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El verdadero orgullo de ser chileno

Sergio España
Por : Sergio España Director de Subjetiva y consejero de Giro País
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Parece difícil sentirse parte de una identidad –los chilenos- si a ese grupo no se le reconocen atributos positivos tan importantes como la honestidad, la responsabilidad y el esfuerzo.


Cientos de miles de chilenos con la bandera nacional en su Facebook. Una campaña que surge en las redes llamando a colocar banderas en nuestras casas. La foto de un sobreviviente con una bandera sucia y ajada en sus manos es el símbolo de la campaña solidaria.

Este terremoto ha logrado no sólo una intensidad histórica en la escala de Richter, sino en la expresión de un orgullo nacional, el orgullo de ser chilenos. Un orgullo que parecía insospechado porque las señales en cuanto a la percepción de ciertos atributos a nivel personal y colectivo mostraban distancias. En efecto, la serie de estudios de opinión que lleva adelante Giro País y Subjetiva desde 2005 (Región Metropolitana 800 casos) detectaba diferencias importantes de cómo se perciben las personas y cómo ellas perciben al resto de los chilenos.

Las mayores diferencias se observan en las percepciones respecto de qué tan honesto, respetuoso o responsable se considera cada uno frente a los chilenos en general.  Así por ejemplo, en una escala del 1 al 7, un 75% de los entrevistados se coloca una nota entre 6 y 7 en lo que refiere a honestidad, y solo un 28% califica de la misma manera a los chilenos. Por el contrario, las menores diferencias (entre 20 y 25 puntos) se aprecian en atributos como ser solidarios, alegres y tolerantes. Vale decir nos reconocemos cada uno como honestos, responsables y esforzados, pero negamos al resto de los chilenos estas cualidades. A ellos les reservamos aquellas que son más bien tradicionales en la representación de lo que son los chilenos: alegres y solidarios.

La distancia en el reconocimiento de atributos propios y ajenos cobra especial importancia en el momento que vivimos. Parece difícil sentirse parte de una identidad –los chilenos- si a ese grupo no se le reconocen atributos positivos tan importantes como la honestidad, la responsabilidad y el esfuerzo. El desafío que se nos viene por delante es enorme. Requiere de una inversión gigantesca no solo en recursos materiales, sino también humanos. Implica invertir en confianza social, en creer en la capacidad de los otros para salir adelante en forma responsable y honesta, tal como nosotros lo hacemos. En la medida que reconozcamos en el otro (así como lo hacemos respecto de nosotros mismos) estas cualidades, generamos  las verdaderas condiciones para una  construir una sociedad con más y mejores oportunidades para todos. Mientras no hagamos este cambio, no parecerá imperioso para una mayoría de chilenos apostar por una sociedad de oportunidades verdadera,  ya que –mirando desde la desconfianza- algunos no la aprovecharían al ser poco responsables y poco honestos. Las imágenes de algunos saqueos en los días posteriores al terremoto muestran una realidad compleja, que requiere de un análisis más detallado que no se ha hecho. El trazo grueso para tratar de entender sólo aporta a alimentar el prejuicio de que los chilenos (no nosotros) son ladrones, flojos e irresponsables.

De esta manera, la enorme tragedia que ha significado el terremoto se presenta como una oportunidad para hacer el cambio señalado y construir un orgullo más amplio sobre Chile y los chilenos. Las campañas solidarias, la cobertura de los medios de comunicación e incluso la publicidad nos dan cuenta de historias de miles de chilenos que superan la adversidad propia o ajena en forma honesta y responsable. De iniciativas de ayuda y solidaridad espontáneas, a veces al margen de las instituciones, organizaciones o redes formales. De personas que actúan en forma responsable y honesta para salir adelante. De un orgullo compartido y no solamente individual.

Sergio España R. es Consejero Giro País

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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