el principal desafío que Chile debe solucionar en su ruta al desarrollo y entrega variadas recomendaciones para avanzar en la dirección de asegurar que todos los jóvenes talentosos tengan posibilidades de asistir a una institución de educación superior.

En esencia, entonces, el ingreso a la OCDE no tendrá un impacto inmediato en nuestra calidad de vida más allá de la mejora natural en nuestro ego al ser los primeros aceptados en nueve años y los primeros que completaron el proceso de los cinco países que fueron invitados en 2007. Lo cierto es que cuánto impacto tenga esta noticia en el desarrollo futuro de Chile depende fundamentalmente de nosotros, de nuestra capacidad de adoptar las prácticas que promueva el foro, de ser receptivos ante sus sugerencias y de atrevernos a implementar las sugerencias que recibamos y que estarán, por su propia naturaleza, enfocadas a objetivos de plazos más largos que los que típicamente considera nuestro ciclo político.

La entrada a la OCDE  no es tanto la salida de un proceso de desarrollo sino la entrada a una nueva etapa que, si sabemos aprovechar, nos dará el impulso final para alcanzar a las otras naciones miembros en términos de ingreso y desarrollo. De nosotros se requiere la voluntad de aprovechar las oportunidades que se nos presenten. Después de la hora de los abrazos, viene la hora del trabajo duro.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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