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Buena y mala onda

Carlos Ominami
Por : Carlos Ominami Ex ministro, ex senador, Foro Permanente de Política Exterior y Fundación Chile21.
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No avanzaremos mucho si no somos capaces de erradicar: los prejuicios; las odiosidades; las prácticas autoritarias; los intentos de ordenamiento puramente disciplinarios; la mala onda; la sospecha; la descalificación; la negativa a discutir; el predominio de los calificativos por sobre los argumentos; las visiones nostálgicas del pasado; la incapacidad de practicar la crítica y la autocrítica.


Debo reconocer que la columna de Salvador Muñoz, titulada “Cónclaves y Consensos”, publicada por El Mostrador el pasado 16 de abril, me dio pena porque es expresiva de algunos de los males que nos han conducido a la situación actual. Y, todo esto proveniente de un joven dirigente de quien uno podría esperar otra actitud.

Nadie duda que enfrentamos una situación extremadamente delicada. No obstante haber alcanzado más del 55% en primera vuelta, las fuerzas de centroizquierda fuimos finalmente derrotadas. En este cuadro tenemos que poner lo mejor de nosotros mismos -y no lo peor- para contribuir a rearmar una oposición que merezca el nombre de tal.

Ese ha sido el esfuerzo en que hemos estado empeñados en la Fundación Chile 21. En ese espíritu invitamos a personas que estuvieron en las distintas campañas presidenciales, para iniciar un trabajo que nos permita, más allá de nuestras diferencias y las asperezas de la contienda, identificar puntos en común que sirvan de base a nuestro proceso de reconstrucción política. En otras palabras, y según una frase consagrada, poner por delante lo que nos une y no lo que nos des-une.

[cita]Hay dos maneras de hacerle el juego al “decano”. Una, siguiendo derechamente su línea editorial, y la otra, supuestamente desde la trinchera contraria.[/cita]

La columna en cuestión está enteramente organizada en torno a la publicación que por su cuenta y bajo su responsabilidad -que no es la nuestra- hizo el diario El Mercurio sobre una reunión sostenida en Chile 21 el 7 de abril. Hay dos maneras de hacerle el juego al “decano”. Una, siguiendo derechamente su línea editorial, y la otra, supuestamente desde la trinchera contraria, prestándole excesiva atención e ignorando algo que es evidente: no es un medio neutro.

Pero, vamos al fondo del problema. La recomposición del progresismo tiene varias dimensiones: política, ideológica, programática, pero también ética. No avanzaremos mucho si no somos capaces de erradicar: los prejuicios; las odiosidades; las prácticas autoritarias; los intentos de ordenamiento puramente disciplinarios; la mala onda; la sospecha; la descalificación; la negativa a discutir; el predominio de los calificativos  por sobre los argumentos; las visiones nostálgicas del pasado; la incapacidad de practicar la crítica y la autocrítica; la confusión entre definiciones políticas e historias personales.

Necesitamos en la actualidad un diagnóstico certero de las razones de la derrota de la centroizquierda -y particularmente- del agotamiento de la Concertación. Tres factores aparecen con meridiana claridad en este ámbito: la ruptura sistemática con los principales actores sociales (jóvenes, estudiantes, profesores, trabajadores de la salud y del sector público, pensionados, etc.); el agotamiento de la capacidad de transformación expresado en reformas que se sitúan más bien en la lógica del capitalismo compasivo, y la regresión autoritaria en materia de definición de sus liderazgos, expresada en las NO PRIMARIAS del 2009.

Sólo sobre la base de la elaboración y socialización del diagnóstico riguroso sobre lo sucedido, podremos avanzar en nuestro proceso de recomposición.

Dejo simplemente planteado los titulares: (i) determinar un núcleo básico de ideas movilizadoras y transformadoras en torno a tres conceptos:  nueva Constitución, nuevo modelo de desarrollo y prioridad en la educación pública; (ii) un esfuerzo sistemático de rearticulación del vínculo con los sectores sociales más dinámicos; (iii) la identificación de un modelo de coalición que permita generar una nueva mayoría (el Frente Amplio uruguayo es una experiencia interesante de mirar); (iv) librar con éxito algunas luchas emblemáticas, como por ejemplo, por la defensa de los derechos laborales, por un nuevo trato a las universidades públicas y la democratización de la televisión con una ley decente sobre TV digital;  y finalmente, (v) un acuerdo amplio que permita que en octubre del 2012, esta nueva mayoría, no solamente mantenga sino que aumente su influencia en el ámbito municipal a un año de una nueva elección presidencial.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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