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Con Yevtushenko en Cuba

Javier Campos
Por : Javier Campos Poeta y columnista. Profesor de Literatura Latinoamericana, Fairfield University, Connecticut.
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Un régimen que no concuerda con intelectuales y artistas que piensan distinto simplemente los ignora y los rodea con una profunda indiferencia y silencio.


Fui invitado por la delegación rusa a la Feria Internacional del Libro de la Habana el mes de febrero pasado y por el poeta ruso Yevgeny Yevtushenko. Iba porque habíamos traducido juntos hace poco cuarenta y ocho nuevos poemas al español y constituían una breve antología del poeta. Además Rusia era el país invitado por Cuba a la Feria este año. La antología fue editada por Rusia y fueron enviados 500 ejemplares a La Habana para ser regalados. Era un acontecimiento interesante que fuera Rusia el país invitado pues desde la caída de la ex Unión Soviética la nueva Rusia no visitaba oficialmente Cuba con el envío de una gran delegación cultural. Fueron cerca de 300 personas entre escritores, traductores, músicos, cineastas, canales de la televisión rusa, documentalistas independientes, artistas, e incluido lo mejor del Ballet Bolshoi que hacía 30 años no visitaba la isla.

La organización rusa nos puso a todos en los mejores hoteles internacionales. Nos tocó a todos los escritores y escritoras en uno ubicado en el sector de Miramar, al lado de la costa, y con siete piscinas. Miramar es un sector donde están muchas embajadas y un barrio considerado bien exclusivo a 15 kilómetros de Centro Habana y Habana Vieja. Cada cuarto por noche era de 120 pesos convertibles (o 110 dólares). Ya en columna anterior publicada aquí mismo explicaba el asunto de la doble moneda en Cuba así como una descripción de lo que ocurre socialmente en Cuba en estos momentos.

[cita]Un régimen que no concuerda con intelectuales y artistas que piensan distinto simplemente los ignora y los rodea con una profunda indiferencia y silencio.[/cita]

Nunca había estado en un hotel internacional en Cuba sino en un hotel mucho más barato en mi viaje anterior que llegaba a 40 dólares diarios. Experiencia muy chocante porque no hay que ser muy desinformado para entender que esos hoteles de lujo son únicamente para extranjeros que pagan en divisas. Lo único cubano en esos hoteles es el personal que recibe su salario en pesos cubanos (un peso convertible es igual a 22 pesos cubanos) que constituye a 10 dólares al mes más propinas que dejan los turistas. Es un trabajo que muchos cubanos quisieran.

En el hotel conocí a tres músicos que tocaban por propinas en el bar del hotel. Un violinista, un guitarrista y un bajo. Muchos rusos quedaron impresionados de aquellos músicos tocando temas cubanos tradicionales, tangos, boleros. Una bella bailarina del Bolshoi los miraba con una atención que los traspasaba. Muy pocos rusos hablaban español, algunos inglés, pero había muchos cubanos que hablaban ruso y hacían de intérpretes. Eran cubanos de unos 50 años o más que habían pasado en su juventud por algunas universidades soviéticas en el tiempo de la gran ayuda de ese país a Cuba. Los archivos abiertos luego de la caída de la Unión Soviética aseguran que en 30 años -1960-1990- aquel país ayudó con cerca de 70 mil millones de dólares a Cuba. Pero conversando luego con los músicos me enteré que el violinista y el guitarrista eran egresados del conservatorio de música de Cuba. Y ahora tocaban en ese hotel internacional. El guitarrista había sido invitado y había enseñado en la Universidad de Concepción. Incluso le ofrecieron trabajo en la universidad penquista. Le dije que yo había estudiado allí y la conversación se hizo más confidencial entre los músicos y yo. El guitarrista no quiso quedarse solo en Concepción primero por el clima, me dijo. Hacía mucho frío. Segundo, no podía venir su familia de Cuba no por dinero sino porque el gobierno cubano no lo permitía. Quizás a largo plazo, le prometieron en Cuba. Pero decidió volver a la isla. No iba a aguantar solo a pesar que le gustó mucho Chile.

El violinista era excepcional me dijo una poeta y traductora rusa bastante importante en su país. Conversando con el violinista, Ricardo, supe rápidamente de su vida y la sensación de resignación ante la situación que viven ellos en Cuba. Era cauto pero era imposible no captar que su vida era de sobrevivencia a pesar de una gran fraternidad que demostrada con desconocidos. Me dijo que era en marzo el cumpleaños de su hijo y que le pedía le regalara una especie de Ipod o esos aparatos que almacenan música y se escuchan con audífonos. En Cuba eso era incansable para su salario de un padre músico ganando solo propinas. Me lo dijo con sinceridad. Quería darle ese regalo a su hijo. Sólo podía pagar 30 dólares por algo así. Le dije que averiguaría al volver y lo hice y estoy por enviarle como regalo lo que su hijo de 14 años quería. Y aquí uno se pone a pensar en que nadie está al margen del desarrollo tecnológico, o de “deseos consumistas”, “o medios capitalistas alienantes” como justifica la dirección del gobierno cubano para que la juventud no se contamine de esos deseos. El hijo de Ricardo podrá ser un joven pionero que debe seguir la consigna “seamos como el Che”, pero no pide de regalo de cumpleaños una camiseta del Che sino un Ipod. Y el padre cubano quiere darle ese regalo a su hijo.

Yevtushenko iba a presentar y leer poemas de su antología en dos lugares. En la Feria del libro que siempre tiene lugar en el Fuerte de San Carlos de la Cabaña. Yevtushenko es el poeta ruso más conocido y popular en un país de cerca de 120 millones de personas. No hay ningún ruso, incluso los que viven en otro país, que no conozcan su nombre. Y eso me lo demostró un día en que ambos fuimos al Tropicana (80 dólares por persona). El taxista cubano que nos llevó dijo que eso era prohibitivo para él y para cualquier cubano. Estaba lleno de turistas y el show tampoco era una gran maravilla pero Yevtushenko quiso ir por una cierta nostalgia cuando estuvo por primera vez en 1961 y cuando comenzaron a cerrarse todos los lugares nocturnos, excepto El Tropicana, en La Habana. Allí había cerca de 20 académicos rusos que no venían por la Feria Internacional pero cuando lo vieron a la salida se abalanzaron como si hubieran visto a un profeta conocido. Vi en los ojos de esos rusos la admiración que les produce casi ver a un ángel o a un santo. Le decían cuánto habían leído sus poemas, unos sabían de memoria versos de él. Querían sacarse fotos al lado. Lo abrazaban. Me imagine a un Neruda que también le ocurría lo mismo cuando visitaba cualquier lugar de Chile.

Pero en las dos lecturas en La Habana no asistió ningún de los conocidos poetas y escritores cubanos (excepto Pablo Armando Fernández y Alex Paucides). No se acercó ni lo llamó por teléfono el ministro de cultura, Abel Prieto, ni menos Roberto Fernández Retamar director de Casa de las Américas y miembro del Consejo de Estado. Menos ningún canal de la televisión cubano. Lo que culminó el silencio del gobierno a este gran poeta ruso fue que el diario Granma envió a una muchachita, estudiante de periodismo, a hacerle un entrevista. Ella ni sabía bien quién era Yevtushenko ni menos había leído en profundidad la historia y leyenda que él lleva consigo.

Pero lo más insólito fue durante la lectura en la Biblioteca Nacional “José Martí”. En esa biblioteca, en junio de 1961, Fidel Castro pronunció aquel famoso discurso “Palabras a los intelectuales”. Yevtushenko como corresponsal del Pravda de la ex-Unión Soviética, en ese entonces, y con 29 años, estaba entre la audiencia aquel día en la Biblioteca Nacional. Minutos antes de comenzar nuestra lectura juntos, el director de la biblioteca (nos dijo que era profesor de historia) me preguntó apartado si Yevtushenko era la primera vez que venía a Cuba. Menos sabía que el poeta ruso había estado allí en 1961 y luego muchas veces más. Le expliqué todo eso en tres minutos. Luego él en su introducción dijo lo que yo le había contado como si fuera su propia información sin siquiera reconocer que no sabía y que yo le había dicho lo que él no sabía. Luego le dije aquello a Yevtushenko y lanzó una gran carcajada.

Un régimen que no concuerda con intelectuales y artistas que piensan distinto simplemente los ignora y los rodea con una profunda indiferencia y silencio. Y eso ocurrió en Cuba con uno de los grandes poetas vivos universales. Propuesto por la delegación oficial rusa invitada quería que Yevtushenko leyera un poema en la inauguración de la Feria ante los principales invitados y autoridades, incluido Raúl Castro. Pero el gobierno cubano a última hora rechazó la propuesta sin dar mayores explicaciones.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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