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Innovar en la reconstrucción del país

Marcelo Soto
Por : Marcelo Soto Experto en Innovación (marcelo.soto@4winds.cl)
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Tenemos que tirar el tejo (las ideas) bien pasado, de lo contrario la reconstrucción será más de lo mismo, y eso es lo que tenemos que evitar.


Hace 170 años aproximadamente -menciona un grupo de científicos- que no se liberaba la energía bajo tierra acumulada en la zona sur de Chile, pues bien, ahora que ya se liberó con las consecuencias que hemos visto debe venir otra liberación pero con mayor trascendencia, la reconstrucción de la zona afectada, pero con una mirada distinta, mirando hacia adelante, sin ataduras, es decir, llegó la hora de innovar en la reconstrucción.

Desde hace más de cinco años que Chile viene dando pasos en pos de innovar, el Consejo de Innovación lo ha ido plasmando en interesantes propuestas que se han ganado el apoyo de todos los sectores políticos y que de paso ejecutan como “brazos armados” tanto Conicyt como Corfo, pues bien este proceso de aprender a innovar ha sido muy provechoso y ha permitido comprender una serie de elementos que lo componen y de paso son los que alimentan este artículo.

[cita]Tenemos que tirar el tejo (las ideas) bien pasado, de lo contrario la reconstrucción será más de lo mismo, y eso es lo que tenemos que evitar. [/cita]

Entonces, llegó la hora de dar un salto, pero un salto cuántico, debemos pensar en como vamos a reconstruir el país, para eso se hace necesario liberar la mente de las ataduras pasadas, de toda la carga emocional que se nos puede manifestar cuando estamos reconstruyendo algo que fue previamente arrasado, ampliar los horizontes, pensar en grande, pensar en pequeño, pensar en los grandes desafíos, en lo hoy tenemos y en lo que no tenemos, en lo que nos gustaría tener, en nuestros grandes sueños, etc.

Tenemos que tirar el tejo (las ideas) bien pasado, de lo contrario la reconstrucción será más de lo mismo, y eso es lo que tenemos que evitar. Pensemos en cuestionar nuestras más grandes ortodoxias (vínculos con las estructuras conservadoras en todo sentido) y demos rienda suelta a las ideas que materializan nuestros mayores y más grandes anhelos y por otro lado sacan a relucir todas nuestras capacidades.

Con todo estos elementos a la vista, sin descartar ningún tipo de idea, planteamiento, propuesta, etc. independiente de quien la haya emitido, debemos abocarnos a la tarea de establecer las mejores combinaciones sin descalificar ninguna de ellas, con gente participativa, abierta de espíritu y mente, que no vengan a defender ningún tipo de interés preconcebido, sólo así y luego de un análisis con sentido constructivista saldrán las mejores propuestas del país que queremos reconstruir, donde lo más probable es que las mejores ideas -y ahí está lo complejo- vienen de la mirada amplia de todas ellas, permitiendo seleccionar no sólo las mejores, sino las que se potencian entre ellas, y donde adicionalmente hay una mezcla de riesgo y beneficio futuro. Sin riesgo, haremos más de lo mismo (que hasta ahora fue suficiente), pero la demanda del bicentenario nos obliga a ir más allá.

En este sentido, lo complejo de ejecutar este proceso radica en que quienes lo lideren y/o participen de él, deben estar totalmente abiertos de mente y espíritu a la hora de analizar los posibles escenarios, donde los colores políticos no cuenten, donde las ideas malas no existen, donde la crítica es reemplazada por el constructivismo, donde el generador de la idea es sólo un dato menor, donde no hay dueños de las ideas y por sobre todo, con la mente puesta en los grandes anhelos que queremos construir y con las ganas que significa participar de un proceso de estas características.

Una vez definidas las propuestas, será el turno de los prototipos (que no es lo mismo que ser conejillos de indias, sino mejor), de aprender a probarlas rápidamente para ver si en la realidad funcionan, deberemos hacer prototipos a escala humana, prototipear como funcionaría determinado poblado, organización, caleta, etc. de una forma específica, seguir probando y mejorando en terreno, para que las soluciones se ajusten a la realidad y no sean sólo teoría de hombres de escritorio. Este proceso no garantiza el éxito, pero si garantiza que si se falla, será en fases tempranas a un costo razonable, pero lo que si permite asegurar es que no fallará la solución completa una vez implementada en su totalidad.

Pero los ciudadanos tenemos nuestra cuota de responsabilidad en este proceso también, pues debemos cumplir con estar propensos al riesgo, es decir, no podemos pensar en que todo va a ser implementado, rápido y con éxito, y ante la primera falla lanzar la primera piedra de crítica, fallar es parte del proceso, lo relevante es que serán fallas a una escala pequeña que permita mejorar la solución final, que es el fin de todo este proceso.

Los grandes autores de temáticas de innovación indican que la mayor complejidad de un proceso de esta naturaleza, son las personas, en este caso nosotros los ciudadanos, es decir, nosotros mismos somos los que tenemos que liderar, participar y promover la participación de toda la ciudadanía, sólo de esa forma podremos garantizar diversidad de ideas y por sobre todo ampliar los horizontes de la reconstrucción.

No debemos olvidar que más que el éxito de un gobierno (quien sea quien esté en el poder), será nuestra generación toda, la que será juzgada en la historia por la reconstrucción post 2010 y al menos en lo que a mí respecta, quiero invitarlos a todos a asumir nuestra parte de la historia por la cual seremos juzgados bien o mal.

En el año del bicentenario, la naturaleza de una forma dura y cruel nos está invitando a mirar hacia el futuro y reconstruirnos, pero a través de nuevas armas, esta arma hoy en día se llama INNOVAR y Chile sabe cómo hacerlo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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