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El interés de la República

La señal que entregue Sebastián Piñera en torno a quién será su ministro de Hacienda será un dato clave para entender algo casi obvio: el enorme interés personal del Presidente electo por participar directamente en los temas monetarios y financieros y cuáles límites se pueden prever en esta materia durante su gestión.


Lo esencial acerca de quiénes, cómo y cuándo del primer gabinete ministerial de Sebastián Piñera es saber quién será el ministro de Hacienda. Primero porque en la práctica política nacional este se ha transformado en el verdadero jefe del gabinete ministerial. En segundo lugar porque debido a la ambigüedad con la que arriba el nuevo Presidente desde su posición de empresario a su rol político presidencial, es fundamental saber quién será  el jefe directo de las superintendencias y servicios que deben controlar las áreas en las que hasta ahora tuvo su interés empresarial directo.

Parte de la inquietud se genera por la lentitud con la que el Presidente electo se ha hecho cargo del hecho que la salud institucional de la República y la transparencia del servicio público exigen una tajante separación entre aquello que puede constituir un interés personal legítimo, y los compromisos de interés público general que se adquieren al acceder a un cargo de relevancia estatal como la Presidencia de la República.

[cita]Debido a la ambigüedad con la que arriba el nuevo Presidente desde su posición de empresario a su rol político presidencial, es fundamental saber quién será  el jefe directo de las superintendencias y servicios que deben controlar las áreas en las que hasta ahora tuvo su interés empresarial directo.[/cita]

Un segundo aspecto es la omisión en que en sus declaraciones incurren los miembros del futuro gobierno, al no considerar sus efectos en los comportamientos y expectativas del mercado, especialmente en aquellos aspectos que pueden interpretarse como señales de decisiones futuras y que contribuyen a especulaciones anticipadas y rumores sobre eventuales conductas del Ejecutivo.

Para una administración que se supone llegará imbuida de voluntad modernizadora y muy experta en temas económicos, incluido el Presidente de la República electo, no debe pasar desapercibido el papel de los símbolos en el comportamiento de los mercados.

Los mercados modernos, especialmente los financieros, son extremadamente veloces y sensibles a componentes tan volátiles como la confianza o la transparencia, y viven de la interpretación de las señales, entre ellas declaraciones, conductas u omisiones, que se transforman en el combustible de ganancias, pérdidas o especulaciones. Se ha hecho proverbial que de las expectativas de crecimiento, probidad y eficiencia, viva la inversión externa  o que  la  calificación de riesgos de un país en los mercados internacionales  incida directamente en la cuenta de costos financieros de su aparato productivo.

De ahí que la señal que entregue Sebastián Piñera en torno a quién será su ministro de Hacienda sea un dato clave para entender algo casi obvio: el enorme interés personal del Presidente electo por participar directamente en los temas monetarios y financieros y cuáles límites se pueden prever en esta materia durante su gestión.

Existe un segundo motivo por el cual el tema es relevante. Hasta ahora, desde que se recuperó la democracia, el ministro de Hacienda se ha consolidado como el verdadero jefe de gabinete ministerial.

Ello no fue tan nítido en el primer gobierno de la Concertación, por la arquitectura colectiva en la gestión del poder. Aunque es parte de la mitología política la pregunta atribuida al ex presidente Patricio Aylwin hecha a cada funcionario que acudía con un problema: ¿ya lo consultó con Alejandro?

El tema se hizo translúcido en el gobierno de Eduardo Frei cuando Eduardo Aninat, ministro de Hacienda muy imprevisto y sin ninguna jerarquía política mayor, desplazó la vocería política de Genaro Arriagada, entonces ministro Secretario General de la Presidencia. De ahí en adelante el papel del ministro de Hacienda nunca más fue cuestionado como el verdadero jefe de gabinete ministerial  y el del director de Presupuestos como el secretario técnico del gobierno.

No es previsible cuanta innovación habrá en el primer gabinete de la derecha, después de cincuenta años fuera del gobierno. Las comparaciones con la vieja guardia política de derecha, Jorge Alessandri incluido, no sirven. Hay demasiada agua de por medio, entre ella la dictatorial sobre la cual también el nuevo gobierno deberá pasar el test de la blancura, para que se puedan comparar. En todo sentido el actual gobierno puede interpretarse como de nuevos tiempos, por lo que sólo los hechos concretos hablarán por él, al menos hasta que pase la fase de instalación.

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