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Nuestro Katrina

Carlos Correa B.
Por : Carlos Correa B. Ingeniero civil, analista político y ex Secom.
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Un punto que habrá reflexionar cuando se haga una evaluación fría de este gobierno, es que además de múltiples aciertos, tuvo una dificultad congénita para manejar crisis complejas. En las tres más duras, la revolución de los pingüinos, el Transantiago y este terremoto, afloraron los errores comunicacionales.


En el año 2009 estuve en Nueva Orleans por razones académicas, y en muchas de las conversaciones el tema Katrina afloraba a la primera, estuve muchas veces reflexionando sobre las crisis en la famosa Jackson Square donde Bush habló a los habitantes de la ciudad, en el Barrio Francés, plenamente reconstruido y con la música vibrante y los collares volando por el aire donde tiempo atrás hubo agua, lodo, muerte y mucha ineficiencia estatal.

Todos los juicios sobre el desastre del Katrina coinciden que además de las propias fuerzas de la naturaleza una parte del caos se dio por el desgobierno que se produjo en la ciudad, después de la ola de saqueos, la no llegada oportuna de ayuda federal y la incapacidad de los gobiernos locales, estatales y federales de mantener el orden público para canalizar la ayuda tan necesaria, en especial para los sectores más desposeídos. Las imágenes de abandono y caos desde el país más rico del mundo dieron la vuelta al mundo, y significó el inicio de la caída de la popularidad del Presidente Bush.

[cita]Hay una serie de asuntos comunicacionales que requieren reflexión, que lo más importante es transmitir calma y por ellos eufemismos como “marejadas” o “Chile está preparado para este tipo de emergencias” ha demostrado nuevamente ser abiertamente falsa.[/cita]

En las investigaciones posteriores que hizo el Congreso de Estados Unidos sobre el rol de la Agencia de Emergencias FEMA, su cuestionado ex director Michael Brown se defendió diciendo que “FEMA  es una agencia de coordinación, no somos quienes tenemos que aplicar la ley”. Más aún, cuando fue cuestionado por no encender las alarmas debido al huracán categoría cuatro que se aproximaba a New Orleans y que podía hacer que el lago Portchatrain inundara la ciudad, se defendió diciendo que nunca recibió la información correcta.

Seguramente a muchos chilenos estas frases les sonarán conocidas. Son muy similares a las que se le escucharon de Carmen Fernández, directora de la ONEMI, defendiendo su rol en esta terrible tragedia, donde al igual que el Katrina una gran parte del daño se debió no solamente a los asuntos de Dios, usando las palabras del Presidente Lula, sino a los asuntos humanos.

Hay una serie de asuntos comunicacionales que requieren reflexión, que lo más importante es transmitir calma y por ellos eufemismos como “marejadas” o “Chile está preparado para este tipo de emergencias” ha demostrado nuevamente ser abiertamente falsa. Lo más importante en una tragedia de este tipo es transmitir información clara y precisa, aún  cuando sea dura. La falta de credibilidad en la autoridad, provoca rumores, incerteza, temores, los que llevan de manera natural al caos y al desgobierno. En un país con la prensa incisiva que tenemos y con ciudadanos opinantes y más aún con ese tótem informativo llamado twitter los llamados a la calma no funcionan por sí solos.

En la gran mayoría de los lugares, los medios de comunicación llegaron antes que el gobierno. Y son lugares que no son necesariamente de difícil acceso como ha argumentado la directora de la ONEMI, segunda funcionaria de este gobierno ratificada por el presidente electo. Estamos hablando de las regiones más pobladas de Chile, con mejor infraestructura de caminos y comunicacional y aparentemente una mayor presencia del gobierno.

Los medios de comunicación llegaron antes a los lugares afectados no porque tuvieran mejor tecnología, sino porque a diferencia de muchas agencias del gobierno, le creyeron a los ciudadanos que transmitieron por todas las vías posibles que estaban en desgracia. Por la radio Bio Bio, la Cooperativa, por la CNN, entre otros tantos, supimos de los tsunamis, de los saqueos, de los edificios derrumbados y hemos sabido de los miles que no se han podido comunicar con sus familias, pese a que el gobierno sigue hablando solo de 19 desaparecidos. Es una lección que hay que sacar para futuras desgracias, entre otras tantas reflexiones que nos ocuparán durante largo tiempo sobre este terremoto y la manera como lo hemos enfrentado.

Un punto que habrá reflexionar cuando se haga una evaluación fría de este gobierno, es que además de múltiples aciertos, tuvo una dificultad congénita para manejar crisis complejas. En las tres más duras, la revolución de los pingüinos, el Transantiago y este terremoto afloraron los errores comunicacionales. En las tres se repiten las mismas claves: minimización de la crisis, indignación ciudadana recogida en primer lugar por los medios de comunicación, reacción del gobierno ante la sobreabundancia informativa sobre situaciones de caos, información clave en manos de tomadores de decisión que no fue tomada en cuenta y estrategia de culpar a funcionarios de menor rango con el objeto de defender la popularidad de la Presidenta.

Volviendo a Nueva Orleans, si bien hubo una ayuda federal importante para la reconstrucción física de la ciudad, el alma de la más bella ciudad de Estados Unidos fue posible reconstruirla porque sus ciudadanos decidieron no echarse a morir y que la ciudad del jazz, de la cocina cajún y de la eterna fiesta tenía que seguir adelante. De la misma manera que quienes vivimos acá decidimos que con la ayuda de todos en pequeñas cosas volveremos a parar a nuestra tierra.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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